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El peligro de la sobreactuación

Usted habla en su libro de los muertos que no figuran en las estadísticas, los muertos en masacres masivas y “por goteo”. ¿Cómo entran en esa definición las víctimas de actos terroristas? ¿Y Bin Laden?

–Si comparamos la cantidad de muertos por el terrorismo con la de muertos por genocidios, es insignificante. Pero los muertos por terrorismo y Bin Laden no son muertos que no hablan, a éstos les hacen decir que están muertos, los muestran. Los muertos silenciados son los cien millones que fueron masacrados en el siglo pasado y los que en este siglo lo están siendo en Sudán y los que mueren de hambre y sida en toda el Africa sudsahariana.

–También usted dijo que ese modelo de “Estado gendarme” o policial, que tiene como base el castigo, la estigmatización, la exclusión, nace en Estados Unidos, y justo lo tenemos a Obama mostrando su victoria.

–Según los estudiosos del tema norteamericano, esto arranca con Johnson a fines de los sesenta y se agudiza a partir de los ochenta, como empresa destinada a demoler el Estado social modelo Roosevelt para reemplazarlo por el gendarme modelo Reagan. Si bien Obama parece arrancar como un intento de restaurar el modelo Roosevelt, está sitiado y al igual que muchos políticos progresistas que sufrieron el mismo proceso y fueron desacreditados como blandos frente a Satán, optó por redoblar la apuesta en este aspecto. Es peligroso, porque puede acabar en una sobreactuación y desdibujarse completamente, lo que produce una indiferencia política que a la larga conduce a la antipolítica y, como todos son iguales, abre el camino a cualquier aventurero extrasistema.

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