EL PAíS › LA PECULIAR MEZCLA DE PASION Y RESPETO EN LA POLITICA ORIENTAL

Tan uruguaya como el mate bajo el brazo

 Por Washington Uranga

Desde Montevideo

Si el estado de ánimo, el colorido y el entusiasmo de los montevideanos sirviera como único parámetro para anticipar el resultado electoral, habría que decir que no es necesario esperar al escrutinio final para asegurar el triunfo del Frente Amplio y la consagración de Tabaré Vázquez como nuevo presidente de esta República Oriental del Uruguay. A pesar de la veda política, Montevideo amaneció ayer embanderada con la enseña roja, azul y blanca del Frente Amplio. Casas, autos, puestos de ambulantes en la 18 de Julio y también personas por la calle portaban banderas y carteles. Montevideo vive clima de fiesta. No faltan tamboriles de candombe en la esquina del barrio. “Montevideo no es el país”, dicen en el entorno de los candidatos Larrañaga (blancos) y Stirling (colorados). Pero las encuestas, que sí son nacionales, alimentan la euforia frentista. Los dirigentes del Frente, sin embargo, aconsejan mesura, aunque confían casi ciegamente en que el triunfo se logrará en la primera vuelta.
Aquí pareciera que no existe otra divisa que la del Frente Amplio. Tanto blancos como colorados se han llamado a silencio. Saben que sus posibilidades son escasas, si no nulas, y que ni siquiera llegando a la segunda vuelta tienen chances de derrotar al Frente. “Esta es la oportunidad”, dicen a coro los frentistas en un abrazo que reúne en torno de Tabaré Vázquez a tupamaros como Pepe Mujica y moderados como Danilo Astori, ya designado ministro de Economía.
Las elecciones se convirtieron también en una ocasión de reencuentro entre los que aquí residen y los que un día partieron por distintas razones, no sólo políticas. La llegada de cada barco de Buenos Aires, de los ómnibus desde Argentina y Brasil, se constituyó en festejo anticipado, para en abrazo prolongado entre los que se fueron y los que permanecieron, para las lágrimas y la emoción. Todo ello acompañado con el termo bajo el brazo y el mate en la mano. No importa el lugar y las circunstancias para un “oriental” que se precie el mate tiene que acompañar a todas partes.
“Nos fuimos porque en este país no había condiciones para vivir”, dice Rafael (44), que desde hace casi 15 años reside en San Pablo. “Pero nuestro corazón sigue estando aquí, en el ‘paisito’, y por eso venimos a votar. Para que gane el Frente y para que cambien las cosas en este país.” Para muchos este regreso a votar es como una reivindicación histórica, un granito de arena para la esperanza. Que puede ser la mejoría para los seres queridos que quedaron acá y también dejar abierta la puerta al regreso a este Uruguay marcado por una diáspora quizá sólo comparable, a nivel latinoamericano, con lo vivido en Colombia.
Para no perder su originalidad, también se votará plebiscitariamente a favor o en contra de la privatización del servicio de agua. El pronóstico es igualmente adverso a los privatizadores. El clima electoral es “muy uruguayo”, decía un colega latinoamericano, queriendo significar que la cultura política local no pierde el respeto por el adversario aunque la política esté en el centro de todo. A tal punto que ya nadie se acuerda de que Nacional, uno de los dos grandes del fútbol uruguayo, alcanzó esta misma semana, hace apenas unos días, el título de campeón. Toda la pasión está ahora puesta en la política. Todo muy uruguayo. Como el mate.

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