EL PAíS › CRONICA DE UNA TARDE AGITADA

Alarma con mal olor

Las calles de Palermo se sacudieron más que otros días. Y no sólo por el Día de la Primavera sino porque los vecinos de Cerviño y Bullrich, alarmados por el escape de gas y los temores de una posible desgracia, salieron de sus casas para ponerse a salvo. Autobombas, patrulleros y ambulancias, y un sonido atronador similar al de una turbina de avión sacudieron la elegante zona, que se vació de habitantes en menos de una hora. Fajas con la inscripción “peligro” cortaron las calles; policías, muchos policías. Un edificio entero fue vaciado en cuestión de segundos y una clínica privada sacó a sus pacientes en camillas y sillas de ruedas hasta las ambulancias, que los derivaban a otros centros sanitarios. La energía eléctrica fue cortada y hasta se prohibió encender automóviles para evitar la chispa de arranque. Tres horas después, todo volvió a la normalidad. Sólo quedó el olor a gas y el cruce de acusaciones.
Minutos antes de las 15, una retroexcavadora que trabajaba en un terreno donde el gobierno porteño construye un parque, rompió un caño de alta presión de gas y desató la alarma. El terreno está ubicado en la esquina de Cerviño y Bullrich, a la vera de las vías del ex ferrocarril San Martín.
El sonido que la presión causó tras la rotura del caño alarmó al policía de servicio en la zona, que dio el alerta. “El ruido era ensordecedor, igual al de una turbina de avión”, comparó Jorge Fiore, uno de los evacuados. “El olor era insoportable, ni se podía respirar”, recordó Helga, otra vecina.
El ruido, el olor y el peligro de una explosión en el lugar del escape o de una implosión en la tubería que corre debajo de Cerviño fueron las razones por las cuales los bomberos y la policía evacuaron la zona. Los médicos de la Clínica de la Trinidad sacaron a sus pacientes en camillas; madres con sus bebés internados en Neonatología fueron trasladados al Hospital Fernández. “En cuestión de minutos salimos todos corriendo. Yo cerré, ayudé a los camilleros que corrían entre las ambulancias y rajé”, contó Juan Manuel, dueño del puesto de diarios ubicado frente a la clínica. “¿Tenés seguro?”, le preguntó un farmacéutico vecino.
¿Adónde fueron? “¡Qué sé yo!, cerré todo y me mandé a la Shell de aquí a tres cuadras”, dijo Pedro Manzano y encogió los hombros reconociendo que si el caño de gas explotaba, los refugiados en la estación de servicio hubieran pasado un mal momento. Ni el gobierno porteño ni la Policía Federal supieron precisar la cantidad de evacuados.
Los supermercados Easy y Jumbo, ubicados sobre Bullrich, y la mezquita Rey Fahd, fueron evacuados de inmediato. Los comercios bajaron las persianas, el tránsito se cortó tres cuadras a la redonda y el servicio del ex ferrocarril San Martín fue suspendido. La Línea D de subte llegaba solo hasta Plaza Italia. El operativo policial demandó 200 agentes y bomberos, sin contar los efectivos de la Guardia Urbana. Las evacuaciones se hicieron sobre los edificios de Cerviño, hacia el sur de la ciudad, por donde corre el caño maestro. Hacia el norte, sobre la misma calle, y al este y oeste, sobre Bullrich, no hay edificios cercanos.
Metrogas decidió el corte del suministro en la zona y con ello se descomprimió la presión del caño roto. Dos horas después, los bomberos declararon el “riesgo químico cero”. El mal olor flotaba sobre el aire e irritaba los ojos; pero, de a poco, volvió la calma.
Para iniciar los trabajos de reparación hubo que esperar que la tubería eliminara el combustible remanente. Tres horas después, a las 18.30, los estudiantes iban y venían sobre la vereda del predio. El tránsito quedó abierto y los obreros encendieron una soldadora que chispeó sobre la rotura de la que había emanado el pánico.

Informe: Adrián Figueroa Díaz.

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