EL PAíS › REPERCUSIóN EN LA FUERZA AéREA

Con las alas en remojo

 Por Nora Veiras

El ministro de Defensa, Arturo Puricelli, se encontró a días de su asunción con la detención de tres hijos de ex jefes de la Fuerza Aérea presos en España por traficar 944 kilos de cocaína. Después de veinte días de silencio, la semana pasada, el ex gobernador de Santa Cruz calificó como “deplorable y condenable” el hecho pero defendió a la Fuerza Aérea como institución y se quejó del “aprovechamiento político” y la “bronca contenida” que le provocaba el tratamiento periodístico del tema. En un sector del Gobierno se interpretó como “corporativa” esa defensa y destacaron que la Aeronáutica viene registrando en los últimos meses más de un episodio de descontrol. El robo de fusiles en la base aérea de aeroparque, el robo de municiones en otra base de El Palomar y la seria sospecha de que el cargamento de droga se haya hecho en la base militar de Morón completan un rompecabezas que los más benévolos resumen en una crisis de autoridad.

En el Edificio Libertador los colaboradores de Puricelli le restan trascendencia a la decisión de desplazar al comodoro Jorge Ayerdi, jefe de la militar de Morón. En la Rosada comentaban ayer que el ministro se había cruzado a la Jefatura de Gabinete con la intención de armonizar el discurso oficial y evitar desinteligencias dejando a salvo a la Fuerza Aérea. Encontró, en cambio, la decisión tomada desde el riñón presidencial de separar a Ayerdi para despejar el camino de la investigación. En Defensa explican que el comodoro tendrá otro destino, pero todavía no se sabe cuál será. Su hermano sigue cumpliendo funciones como jefe de entrenamiento. El conocimiento familiar entre los Ayerdi y los Juliá –dos de los hermanos detenidos en Barcelona y el mayor pasado a disponibilidad apenas estalló el escándalo– es otro de los elementos que complicaba el escenario.

A la luz de las declaraciones que realizó anteayer la ex ministra de Defensa y titular de Seguridad, Nilda Garré, quien cuestionó la liviandad con la que se manejan los controles a raíz de las vinculaciones familiares de militares, los dichos de Puricelli resonaron fuera de contexto. Desde la Base de El Palomar adonde se trasladó para felicitar a los oficiales que habían participado en el rally París-Dakar, el ministro acompañado por el jefe del Estado Mayor Conjunto, Jorge Chevalier; el jefe de la Fuerza Aérea, Normando Constantino; el jefe del Ejército, Luis Pozzi; y el jefe de la Armada, Jorge Godoy, había destacado la semana pasada: “Habrán sentido, como yo, esta bronca contenida, porque no se puede desprestigiar vilmente a las instituciones” y agregó: “No podemos hacernos cargo de la historia de cualquier persona”.

En Defensa insistían ayer que la figura de Constantino no fue tocada por el caso del Challenger 604 matrícula N600AM que estuvo en la base de Morón durante dos meses hasta que despegó rumbo a Barcelona. En otros sectores del Gobierno estiman, por el contrario, que su autoridad quedó algo mellada por lo ocurrido en Morón. La Fuerza Aérea peleó por mantener el control de una parte de esa base en la que convive la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) a cargo de Ricardo Palazón y la Base Militar al mando de Ayerdi hasta anteayer. La mala relación entre ambos organismos sumada a la existencia de escuelas de aviación civil, una escuela técnica, un taller mecánico y el alquiler de hangares convertían a ese inmenso predio en una oportunidad para hacer y deshacer a piacere, máxime siendo hijos del ex jefe de la Fuerza Aérea durante el menemismo y emparentados con toda la familia aeronáutica.

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