EL PAíS

La huella del Che Guevara

 Por Gustavo Veiga

Horacio López Das Eiras es un periodista cordobés que en 2006 publicó una valiosa investigación sobre la infancia y la adolescencia del Che Guevara transcurridas en las ciudades de Alta Gracia, Córdoba y Buenos Aires. Su libro Ernestito Guevara antes de ser el Che (Ediciones del Boulevard) describe en varios párrafos aquella búsqueda de aire puro para el niño asmático que llevó a la familia Guevara Lynch a instalarse en las inmediaciones del Golf Club de las sierras cordobesas.

“Una buena noticia se produce cuando Ernesto padre es contratado por la empresa Tierras y Hoteles, propietaria del Sierras, para ampliar los terrenos de la cancha de golf. El trabajo le viene de maravillas, teniendo en cuenta que la sola dependencia de las cosechas yerbateras le ha provocado varios altibajos financieros. Asociado con su hermano, el arquitecto Federico Guevara Lynch, ponen en marcha el trazado. De esta forma, el padre de Ernestito debió desempolvar sus conocimientos de Agrimensura, carrera que empezó a estudiar, pero al igual que Arquitectura, Medicina e Ingeniería no terminó. Una fotografía rescatada en el tiempo, lo muestra rozagante al frente de una cuadrilla, luciendo pantalones breeches, camisa blanca, medias al tono y chaleco oscuro. Cualquiera podría asegurar que se trataba de un distinguido lord”, relata López Das Eiras.

En otro tramo del libro, el autor describe lo que era –allá por los años ‘30– el lugar que los Iaccarino recibieron bajo presión de los testaferros de la dictadura a cambio de propiedades más costosas. “Después de vivir en el Hotel de La Gruta, Villa Chiquita y Villa Nydia, los Guevara realizan un nuevo traslado de casa. Esta vez deben retirarse hacia una zona de ensueño donde toman un chalet lindante al campo del Golf Club. Desde su galería pueden contemplarse los destellos de los links y las crestas de los cerros asomados sobre las copas de los olivos. La casa es propiedad de una acomodada familia porteña de apellido López Pondal y se encuentra al final de una calle sin salida que termina en los cercos del golf. Su amplio jardín más el verde contorno serán territorios tomados por Ernestito y su pandilla de amigos. Si la cancha se encuentra a un paso y los palos de golf se pueden hacer con ramas de árboles, es cuestión de apropiarse de las pelotitas que desparraman los golfistas chambones.”

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