EL PAíS › MIGUEL RODRIGUEZ, EL PADRE DE TERESA

“Sobisch tendría que irse”

 Por Martín Piqué

Desde Neuquén

Miguel Rodríguez tiene 75 años, un bigote negro que se le cae sobre las comisuras de la boca (al estilo del bigote “telón” que estaba de moda en los setenta), la piel curtida por el sol patagónico. Es el padre de Teresa Rodríguez. Hace exactamente diez años le avisaron que su hija había recibido una bala de plomo en el cuello. Dice que lo que sintió aquel mediodía del 12 de abril de 1997 lo volvió a sentir hace una semana. Estaba comiendo tallarines con su esposa, Flor Díaz Cofré, que es un año mayor que él pero lo tiene zumbando (“Parece que tuviera veinte años. Es mayor y por eso me pega”), cuando le avisaron que la policía había asesinado a un docente. “Lo primero que pensé fue ‘otra vez’. No pudimos terminar de comer”, cuenta. “Sobisch tendría que irse con su cúpula de malandras y delincuentes. Con todos los matadores que están con él”, dice Miguel sin levantar demasiado la voz.

Miguel tuvo un día agitado. Al mediodía encabezó el acto en homenaje a su hija que se realizó en Neuquén. A la tardecita fue el orador principal de la concentración y marcha de seis kilómetros que organizaron en Cutral-Có y Plaza Huincul. Los pobladores caminaron desde la plaza San Martín hasta el puente que lleva el nombre de su hija. Teresa Rodríguez, el nombre que dio origen y se convirtió en la primera identidad política del movimiento piquetero. Miguel sabe que su ese nombre forma parte de la historia reciente y que fue adoptado por algunas organizaciones de izquierda. “Si es para el bien, ningún problema”, dice con sencillez.

Mientras conversa con Página/12, el padre de Teresa regresa a su casa de Plaza Huincul 1696, barrio El Progreso, Cutral-Có. Repite la dirección: todo el que lo conoce sabe que lo puede encontrar ahí. Antes se la pasaba en su pequeña chacra de Monte Hermoso, donde tiene “habas, arvejas, alamedas y piletas”, pero los últimos días lo tuvieron ocupado. Su hermano Carlos y los cuatro hijos lo ayudaron a organizar el homenaje. Su hija Teresa hoy tendría 34 años. “Recordar los diez años de la muerte es muy triste. Pero con la tristeza y todo pudimos hacer algo. Y Teresa me dejó dos nietos, Jonathan y Alfredo”, dice.

–¿Cuál es su opinión sobre el conflicto de los docentes?

–Fueron ellos los que más aportaron a esta marcha. Yo los estoy ayudando mucho, pero los maestros son el fundamento. No tengo palabras para expresar tanto afecto. Yo soy un simple chacarero.

–¿Sobisch debe renunciar?

–Tenemos que unirnos contra la represión, contra los matadores. Con esa gente hay que hacer un licuado. El país cambió: en parte está bien y en parte mal. En Cutral-Có estamos mal, la canasta familiar es muy alta y no hay mucho trabajo.

–¿La explotación de petróleo no da trabajo?

–Todo está vinculado al petróleo pero, ¿quién maneja los hilos y las ganancias? Los gobernadores. Son ellos los que están ganando 4 mil millones de pesos por año. Nosotros no vemos nada. Hay más trabajo, ha bajado la desocupación, pero eso beneficia sólo a un sector.

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