EL PAíS

En la cabeza de Goliat

 Por Mario Wainfeld

El senador Daniel Filmus pudo, al fin, imponer una agenda propia a su contrincante, el jefe de Gobierno Mauricio Macri. Lo forzó a responder, a defenderse (malamente), a exponerse ante críticas. Los propios medios dominantes cuestionaron una defección light de “Mauricio”, su fuga del debate. Y, aun diluyendo a niveles asombrosos la crítica, debieron consignar la vergonzosa conducta del comando de PRO: difusión de datos falsos sobre Filmus y su padre, envueltos en el formato de una encuesta. Son faltas de volumen muy diferente. La primera, un rebusque de quien va primero, muy extendida en el sistema político y poco relevante para el juicio ciudadano. La segunda, más que “campaña sucia”, es la difusión deliberada de injurias.

O sea, la voracidad e impudicia del macrismo de desencadenar la investigación judicial. En conferencia de prensa, figuras relevantes del PRO intentaron, sin pericia, alterar ese orden de los factores. Un error adicional del macrismo, para esconder a su líder, fue exponer a Horacio Rodríguez Larreta y Jaime Durán Barba, al lado de Marcos Peña. El joven secretario es, de los tres, cuya imagen da el perfil “Festilindo” con el que trajina el partido de color amarillo. Rodríguez Larreta porta un rostro que es una confesión y es un piantavotos de aquéllos. Macri y Durán Barba lo saben, por eso el jefe de Gabinete no tiene cabida en ninguna lista PRO. Mostrar al gurú electoral, para colmo alardeando suficiencia, también es un error. Desde luego, el impacto electoral del traspié seguramente será exiguo, pero con el tiempo esa conferencia de prensa puede transformarse en un boomerang para el macrismo.

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Ocupar el centro de la escena y entibiar la campaña son buenas nuevas para el candidato kirchnerista, en un contexto desfavorable. Llegar al 40 por ciento en el ballottage, convenciendo a los ciudadanos indecisos de no darle un cheque en blanco a Macri, una meta muy exigente.

Las malas nuevas para Filmus en la segunda semana entre las dos vueltas electorales volvieron a provenir del campo propio. Las discusiones prematuras al interior del Frente para la Victoria le disputan espacio, bajones o distraen a los protagonistas.

La reunión de catarsis de Carta Abierta, al habilitar su divulgación, resintió la campaña de Filmus. No tanto por el uso que hicieron de ella los medios dominantes (un hecho cantado, que cualquier grupo militante debe precaver) sino por las repercusiones fragorosas dentro del kirchnerismo. La primera fue la mezcla de desazón, bronca e incertidumbre entre quienes sostienen la campaña, que eligieron (con tacto) disimular. La segunda fueron enérgicas críticas a Carta Abierta y al candidato en el espacio propio, incluyendo altos niveles del gobierno nacional. Entre otros importantes funcionarios el megasecretario Guillermo Moreno lo verbalizó ante un conjunto de dirigentes y militantes, en un encuentro enderezado a reconstruir, “peronizando”, al PJ porteño.

Toda derrota motiva realineamientos y hasta ajustes de cuentas pero eso compete hacerlo el día después. Tal vez, en la coyuntura, cabe esperar más al cercano 15 de agosto que al primero del mismo mes. La ansiedad y las movidas prematuras de tantos kirchneristas ante una derrota previsible cuya magnitud aún se puede abreviar debería preocupar a la propia fuerza. Un criterio común avala la prisa, desmedida, según estima el cronista. Se descuenta que el caudal electoral de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sin duda envidiable, es invulnerable a los avatares de los próximos meses incluyendo los sucesivos errores propios no forzados. Sería prudente matizar esa seguridad y no someterla a pruebas de fuego.

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