EL PAíS › ROSARIO, ALEGRIA, CHAMPAGNE, BOCINAZOS, APLAUSOS Y MUCHAS BANDERAS

La vuelta a casa para dar las gracias

Hay una bandera blanca atada en las columnas del pórtico de entrada de la casa de los Nine, que tiene una leyenda: “Gracias”. A sólo dos horas de su liberación de la vivienda de la localidad bonaerense de Libertad, donde estuvo cautiva durante 25 días, Patricia volvió a su hogar. La esperaba más de un centenar de amigos y vecinos que durante semanas habían dejado muestras de aliento y solidaridad en las rejas del chalet de Bartolomé Mitre al 1100. Al enterarse de la noticia, los automovilistas desfilaron por el frente a los bocinazos, la gente se acercaba aplaudiendo y agitando banderas argentinas. Vestida con un jean y una remera rayada, Patricia salió al parque junto con una veintena de familiares y con Juan Carlos Blumberg haciendo lo suyo. Caminaba abrazada por su esposo, su padre y sus hijas. Llorando, se paró a unos metros de la reja y casi desvanecida por la emoción y el cansancio se arrodilló junto con Marcelo, su marido, secó su cara con las manos y alzó los brazos al cielo mientras repetía una sola palabra: “Gracias”.
Luego del rescate en Libertad, partido de Merlo, Patricia fue atendida por médicos que corroboraron que su estado de salud era bueno. Luego viajó en helicóptero hasta Moreno, donde la esperaban el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, y el comisario mayor Osvaldo Seisdedos, y viajó con ellos hasta su casa de Paso del Rey. La familia había sido advertida del rescate a sólo minutos de que sucediera y comenzó a reunirse. A la euforia preliminar de la llegada se sumaron los ex compañeros de colegio de Patricia, que durante el secuestro habían organizado las marchas y misas en la iglesia local.
Acompañada por Arslanian y Seisdedos, la mujer llegó a casa aproximadamente a las 16.20. La familia volvió a estar completa. Patricia repasó las caras de todos y todos repasaron la cara de ella, un poco más delgada y bastante demacrada. Sobrevinieron los abrazos y llantos que terminaban en sonrisas ante la mirada de amigos íntimos, funcionarios provinciales y el intendente local, Andrés Arregui.
El ministro de Seguridad y el comisario mayor se quedaron durante unos minutos en la casa de los Nine conversando sobre el resultado del amplio procedimiento que se había puesto en marcha desde ayer a la mañana y que previó 48 allanamientos; tenían la decisión de que este sábado sería un día decisivo, y lo fue. Según lo admitió el propio Eduardo Nine, padre de Patricia, la familia estaba al tanto del operativo que se realizaría y precisó que el último contacto con los secuestradores había sido el sábado de la semana pasada. En esa llamada, los delincuentes le habían dicho que “el plazo vencía hoy (por ayer)”, y así fue.
Cuando Seisdedos salió del domicilio, desde adentro de un auto destacó que “esto es un triunfo de la sociedad sobre la lacra social”, se despidió saludando a los vecinos con el pulgar de la mano levantado y éstos le respondieron de una manera insólita por tratarse de un policía: lo aplaudieron.
Cerca de las 18, Eduardo, el padre, salió a agradecer a la gente y a hablar con los periodistas. Detrás de él, Blumberg seguía firme. El dueño del shopping Nine de Moreno se refirió a la seguridad de su familia de ahora en más: “¿Van a cambiar los hábitos?”, preguntó un periodista. “Algo vamos a tener que hacer –respondió–, ustedes nos han expuesto mucho.” Una insistente movilera de un canal de televisión repitió varias veces: “¿Tiene algún cuestionamiento?”, hasta que Nine contestó: “No. A pesar de los días, Patricia está sana y salva”.
Por la noche, Patricia salió al jardín junto a 15 familiares, se puso una bandera argentina sobre los hombros y rezó un rosario con la gente de la vereda. Al terminar, dijo que “estaba, dentro de todo, bien, tratando de reponerme” y entró. Quienes estaban en la calle descorcharon botellas de champagne, festejaron al igual que un ganador de una carrera automovilística, y brindaron. Horas antes de que todo esto sucediera Patricia estaba atada en un cama, amordazada y encapuchada. Dijo que sus captores la habían tratado, “dentro de todo, bien”. Ahora todo cambió.

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