EL PAíS

El mundo al revés

 Por Horacio Verbitsky

La polémica entre el ministro Héctor Timerman y el periodista Alfredo Leuco es una sucesión de sorpresas que tal vez no haya concluido. En primer lugar, es insólito que a un periodista le moleste que el canciller haya divulgado su punto de vista sobre asuntos de gobierno. Lo habitual es que los funcionarios cultiven el secreto y los periodistas les exijan el acceso a las informaciones que el público merece conocer. La segunda sorpresa fue que Timerman contara un encuentro anterior en el que Leuco, según dijo acompañado por su gerente comercial, le pidió publicidad “para hablar bien de Kirchner”. Otros periodistas han escrito en forma crítica sobre las condiciones del ejercicio de su profesión en estos tiempos, pero ninguno fue tan extremo como Leuco en su curiosa descalificación de este periodo como el más restrictivo para la libertad de expresión en democracia. Esta enormidad, que lo llevo incluso a polemizar con el director de su diario, Jorge Fontevecchia, es incomprensible en un periodista, pero tal vez no tanto en un productor. Hay una frontera sutil, que puede reducirse a un asunto de interpretación, entre el chantaje que describe Timerman y la ronda pedigüeña de los periodistas que producen sus programas, en espacios que deben comprar a las señales o a las emisoras. Esta práctica fue deplorada hace ya años por Carlos Ulanovsky como una degradación del oficio. La tercera sorpresa fue que Leuco anunciara que demandaría ante la justicia a Timerman por calumnias e injurias. Por más que aclaró que lo haría en el fuero civil, esta decisión contradice los largos años de lucha de muchos colegas en contra de la intimidación judicial. El proyecto de la ex Asociación Periodistas y el que elaboró el CELS luego del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de Eduardo Kimel no incluían sólo la despenalización en casos de interés público, sino también la protección contra el acoso monetario, que para muchos puede ser tanto o más intimidatorio que la amenaza penal. Si un periodista es acusado de algo injusto, sólo debería ofrecer sus pruebas y sus argumentos y confiar en el tribunal de la opinión pública. Carezco de elementos sobre la veracidad o no de la solicitud que menciona Timerman, pero la reacción insultante de Leuco no es el mejor argumento para desmentirla. La última sorpresa fue enterarme, por la segunda carta de Timerman, de que Leuco es judío. Con razón cada día se parece más a mi abuelo.

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