EL PAíS

Cuestiones de poder

El texto que sigue fue publicado en Buenos Aires en el número 2 del periódico Vorwarts, el 16 de octubre de 1886. El historiador económico Israel Lotersztain, quien lo encontró, reitera: “Créanme, es de esa fecha, no de ayer a la tarde”. El primer periódico socialista de Latinoamérica tituló el texto, en alemán, La exención impositiva de los ricos. Dice así: “Todo estamento privilegiado intenta siempre, en una forma ostensible o velada, directa o indirecta, imponer las cargas necesarias para sostener el sector público sobre las espaldas de las clases oprimidas y desposeídas. Cuando en Francia en 1641 se le demandaron a la Iglesia seis millones de francos como impuesto extraordinario a fin de auxiliar a las más imperiosas necesidades del Estado, aquella dio, por boca del Arzobispo de París, la siguiente respuesta característica: ‘El viejo hábito de la Iglesia durante su esplendor fue que, con el fin de responder a las necesidades del Estado el pueblo pagara los impuestos con sus bienes, la nobleza con su sangre y el clero con sus oraciones’. Lo que entonces hacía abiertamente y declaraba con claridad el clero como estamento dominante y privilegiado lo hace hoy, aunque en forma encubierta y muy solapada, la clase poseedora del capital, y por cierto que esto lo consigue por medio de los impuestos indirectos. Impuestos directos son aquellos que son retenidos a los ingresos y que por lo tanto se ajustan a la magnitud de los ingresos y de la propiedad del capital. Impuestos indirectos en cambio son aquellos que gravan por ejemplo la carne, los cereales, cerveza, mercancías, alquileres, o la necesidad de protección jurídica, asuntos judiciales, sellos, etc. y que muy a menudo el individuo paga el precio de las cosas sin advertir ni saber que es el impuesto lo que encarece el precio de tales productos. Ahora bien, es claro que un hombre que es 20, 50 o 100 veces más rico que otro no por ello come 20, 50 o 1000 veces más pan o carne, ni bebe 100 veces más cerveza. No tiene esa misma proporción de veces las necesidades del rico que las de un trabajador o miembro de la pequeña burguesía. De esto resulta que el importe de todos los impuestos indirectos, en lugar de afectar a los individuos en función de las posibilidades de su capital o ganancias, es pagado en su mayor parte por los que no tienen medios, por las clases más pobres. Estas son las condiciones impositivas en la Argentina, prácticamente no hay otro país del mundo en que los gobernantes hayan desarrollado un sistema impositivo indirecto en forma tan inaudita como aquí. [...] Gracias al bolsillo del trabajador pobre son pagados los funcionarios corruptos, los soldados, oficiales, las numerosas pensiones sin justificativo, las gratificaciones que a granel son concedidas por el Senado, y sobre todo las amortizaciones e intereses de los préstamos tomados por el Estado y los municipios, que alcanzan a cifras increíbles e inauditas. Todo lo anterior es pagado a través de los impuestos indirectos, que gravan los productos de primera necesidad que consume el pueblo, que ya prácticamente no está en condiciones de solventar el actual precio de los víveres. Y no solo eso: el trabajador muchas veces posee una familia numerosa y al tener que comprar más alimentos, tanto más son los impuestos indirectos que debe pagar, todo para que los millonarios queden exentos. ¿No representa esto una escandalosa injusticia? ¿Acaso todo hombre de buenas intenciones, todo hombre que tiene dentro de sí el sentido de la Justicia no debería intervenir, a fin de que un sistema tan abominable sea cambiado (como lo está siendo en Estados Unidos) y modificado por uno más justo? Pero, por cierto ¿quién hace las leyes en este país? Un número pequeño, increíblemente pequeño de personas que tiene en sus manos el poder, y lo emplea para situarse del modo más ventajoso posible. Debe entenderse: las cuestiones impositivas son cuestiones de poder”.

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