EL PAíS

Mesas de arena en verano

 Por Mario Wainfeld

Los que enfilan rumbo al ala de Palacio donde atiende Néstor Kirchner dicen encontrarlo suelto, bromista, predispuesto a la plática larga. “Amor y paz” es su haiku favorito, envuelto en el proverbial torrente de palabras. Aseguran que se le nota el alivio de estar dispensado del ajetreo de gobernar. No le calza costearse a la Casa Rosada, cuenta que lo pone nervioso. En consonancia, insiste en que no irá por la reelección en 2011. Cuesta creerle del todo, también era difícil tomarlo en serio cuando anunciaba lo mismo en 2004. Esa vez cumplió.

El desfile, refieren los visitantes, es constante: intendentes, gobernadores, prospectos de candidatos, consultores. Rafael Bielsa se prueba la pilcha porteña, mordió el polvo en ese distrito y luego en Santa Fe, trashumante él. Ahora, minga de ilusiones, se trata de salvar la ropa. Alberto Fernández recuperó interlocución, esta semana hizo nuevo contacto con Kirchner.

“La provincia es el centro del universo”, se congratula el master en rosca política graduado en la University of the Street. Cuando se habla de la “provincia” no hace falta añadir más señas, como cuando se alude a “la Embajada”.

El diagrama es endiablado y proliferan los sondeos prematuros, los únicos agibles. El escenario barruntado por los kirchneristas es corroborado por los números que muestran. Kirchner es quien tiene la mejor intención de voto, repartida con mucha disparidad entre el conurbano y el interior provincial. Sergio Massa está unos puntos atrás, con buena imagen y pasable nivel de conocimiento. “Florencio (Randazzo) no mide”, lapida el master. Massa prorratea sus votos más parejito que Kirchner, cae menos en el interior, seduce menos en el Gran Buenos Aires. Para otro consultor no hay dudas, “Kirchner es la bala de plata”, puede sacar buena ventaja, casi no hay resquicio para que no se lance.

Si se lo consulta sobre este punto, el ex presidente opta por el estilo oracular. Como es regla con tales mensajes, las interpretaciones varían según los interlocutores.

El escenario que imagina Kirchner, convalidado con los datos que le acercan, es que su rival más duro será el peronismo disidente. Las profecías de los consultores, de los operadores y hasta del master concuerdan: el panradicalismo (Coalición Cívica, UCR, Mesa de Enlace) no da la talla, el panperonismo cosechará el 60 por ciento de los votos bonaerenses. Es una cifra enorme, chocante, no sería novedad. En 2003 Kirchner, Menem y Rodríguez Saá sumaron eso, en 2005 Cristina Fernández y Chiche Duhalde pujaron fieramente por ese tesoro electoral.

El problema del neoduhaldismo es cómo unifican personería Francisco de Narváez, Felipe Solá y (por detrás) Jorge Macri. Su virtual conjunción y una gran campaña podrían dispararlos al 30 por ciento, suponen varios compañeros asesores. El problema ahí es la cabeza de lista, un puesto con posibles proyecciones hacia 2011. “Felipe está cumpliendo mandato, puede dar un paso atrás”, especula el master, aunque se percata de que privarse de la marquesina en octubre puede ser letal para un presidenciable. En todo caso, la libido está puesta en la masa de votantes peronistas, para lo cual el entretejido con los intendentes es sustancial. En el imaginario K es mucho más acuciante limitar la diáspora del PJ que entorpecer la confluencia de los “contreras”. Se le destina más tiempo, se concede más a los compañeros

Ya se ha mencionado muchas veces a los intendentes bonaerenses en estas dos páginas. El cronista se pregunta si no es demasiado, el master lo tranquiliza: para nada. Lo esencial debe ser visible a los ojos.

Martín Sabbatella ingresa a la liza nacional, menudo desafío. Se requiere entre un tres o un cuatro por ciento de los votos válidos para conseguir un diputado. Da la impresión de ser un porcentaje bajo pero es una carrada de boletas, una proeza para fuerzas noveles. El virtual espacio a la izquierda de las fuerzas más taquilleras tendrá otros postores, su interna puede desgastar a todos. Entre las variables que dependen de ellos está la de articular la mayor cantidad de aliados posibles, algo peliagudo en la cultura de izquierda.

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Un día de paseo: Kirchner exhibe por doquier planillas de simulaciones en Santa Fe, Carlos Reutemann orbita por la estratosfera. “Anda cerca del 50 por ciento, lo dobla a Rubén Giustiniani (el actual candidato socialista). También lo medimos contra el intendente rosarino Miguel Lifschitz, que tiene algún puntito más. Pero hay una gran distancia.”

Pura lógica, describen los expertos. Dos figuras potentes hay en Santa Fe, el gobernador Hermes Binner y Lole. Binner es el de mejor imagen y mayor intención de voto. Pero su prestigio no se trasvasa fácil a sus paladines. Y Reutemann es un candidato de fierro en Santa Fe. También un prospecto de aprendiz de brujo para el kirchnerismo, un grano para Solá y De Narváez: el senador sería dueño de su destino futuro si llegara a ganar.

De cualquier forma, en su afán de conservar el aval peronista (así fuera con dirigentes que no son del palo y aceptando meter poca cuchara en las listas), el ex presidente lo motivó a salir al ruedo. Lole, reseñan confidentes de Palacio, rezongaba porque Binner se ponía la chapa de presidenciable y eso le hacía cuesta arriba pelearle su provincia. “Decí vos también que querés ser presidente”, lo habría estimulado el ex presidente, abriendo un porvenir complicado.

La charada santafesina tiene un ingrediente que conocen todos: el predicamento local de Reutemann es incomparablemente superior al de los Kirchner. De ahí que Lole (en una frase que ponen en su boca, demasiado larga para sus usos) advirtiera desde el vamos que “la campaña soy yo”. Un bocado difícil de digerir para los K, pero la gobernabilidad bien vale una misa.

La pregunta es qué pasará con la distancia hiperbólica cuando la campaña se polarice, sumando “al campo” del lado del socialismo. Los votantes panradicales pueden votar útil al socialismo, el opositor más consistente, a despecho de las tácticas de sus dirigentes. El capital político (máxime si tiene los niveles de que goza Binner) no se trasvasa. Los votos, en un contexto de gran polarización, a veces sí. A veces.

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Los capitalinos: La madre de Kirchner (chilena ella) llamaba “capitalinos” a los habitantes de Santiago de Chile. Su hijo, refieren en su entorno, exportó esa denominación para motejar a los porteños, un apodo de escaso uso en otras bocas. La Capital se empecina en ser un suelo esquivo al peronismo y al Frente para la Victoria. En las predicciones oficiales, los números de “la provincia” se invierten: un sesenta por ciento, elastizable a más, podría quedar en manos de la oposición si fueran candidatas Gabriela Michetti y Elisa Carrió, en porfía cerrada. Dos variables recurrentes en otros territorios rigen también en la París del Plata: las cabezas de lista son insustituibles y su intención de voto es incomparable con eventuales muletos. La segunda es el carácter acotado de los partidos opositores: PRO se desvanece allende la General Paz, la Coalición Cívica (si no va Lilita a la cabeza) agrega la provincia de Buenos Aires y no mucho más. Por ahora, claro.

Pero si las dos mujeres lideran sus boletas capitalinas, queda un remanente muy repartido. Como es frecuente (no inexorable) en parlamentarias porteñas hay un potencial para la izquierda antikirchnerista y para el ibarrismo. Las huestes de Pino Solanas y las del ex jefe de Gobierno pintan para mejorar sus dignos guarismos de 2008. “Ahí se nos va un veinte por ciento”, tabula el master y, como es bueno para los números, deduce que “ni ahí” el FpV podría atrapar el 20 por ciento residual. La desazón no resiente la ronda de precandidatos, emparejados por la malaria, usualmente peleados entre sí. Oy, oy, oy.

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Otros lares: El radicalismo, incluso sin Julio Cobos como candidato, es el favorito en Mendoza, una provincia de inusual alternancia y paridad entre peronistas y boinas blancas. Hoy la taba se inclina hacia la UCR. Cobos podría ser el único radical-radical que ganara un distrito grande, un botín para un presidenciable. Si él se postulara podría lograr una diferencia sideral. Por ahora, dice que no.

Luis Juez tiene perspectivas amplias de tomarse revancha de la elección que le birlaron malamente en 2007. Se añadiría así otro éxito opositor, por manos de otro dirigente y otro partido. Una coalición con los radicales podría potenciarlo pero el ex intendente tiene la sangre en el ojo por la conducta electoral de la UCR, cuando le armó una lista tapón, favoreciendo a Juan Schiaretti.

El mundo puede cambiar, Obama es presidente, hay una crisis económica machaza, cayó el precio de las materias primas... pero hay reductos invulnerables a los cambios. San Luis permanecerá inmune, bastión invicto de los Rodríguez Saá.

El “otro” peronismo disidente acaso pueda arrimar algunas bazas en Salta, si Juan Carlos Romero no pacta. El NOA, el NEA y la Patagonia se calculan como feudos del oficialismo.

Con ese mapa, en el que es posible y hasta probable perder cuatro de las provincias más grandes, Buenos Aires y Santa Fe son centrales. Achicando márgenes en Córdoba y Mendoza, los kirchneristas calculan rondar el 35 por ciento de los votos y primar sobre el archipiélago opositor. Kirchner es avaro con las cifras, chimentan sus contertulios que lo leen como entusiasmado, voluntarista o exitista.

Faltan nueve meses de un año inextricable, abierto a cien contingencias nacionales o mundiales. Las coaliciones que pueden formarse exceden la longitud de esta nota, las ambiciones de los protagonistas son uno de sus escollos. Los operadores políticos ya trabajan full time, los consultores no se tomaron vacaciones.

Falta mucho, pero hace rato que los competidores están obcecados, en carrera, aunque quede coqueto disimularlo un poquito.

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