EL PAíS › NELLY SERRUDO, VECINA DEL BARRIO

“Es raro que nadie viera nada”

Nelly Serrudo llegó al Lambertucci hace unos ocho años, después de trabajar en las quintas de los alrededores. Se mudó buscando una casa vecina al mercado de frutas de la colectividad. Era la época de los robos y los brutales ataques racistas a los vecinos del barrio. En contacto con otras mujeres, comenzó a hacer públicas algunas denuncias sobre desamparo y abuso policial. Tuvo alguna intervención en el caso de Luis Gerez. A casi dos meses de la investigación, hace un retrato del barrio, da cuenta de sus especulaciones y de cuáles podrían ser las razones por las que sus vecinos permanecen presos de un silencio contemplativo.

Nelly salió de las quintas por decisión propia, cansada de trabajar dieciocho o diecinueve horas, dice, sin la posibilidad de llegar a un sueldo mínimo. Su marido no quería salir de las quintas, pero ella le consiguió un trabajo en una fábrica de corchos. Al cabo de un tiempo llegaban a uno de los peores lugares del Lambertucci, dice Nelly. Los sábados terminaba trenzada con alguna banda del barrio. Ese fue, sin embargo, el comienzo del cambio, cuando se le ocurrió que tenía derechos y que como ciudadana podía pedir una ayuda hasta en la policía.

–¿Cómo fue?

–Ahora entiendo, con todo lo que pasó, entiendo. Cuando a usted le dicen tiene que ir a la comisaría, uno no va. Hoy no me podría pasar lo mismo porque sé hacer valer mi derecho. Pero yo iba y hacía varias denuncias, me daban un papelito y me volvía, pero nunca pasaba nada. Además, hasta los que entraban a la casa a robar nos decían que tenían un arreglo con la policía. Y era como real. Porque una vez, ellos entraron a mi casa, le pegaron a mi hija con un inflador, y podrían habernos matado.

–Los grandes ataques en las quintas de la comunidad boliviana de Escobar sucedieron alrededor de 2000. ¿Eso ocurría en ese momento?

–Sí, para esa época. Se sabía mucho, pero no podíamos decir nada. Y a algunos de los que fueron a hacer las denuncia, les habrá pasado como a mí: ponía la denuncia y terminaba por no haber una respuesta. Si usted va a hacer una denuncia y no hacen nada, qué vas a hacer. Encima, los vagos después se te ríen en la cara. Llegó un momento que con Basilia Choque que vendíamos en el mercado nos dijimos: si nos quedamos calladas, va a seguir sucediendo esto. Nos propusimos empezar a llamar a los canales.

–¿Funcionó?

–Sí, valió la pena. Porque no existieron ya tantos ataques a las quintas, no existieron tantas torturas. Valió la pena porque la televisión y la radio aparecieron, y claro, las autoridades tenían que moverse. Ahora, igual la gente es como que está descreída. No hay justicia y se encerraron ahí.

–Luego en el barrio empezó a funcionar el grupo Enlace. Pero en los últimos días usted dijo que el grupo desapareció.

–Eso nos extrañó bastante porque no estaban cumpliendo lo que deberían haber cumplido porque al no tener un jefe esto volvió a ser tierra de nadie. Y estos últimos empeoró peor. Alrededor del 15 o 18 se llevaron todos los móviles policiales definitivamente. Al no haber un jefe dependiente de la comisaría, venían o hacían el visto bueno, y después no sé si los ponían en las cuadrículas. Pero no se veía el resultado. Como asociación nos quejamos (a la provincia) por eso.

–Eso hizo que el equipo especial vuelva al barrio. A ustedes les llamó la atención la coincidencia de días con el caso Gerez, alimentado por la hipótesis de la zona liberada. Sin embargo, cuando uno camina el barrio tiene la sensación de que la gente no cree nada.

–Es algo raro. Como hay gente por todos lados, es raro que nadie haya visto nada. A eso de las cinco de la tarde para allá es impresionante la cantidad de gente que anda. Es imposible no haber visto nada.

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