EL PAíS › ALFREDO ATANASOF

Un hombre del riñón

 Por Fernando Cibeira

El mayor logro de Alfredo Atanasof en sus cuatro meses de ministro de Trabajo fue haber tenido la audacia de lanzar el subsidio para jefes y jefas de hogar desocupados sin tener muy en claro cómo se financiaría a largo plazo. Lejos de amilanarse, ante el enviado del FMI, Anoop Singh, el ministro comparó el (todavía endeble) plan con el New Deal que Roosevelt lanzó luego de la Segunda Guerra Mundial. Eso, y la confianza de años con el matrimonio Duhalde, debe haber sido lo que motivó que el Presidente lo ascendiera a la Jefatura de Gabinete porque en lo estrictamente laboral la gestión de Atanasof estuvo lejos de ser un éxito: en los primeros tres meses del año, y sólo en Capital Federal y Gran Buenos Aires, se perdieron 60 mil empleos.
La carrera política de Atanasof es inseparable del gremio de los municipales bonaerenses, una agrupación que hoy nuclea a unos 400 mil trabajadores. Ya en el ‘72 ocupaba la Secretaría de Acción Social de la CGT Regional La Plata, lugar al que volvió con el retorno de la democracia en el ‘83. Como suele suceder con los dirigentes municipales, hizo buenas migas con el gobernador de la provincia, Duhalde, a quien se acercó de la mano de Alberto Pierri, por entonces amo y señor de La Matanza. Cuando Pierri se peleó con Duhalde y abrazó la causa reeleccionista de Carlos Menem, el ahora jefe de Gabinete lo siguió. Apenas la cosa se puso oscura, Atanasof emprendió la vuelta al redil duhaldista.
Mal no le fue porque para las elecciones del ‘99 fue el único sindicalista que integró las listas a diputado nacional del PJ bonaerense. “Entendió que expreso a los sectores más preocupados por la deuda social”, dijo, en ese momento. Pero cerca de Duhalde justificaban su postulación en una definición del entonces gobernador, que consideraba cada seccional de los municipales como “una unidad básica en potencia”. Atanasof fue titular de la Comisión de Trabajo, pero abandonó su banca con mandato hasta 2003 para asumir la cartera laboral.
Desde allí trabajó codo a codo con Chiche Duhalde para poner a punto la gran apuesta social del Gobierno: un subsidio de 150 pesos con el que aspira asistir a unos 2 millones de desempleados. Si Chiche fue el alma mater del plan, Atanasof se hizo cargo de la defensa pública. De otros temas como, por ejemplo, una mejora en los salarios superdevaluados fue muy poco lo que pudo decir durante su breve mandato: “Hay otras prioridades”, respondió la semana pasada. Pese al brutal descenso de ingresos en los bolsillos de los trabajadores, sus amigos de las CGT no le hicieron ningún paro. Otro logro.
Tiene 52 años, platense, está casado y tiene dos hijos. Si Atanasof tiene poco del aspecto que, prejuiciosamente, se le puede adjudicar a un sindicalista –no usa camperas, no sube la voz–, su mujer, Lucía Arslanian, tampoco parece la esposa de uno. Según una nota de La Primera de dos semanas atrás, Lucía tiene el aspecto de una modelo retirada, frecuenta confiterías de Barrio Norte y su hobby es la literatura. Este año sacó un libro de cuentos, Entre lágrimas, risas y transgresiones, y el domingo pasado estuvo firmando ejemplares en la Feria del Libro.

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