EL PAíS › LUNES DE DEFINICIONES

Una línea ocupada

 Por Irina Hauser y Raúl Kollmann

El juez Norberto Oyarbide resolverá el lunes la situación procesal de Ciro James y de tres policías misioneros que participaron de la operación de espionaje ilegal contra Sergio Burstein, integrante de la agrupación Familiares de las Víctimas de la AMIA, y Carlos Avila, empresario de televisión. A esta altura de la pesquisa está claro que el espía y los uniformados misioneros armaron varias causas falsas –por homicidio y robo– con las cuales justificaron intervenciones telefónicas ilegales que siempre tenían un final común: Ciro James retiraba las cintas de la SIDE. Toda la trama tiene, judicialmente, un casillero por llenar: quién era el jefe de James y el que encargó las escuchas. Las evidencias, por ahora, apuntan a Jorge “El Fino” Palacios. Ayer se agregó un dato adicional: el peritaje de comunicaciones demostró que en 50 días James se comunicó 292 veces con jefes de la Policía Metropolitana, incluyendo a Palacios, Osvaldo Chamorro, el actual titular de la fuerza; uno de sus secretarios, Adalberto Ontiveros, y el jefe de Personal, Eduardo Orueta.

Las dos personas espiadas parecen constituir casos distintos.

- Las escuchas de Sergio Burstein son actuales, de agosto y septiembre, momento en que se definía la situación de Palacios en la causa AMIA, en la que terminó procesado. Todo indica que esas maniobras las realizó James estando ya en la Policía Metropolitana, a la que llegó de la mano de El Fino.

- El espionaje a Carlos Avila empezó en 2007 y la orden provino de dos jueces misioneros distintos, que se basaron en cinco causas diferentes, algunas insólitas. En esta época, James trabajaba en la Policía Federal, aunque todo indica que también para ARPA, la empresa de seguridad de la que es propietario Palacios. El objetivo del espionaje a Avila era conseguir información sobre negociaciones que llevaban adelante el empresario y el titular de la AFA para romper el contrato con Torneos y Competencias, empresa de la que Avila ya se había ido, y establecer un canal dedicado exclusivamente al fútbol.

En esta primera decisión, Oyarbide todavía no apuntará a los que encargaron el espionaje, sino a sus protagonistas: James y los policías. Contra el espía hay pruebas abrumadoras. Fue quien retiró las cintas de la SIDE en ambos casos, el de Burstein y el de Avila, y también es la persona señalada como la que aportó los elementos para abrir las causas truchas.

Contra los tres policías misioneros –un alto jefe, Rubén Quintana; el titular de Homicidios, Raúl Rojas, y un oficial de Inteligencia, Diego Guarda– también hay pruebas sólidas. Está claro que avalaron el armado de las causas falsas en Misiones y consiguieron las órdenes judiciales para que se pincharan los teléfonos. Todo indica que será imposible que convenzan a Oyarbide que tenía sustento involucrar a Burstein y Avila en robo a bancos, piratería del asfalto u homicidio.

El nuevo informe de comunicaciones, cuyo origen es Nextel, confirma que las llamadas entre James, Palacios y Chamorro se hicieron a través de la antena que se corresponde con el edificio de la Metropolitana. Eso indicaría que el espía pasaba mucho tiempo allí. Son 292 llamadas, por radio, pero en algunas los clicks son ocho o nueve y hay de treinta clicks. O sea que se trata de 292 conversaciones completas. Está claro que James reportaba a Palacios y hay que ver cómo evalúa Oyarbide las llamadas con Chamorro, quien dijo bajo juramento que casi no conocía al espía.

A última hora de ayer, el fiscal Alberto Nisman pidió que se verifiquen las grabaciones de video del exterior del edificio de la Ojota, la oficina encargada en la SIDE de las intervenciones telefónicas. Nisman quiere comprobar si James, cuando retiraba las cintas, lo hacía conduciendo un vehículo de la Metropolitana.

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