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Pinchaditas

Caramelo. Cuando le preguntaron si le había pedido explicaciones a Mariano Narodowski por la designación de James, Roberto Ayub se sonrió. “Sí, lo hablé con Barroso y con el ministro: ¿¡Por qué me tengo que estar comiendo este caramelo si no tuve nada que ver!?”, soltó. “En términos políticos”, acotó. También comentó el tema con autoridades de la Universidad de La Matanza: “Nos cruzamos en algún pasillo y dije: `¡Qué quilombo!’”.

El primer trabajador. Luego de una serie de preguntas del radical Rubén Campos, quedó claro que Ayub trabajaba 35 horas semanales para el gobierno porteño y otras 35 horas para la Universidad de La Matanza, lo que da un total de 14 horas por día. “Y, a veces, he ido a trabajar los fines de semana”, acotó el ex funcionario PRO.

Sarasa. El rector de la Universidad de La Matanza esquivó las preguntas sobre una tecnicatura en buceo que propuso el decano de Humanidades por consejo de Ciro James. “¿James no les dijo que era buzo táctico?”, le preguntó Raúl Fernández. “Que lo haya propuesto no implica que tenga la especialidad”, respondió Daniel Martínez. “Los abogados o los economistas podemos sarasear mucho, pero ser buzo requiere un entrenamiento”, advirtió Fernández.

Incrédulos. “No puedo entender cómo los teóricos recomendadores de James ganaban cinco mil pesos y el recomendado cobraba seis mil”, chicaneó Martínez a los macristas. “A mí me recomendaron para trabajos y terminé ganando más”, le aclaró Fernando de Andreis. “Me resulta inverosímil”, retrucó Martínez. “¿Qué cosa?”, preguntó el macrista. “Que me cambies la pregunta dos veces”, dijo el rector.

Los de afuera... Lograron preguntar dos legisladores que no son miembros de la CIE. El primero fue Julio Raffo, de Proyecto Sur, que hizo cerca de 12 preguntas sobre un estatuto de la Universidad de La Matanza, que resultó no ser el actual (provenía de 1983). Luego se sumó la kirchnerista María José Lubertino, pero la huida de legisladores del macrismo y otros bloques hizo que el presidente de la CIE, Martín Hourest, le informara que no tenía quórum para continuar. Lubertino primero intentó discutir y reclamó que citaran al testigo para otro día, pero finalmente se levantó y se fue ofendida.

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