EL PAíS

Aportes para el debate

Eduardo de la Serna *.
La “campaña” anticlerical

A partir de la muestra de León Ferrari se han levantado voces “denunciando” una supuesta “campaña anti-católica” del Gobierno y medios de comunicación. Pero ¿existe esa campaña? Yo no creo que haya una “campaña contra la Iglesia”; sí creo que hay quienes se creen progresistas con actitudes agresivas hacia la Iglesia Católica. Para empezar, veamos lo simbólico. Sabemos la fuerza de los símbolos en cualquier cultura, tanto que los poderosos buscan apropiarse de ellos. Toda cultura tiene símbolos alimenticios, vestimentas, manifestaciones. Lo mismo cuenta para lo religioso. La fe católica romana tiene sus símbolos, muchos muy arraigados en la cultura latinoamericana. Muchas imágenes son expresión de eso... Como miembro de esta fe y cultura, quizá me duela ver una exposición donde las imágenes son manipuladas en otro sentido al del respeto que el pueblo les da. Lutero afirmó que “las imágenes son la Biblia de los pobres”. Por otro lado, cuando escucho a algunos periodistas decir “si no les gusta, que no vayan”, lo que en parte es cierto, no me parece tan cierto por otro. Porque ellos mismos “hablaron pestes” de la película de Mel Gibson por antisemita (no dijeron “si no les gusta que no vayan”). Como hablé en contra de la película, creo tener derecho a hablar. Para muchos la Iglesia Católica romana es “el” paradigma de lo conservador, represivo e inhumano. Entonces, queda bien criticarla. Reconozco que por un lado no me duelen esas críticas, a las que a veces les doy la razón, y habitualmente no me identifico con las respuestas eclesiásticas. Aunque creo que sería sensato manifestar las críticas de otra manera: muchas veces la agresividad no es sino síntoma de la propia impotencia o de algún problema no resuelto.
Por otro lado, veo que muchas veces tienen razón los que identifican la Iglesia Católica romana con lo retrógrado y lo inhumano. Y me pregunto: los que la critican, ¿dirían lo mismo si la Iglesia mostrara entusiasmada otro modelo? No lo creo. Si la obsesión eclesiástica es lo sexual, si la represión parece ser la única razón de muchas intervenciones, entonces la pregunta es si “eso” es la Iglesia. Si se escandalizan porque se manipula un símbolo, como las imágenes, mientras no se dijo nada que Videla comulgara, o que Menem usara símbolos religiosos en sus campañas, e incluso fotos con el Papa para su provecho; si no se escandalizan de que la gente se sigue empobreciendo porque se paga una deuda inmoral e ilegal; que la mitad de la población no tenga trabajo o salario digno; que el 60 por ciento de los menores son pobres; que la educación se deteriora; que los jubilados cobran miseria; entonces creo que no hay una campaña contra la Iglesia. O peor, ¡sí la hay! ¡y muy perversa! encabezada por muchos funcionarios e instituciones eclesiásticas que quieren mostrar a la Iglesia como una cosa vieja, necrófila y en la que no vale la pena estar si se quiere ser feliz.
Yo creo que la Iglesia es muy otra; y que la cosa sería diferente si mostrara otros modelos. ¿Qué pasaría si Angelelli y Romero fueran mostrados como modelos de obispos? ¿O Mugica, Ellacuría y otros como modelos de curas? ¿Si Mónica Mignone fuera ejemplo para los catequistas, y su padre Emilio modelo de cristiano en la sociedad civil? ¿Qué pasaría si los obispos hicieran suya la voz de las Abuelas reclamando por sus nietos secuestrados? ¿O si clamaran vehementemente para que quienes se llaman cristianos y sepan datos de los desaparecidos los hagan llegar a los organismos de derechos humanos? ¿Qué pasaría si la Iglesia hiciera pública su voz reclamando transparencia en funcionarios? ¿Y si hicieran suya la voz de los trabajadores de empresas recuperadas o cooperativas exigiendo a los empresarios una actitud justa y transparente? ¿Qué pasaría si los obispos visitaran más las villas que los despachos oficiales, y simandaran a sus mejores curas a los barrios marginales? ¿Qué pasaría si se declarara blasfemia y atentado contra Dios que hubiera un solo niño desnutrido o abandonado o un anciano solo y triste? ¿Qué pasaría si se convocara a todas las parroquias a un ayuno pidiendo que no se pague la deuda externa hasta que no quede claro qué se debe, cuánto se pagó y cuánto fue prestado irresponsable e ilegítimamente? Personalmente creo que la actitud hacia la Iglesia sería muy diferente. Quizá sería criticada por muchos de los que ahora la aplauden... Y eso me haría sentir más cómodo. Lo que sé, es que si la Iglesia hiciera esto sería más cristiana. Y eso no es poco.

* Sacerdote.




Enrique Oteyza *.
Aprender de la historia

La idea de la libertad del artista creador y la libertad de quien asiste a una exposición o no asiste, según sus preferencias, es una idea central. Tanto en el artista creador como en el público la relación es mucho más libre que en casi ninguna otra forma de contacto cultural. Por ejemplo, en la televisión, si bien se pueden elegir canales, hacer zapping, hay más cautividad del público, digamos. Pero ir a ver una película ya es un hecho de selección y preferencia más consciente, más marcada. Lo mismo ir a una exposición, o no ir o ir y que le guste mucho, poquito o nada. En una sociedad democrática el respeto de esto en el quehacer cultural es absolutamente central. Y la experiencia histórica es que cuando este tipo de relación libre, de crítica abierta, polémica, etc., no se respeta, la cultura se empobrece. En eso, no hay, quizás, experiencia histórica más elocuente que lo que pasó en la Argentina en la época de Onganía. No hablo de la última dictadura porque ya en la última dictadura se vivió el terrorismo de Estado con tal intensidad que muchas de estas dimensiones pasaban un poco a segundo plano.
En los ’60 Ferrari expuso en el Centro de Arte Contemporáneo, en la calle Florida. Hubo ataques. Y un crítico llamado Ramallo, de uno de los diarios más influyentes del país en ese momento, recomendaba al gobierno el cierre de la exposición o de los centros de arte, no estaba muy claro. Entonces, este crítico no estaba haciendo crítica de arte del tipo de la que se hace en una sociedad democrática sino que, en un contexto de dictadura, indicaba al dictador que tenía que reprimir y suprimir a esa muestra. En la dictadura siguiente, la de Videla, ya no sólo se hacía eso con las muestras, sino que también se hacía desaparecer a los creadores, a los escritores, actores, etc. Lo que pasa ahora se manifiesta de manera diferente y también con un continuismo. La diferencia que es muy importante de remarcar es que la exposición es pública, hecha en un centro cultural que está profesionalmente conducido de manera competente y que el gobierno de la ciudad se ha manifestado pública y expresamente en contra de cualquier posibilidad de censura de la muestra. Y esto fue ratificado también por el nuevo secretario de Cultura de la Nación, que el martes hizo una declaración explícita en la misma dirección. O sea que, como responsable de la conducción de actividades culturales de un gobierno democrático, cualquier idea de que el gobierno pueda cerrar una muestra de un artista reconocido por presiones de un sector del público es algo atentatorio contra la libertad y que no sería aceptado. Esto es una diferencia. Ahora, en este momento, lo que no es aceptable y es, en realidad, un hecho penado por la ley en el marco de la democracia, es la agresión física, la ruptura de obras de arte. Esto es un delito que está contemplado en el Código Penal y probablemente agravado por el hecho de que esta forma de agresión con roturas de obras de arte viene enmarcada enun discurso ideológico religioso-político que le da ribetes al hecho penal que ocurrió en el museo en dos oportunidades, de discriminación. Es un hecho discriminatorio porque se realiza un acto condenado por el Código Penal en circunstancias en que ese acto está colocado en un contexto de discriminación ideológico-religiosa. O sea, se comete un delito porque no se está de acuerdo. Y quien lo comete se manifiesta ofendido por la obra de arte.

* Titular del Inadi (testimonio telefónico producido por Oscar Ranzani).

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