EL PAíS › LA DURA VIDA DE UN DIRIGENTE JOVEN

De la cárcel al kirchnerismo

 Por Carlos Rodríguez

“Yo caí preso el 15 de diciembre de 2001. Hoy analizo que fui víctima de la política de los noventa. A mí me cagó (Carlos) Menem. A mí me cerró las escuelas técnicas, a mí me dejó sin trabajo. Ese proyecto de país hizo que yo terminara donde estuve.” De ese modo, Alejandro Salvatierra recuerda sus años en la cárcel, condenado a siete años de prisión por robo. Ahora dice que cuando le dicen “kirchnerista” no se ofende. “Me seducen y me gustan muchas cosas que hizo ‘El Tuerto’ (así lo llama a Néstor Kirchner). Yo estaba en la Unidad 9 de La Plata, pabellón 9, celda 18, mirando por la televisión que asumía un tipo que no me decía ni fu ni fa. A los dos meses nomás, mi mamá recibía la pensión por sus siete hijos. Que un tipo se acuerde de darle algo a mi vieja... cómo no lo voy a querer.” Mientras cuenta la anécdota, a Salvatierra se le llenan los ojos de lágrimas.

“Mi mamá no tenía trabajo. Lo que hacía era limpiar, con una cuchara de albañil, todas las zanjas de la villa, para facilitar la evacuación del agua. Era algo que hacía por las suyas, no tenía contrato con nadie. Después pasaba casa por casa y pedía una moneda. Así nos daba de comer mi vieja.” Luego de recordar esa etapa de su vida, afirma: “No me ofende ser kirchnerista. Todo lo contrario. Este tipo se acordó de nosotros cuando nadie lo hacía, cuando nos habían condenado a vivir con planes sociales”.

Salvatierra, Pitufo para sus amigos, nació en la Villa 15. Cuando tenía dos años sus padres se mudaron a otro lugar de la ciudad, pero regresaron al barrio cuando “Pitu” tenía 9. “Soy el mayor de siete hermanos, mi papá siempre estuvo preso. Lo mataron en un hecho policial.”

Regresaron a la Villa 15, a vivir “en el patio que nos prestó una vecina y donde construimos un habitación de tres por dos”. Aseguró que le quedaron “imágenes grabadas” de esa época. “A la casa la hicimos con ladrillo reciclado del Elefante Blanco (el edificio semiabandonado de Ciudad Oculta que iba a ser el hospital más grande de Sudamérica). Ibamos a sacar los ladrillos y también las chapas.”

Comentó que las chapas “estaban agujereadas y el agua pasaba cuando llovía. Por eso tapábamos los agujeros con un nylon. Tengo una imagen que no la puedo sacar de mi cabeza: las veces que me desperté cuando las bolsas de plástico se rompían y el agua acumulada me caía en la cara”. Pitu acompaña sus palabras con gestos amplios: cuando cuenta la anécdota agita las manos y cierra los ojos como si estuviese recibiendo, de nuevo, la salpicadura.

Se crió en la calle, donde estaban “la droga y amigos que eran siempre mayores”. Así fue que cayó en el delito, mientras cargaba con la historia de su viejo, que siempre vivió en la delincuencia. “En ese contexto yo era el hijo de...” Otro recuerdo imborrable es que él era “la foto en negativo del chico que entra a la casa contento. Entrar a mi casa era amargarme, era triste, prefería estar en la esquina, hablando de fútbol”. Cuando iba entrando se preguntaba: “Vamos a comer o no, mamá estará bien o depresiva, andará el televisor, porque a veces no andaba o se cortaba la luz”. Así fue como llegó el momento en que se metió en el delito: “Fue una mala elección, me equivoqué, pero no tenía opciones. Era la droga, las armas, la violencia entre vecinos, las bandas del barrio, todo mal”.

La política lo rescató, desde que “Kirchner le entregó a mi vieja su pensión”. Se enoja cuando cuenta que un periodista dijo, durante un reportaje a Daniel Filmus, que Salvatierra era “puntero” del ex ministro de Educación. “La palabra ‘puntero’ representa a alguien que cambia algo a favor de otra cosa y no hago eso.” Pero lo peor es que le pidieron a Filmus que explicara “cómo es que tiene un ‘puntero’ ex convicto”.

Sobre ese punto, Salvatierra aclara: “A mí la sociedad me condenó a estar siete años en la cárcel. Nunca me dijo que también me condenaba a vivir abandono, vejaciones, servidumbre y un montón de cosas que pasan en una cárcel. Yo cumplí mi condena hasta el último minuto y luché contra un sistema para poder estudiar y reinsertarme en la sociedad”.

La cabeza le hizo “crack” luego de pasar unos días en una celda de castigo y ver a sus hijos a través de un vidrio, sin poder saludarlos. “Me acordé de lo que yo viví con mi papá, que no fue un buen padre, que fue un padre ausente.” Aunque no practica esa religión, dijo que le sirvieron las palabras que le expresó un pastor evangelista: “Me miró y me soltó una frase: ‘Dios me dice que te diga que vos no naciste para vivir así’”.

Hizo la secundaria en la cárcel, en tres años, aunque a veces tenía que pararse en la puerta de la celda, desde las 9 de la mañana “para que me abrieran antes de las dos de la tarde y poder ir a estudiar, porque a veces no me dejaban salir”. Empezó a leer, en prisión, los libros que eran de su abuelo. Leyó un libro de Miguel Bonasso sobre el peronismo, los discursos de Eva y Juan Domingo Perón, con el contexto histórico en el que fueron pronunciados. También se interesó por próceres que hoy no quiere, como Domingo Faustino Sarmiento o Julio Argentino Roca.

Salvatierra está casado con Debora. Los dos tienen 30 años y se conocieron a los 13. Tienen tres hijos, Héctor de 14, Iván de 9 y Kiara de cinco meses. Pitu dice que hoy sabe mucho de la historia del país, gracias a tres de los profesores que tuvo en la cárcel: Hugo Freud, Luis Méndez y Jorge Molina.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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