EL PAíS › LOS LíMITES DE LAS DECISIONES DE LAS TRES úLTIMAS CUMBRES DEL G-20

Un abismo del dicho al hecho

El presidente francés Nicolas Sarkozy promovió topes a las bonificaciones millonarias que cobran los operadores financieros y condenó los paraísos fiscales; sin embargo, en la práctica, se siguieron pagando indemnizaciones exorbitantes.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

En tres cumbres sucesivas, noviembre de 2008 en Washington –en plena explosión del sistema financiero internacional–, marzo de 2009 en Londres y septiembre de 2009 en Pittsburgh, el G-20 se reunió con la intención declarada de sanear los circuitos de un sistema viciado por la falta de regulación y el apetito sin freno de la finanza mundial. Elegido con un programa liberal, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, fue el más contundente cuando se trató de condenar ese sistema: promovió la limitación a las bonificaciones millonarias que cobran los operadores financieros, lanzó una ofensiva constante contra los paraísos fiscales, abogó por el fin de los “especuladores” y, en reiteradas ocasiones, habló de “refundar el capitalismo”. Las declaraciones finales de las últimas tres cumbres del G-20 recogen esos deseos. Sin embargo, la realidad de las finanzas convierte esas declaraciones en un puñado de poesía política.

La defensa de los valores morales moviliza a la opinión pública al tiempo que deja las manos libres a las estructuras para que perpetuen sus métodos con toda impunidad. Un año después de las cuentas en rojo, los bancos y los organismos financieros que sobrevivieron ganaron más dinero que nunca gracias a los planes de rescate de los Estados, a las bajas tasas de interés con que consiguen dinero a corto plazo y, por supuesto, gracias a la especulación.

Pese a las recomendaciones y al código de buena conducta adoptado por los bancos luego de la cumbre del G-20 realizada en Londres, el banco francés BNP-Paribas bloqueó este año 1500 millones de dólares para pagar bonificaciones a esos hacedores de milagros y de desastres que son los traders. Esa suma equivale a apenas el 10 por ciento de lo que Goldman Sachs pagó en Estados Unidos a sus empleados. Detalle significativo: BNP-Paribas recibió más de 7000 millones de dólares de ayuda del Estado francés cuando estalló la crisis de 2008. En paralelo a las cumbres del G-20 y a los códigos propuestos al cabo de las mismas, la finanza mundial siguió su fiesta ascendente mientras el desempleo continuaba tragando decenas de miles de puestos de trabajo en el mundo entero. Goldman Sachs obtuvo beneficios trimestrales del orden de 3,5 mil millones de dólares y, después de haber tocado fondo en los primeros tres meses del año, el índice bursátil francés, el CAC 40, ganó 35 por ciento. Un alto funcionario francés citado anónimamente por el diario Libération evoca esa situación en estos términos: “Esa es la paradoja; los bancos salen aún más poderosos de esta crisis”. La Deutsche Bank publicó un beneficio de 1500 millones de dólares en el curso del primer semestre de este año, lo que representa el doble de los beneficios obtenidos el año pasado en el curso del mismo período (750 millones de dólares). Si la crisis de 2008 se tragó 40 por ciento de la riqueza mundial, los bancos recuperaron rápidamente ese terreno cedido, pero sólo en provecho propio. Por ejemplo, en 2008 la Deutsche Bank sufrió la peor pérdida de su historia, 5,5 mil millones de dólares. El capitalismo casino le devolvió al año siguiente los tributos del juego. Según análisis convergentes, desde la explosión de la crisis financiera de 2008, los gobiernos del mundo pusieron en circulación 18 billones de dólares en fondos públicos para recapitalizar el sistema bancario, lo que equivale al 30 por ciento del PBI mundial. El poder de los bancos quedó intacto.

Ese poder se basa en la misma metodología que condujo al desastre: la especulación. Por un lado, los bancos redujeron drásticamente los créditos destinados a las empresas y al consumo, por el otro, incrementaron la especulación en las famosas “salas” donde se mueven los hilos del mercado financiero. El mismo diario Libération explica que los bancos dejaron al margen los productos con alto valor agregado de riesgo –responsables de la crisis– como el Credit Defaut Swaps y concentraron sus especulaciones en productos “sanos” del tipo obligaciones. Libération revela así que, en el seno de BNP-Paribas, el departamento que se ocupa del crédito, de las divisas y de las tasas de intereses superó todos los límites de ganancias esperados desde principios de año con un aumento de su producto bancario neto del orden de 600 por ciento. Allí donde se mire, el tan vilipendiado sistema financiero se hizo más poderoso a espaldas de la crisis. Los bancos y las instituciones financieras que no se hundieron entre 2008 y 2009 cosecharon ganancias históricas. Más aún, la quiebra de bancos y organismos financieros hizo todavía más fuertes a los que se quedaron en el mercado, sea porque la competencia desapareció del mercado, sea porque fue absorbida por los sobrevivientes. Ese es el caso de BNP-Paribas, que se compró a Fortis, mientras que en Estados Unidos, entre muchos ejemplos, JPMorgan Chase se compró a Bear Stearns, la Bank Off America absorbió a Merril Lynch y Lehman Brothers, con su desintegración, dejó un vacío rápidamente llenado por sus adversarios de antes.

Los analistas europeos advierten del peligro que plantea un panorama semejante. Las estructuras financieras gigantescas se convirtieron en megaestructuras con la crisis y ello lleva a que, en caso de nueva sacudida, el Estado se vea obligado a un nuevo rescate para evitar que la hecatombe sea más honda. Los Estados estarán así prisioneros de los especuladores, de una suerte de nuevo oligopolio que detenta tanto la llave de los abismos como los circuitos para obligar al padre protector a salvarla de sus excesos.

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Los militantes antiglobalización se concentraron en repudio a las cumbres europeas del G-20.
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