EL PAíS › OPINION

Justicia, sin venganza ni odio, para Cromañón

 Por Adolfo Pérez Esquivel *

La tragedia producida en Cromañón duele a todo el pueblo; no existen palabras ni actitudes que puedan aliviar el dolor de las familias de las víctimas, de los sobrevivientes, así como de toda la sociedad. El reclamo de verdad y justicia por los familiares frente a los responsables de la tragedia, a las autoridades y a la Justicia, es innegable y es una necesidad en un país tantas veces marcado por la impunidad jurídica, castigado por la violencia de diversos signos a través del tiempo.

La tragedia ocurrida hace un año en el recital de Callejeros, el 30 de diciembre de 2004, debe llamar a la reflexión a toda la sociedad para encontrar el camino de la justicia y la justa reparación. El camino debe ser a través del Derecho, no el camino de la venganza y el odio. La vida de los 194 jóvenes no es posible recuperarla, pero sí la memoria, los valores, sus ideales y el sentido profundo del amor y la permanencia en los seres queridos.

Los jóvenes, hombres y mujeres a quienes la tragedia y la irresponsabilidad de algunos truncó sus vidas y sus ideales, no deben quedar en la impunidad y el olvido, pero tampoco signados por la venganza. Son semillas de vida y darán su fruto en el pueblo.

Por ello no es posible ignorar hechos preocupantes, algunos de ellos marcados por el dolor y por los reclamos legítimos a los que el Gobierno, el Poder Judicial y la sociedad deben responder. Lamentablemente un grupo de familiares de las víctimas ha condenado al jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, acusándolo de ser responsable de la tragedia y de “asesino, corrupto, etcétera”. Todas las broncas contenidas se descargan sobre el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Las fuertes presiones de algunos familiares y la decisión de los legisladores de diversos partidos políticos han logrado que fuera suspendido en sus funciones para ser llevado a juicio político. Algunos familiares han recurrido a las amenazas contra los fiscales y legisladores, y a “los escraches”. Otros legisladores discriminan a familiares que no están de acuerdo con esos procedimientos y que denunciaron en reiteradas oportunidades las amenazas a Ibarra y a su familia y al empresario Chabán.

Otros recurren a presiones para evitar que sectores políticos y sociales establezcan contacto con Ibarra, como lo ocurrido con el ex intendente de Rosario. La intolerancia marca las acciones generadas por el miedo. En este cuadro de situación no faltan las especulaciones de sectores políticos con el dolor de las familias de las víctimas y de los sobrevivientes.

Si bien Ibarra tiene la responsabilidad general por ser jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, la misma deriva en otras instancias y responsabilidades tanto de funcionarios como de instituciones, inspectores, los bomberos, la policía. El empresario Chabán debe tener las habilitaciones correspondientes para desarrollar sus actividades comerciales y garantizar la seguridad y el correcto funcionamiento de su establecimiento. También el grupo musical Callejeros, por el uso de bengalas en sus recitales, debe dar explicaciones y rendir cuenta de lo sucedido.

El juicio político a Ibarra está marcado por serias contradicciones e intereses políticos, en particular del macrismo. Con gran hipocresía, su dirigente, Mauricio Macri, dice que no le interesa si Ibarra es condenado o no. Es preocupante que un dirigente político tenga tan poca responsabilidad. Y es preocupante el silencio intencionado del ARI, que busca especular y se niega a pronunciarse sobre la situación y el juicio político a Ibarra.

No es saludable para las familias, ni para la democracia, que se busque un “chivo expiatorio” para descargar broncas, culpas y condenar al jefe de Gobierno. El día después del juicio político a Ibarra, si es condenado o absuelto, cualquiera sea el resultado del mismo, dejará a la sociedad con un sabor amargo y a las familias de las víctimas insatisfechas.

Los partidos políticos continuarán haciendo sus cálculos de los réditos del juicio, pérdidas y ganancias, y los jueces a solas con su conciencia, pensando si el camino tomado fue el correcto, si cedieron a las presiones, si tuvieron el coraje de mantener los valores y la ética frente a la situación.

Es necesario preservar la memoria de los jóvenes víctimas del incendio en Cromañón, buscar los caminos de esclarecimiento y determinar las responsabilidades a través de la verdad y la justicia, y hacer valer el estado de derecho. No es a través del odio y el revanchismo como se preserva la memoria de las víctimas, de los sobrevivientes que cargan día a día con el dolor y las secuelas de los momentos vividos.

Es necesario que no se repita nunca más una tragedia como la provocada en Cromañón. Y debe ser un fuerte llamado de atención a los padres, a sus responsabilidades, y tener claro que no se puede delegar la responsabilidad en terceros. Las autoridades deben redoblar los esfuerzos y controles sobre los lugares públicos, teniendo en cuenta que el incendio en Cromañón no es el único, que otros accidentes fatales similares se han producido en el país y que es necesario tener en cuenta esos hechos. La sociedad no puede ser indiferente y pensar que “eso” les pasó a “los otros”.

La tragedia nos pasa a todos y no a sólo a algunos. Y la solidaridad y apoyo a las víctimas y a las familias nos debe unir, como pueblo, en la búsqueda de la verdad y la justicia. La sociedad debe tener claro esos objetivos, reitero, para que otros Cromañón no vuelvan a repetirse.

* Premio Nobel de la Paz 1980.

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