EL PAíS

Adolescencia

 Por Litto Nebbia

Leer algunos comentarios del actual ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires me remite a mi adolescencia. No entiendan mal, por favor. No es que sus palabras me hagan sentir más joven. Leer sus comentarios sobre el rock y el tango me conectan directamente con tanta injusticia y amargos tiempos que tuve que vivir en mi juventud. Tanta calumnia, falsa acusación, pensamientos erróneos que pesaban sobre nosotros por el hecho natural de cultivar una propuesta musical nueva, distinta.

Finalmente, una actitud diferente hacia la Vida.

Recuerdo puntualmente que por esa época me detuvo la policía 21 veces en solo un par de meses. Nunca supe realmente por qué. Ellos tampoco. Ya era casi como entrar y salir de tu domicilio.

Luego pasó la Vida, y recuerdo casi jocosamente que cuando me distinguieron Ciudadano Ilustre de mi ciudad natal, Rosario, y luego Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, emocionado me dije: “¿Tanto lío para esto?”.

Es muy extraña la sensación de que por un tiempo te traten como al Enemigo Público Nro. 1, y luego seas tan Honorable. Uno se pregunta, ¿qué era yo? ¿Qué pasaba con nosotros? Para terminar conformándose con que todo fue un “malentendido”.

Todo esto bajo el tremendo criterio de anular lo que no se entiende. Despreciar lo que no se comparte generacionalmente.

Tenemos que terminar de comprender por qué en nuestro país el que piensa distinto pasa a ser peligroso. ¿Por qué nos resultará tan difícil saber convivir con el otro?

Creo que no sirve de nada polemizar sobre estas declaraciones. Son cosas que se dicen en nuestra sociedad, porque vivimos un tiempo donde predomina la inflación de la palabra. Cada uno tiene derecho a desarrollar la ideología que prefiera. Pero si desde un lugar político como Educación empezamos así, es como si aquí no hubiera pasado nada.

En lo estrictamente personal, estoy totalmente agotado de oír expresiones que suenan como “órdenes”. Que ofenden. Que provocan reacción en variados sectores. Después queda gente que todavía se pregunta por qué no cierran las heridas. Sencillamente, porque no se cierran de un portazo.

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