EL PAíS

Un guiño para todos los amigos del centroizquierda

Hubo gestos especiales para Ibarra, consejos al ARI, invitados socialistas y de la CTA, presencia de Abuelas y Madres. Más allá del protocolo, el PT quiso marcar quiénes son sus primos aquí.

Por M. G.

La comitiva de Lula preservó el tono de visita de Estado (gane quien gane aquí, Lula será presidente y deberá convivir con cualquiera), pero hizo los gestos suficientes para demostrar cuáles son sus amigos en la política argentina. Destacó a Aníbal Ibarra, a Víctor De Gennaro y a los diputados del ARI (los puro ARI y los socialistas).
El jefe del Gobierno porteño tejió una sólida relación con el Partido de los Trabajadores a través de Marta Suplicy, la intendenta de San Pablo. Contó con el asesoramiento de su directora de Derechos Humanos, Gabriela Alegre, que pasó su exilio en Brasil. Ser el alcalde de Buenos Aires le sirvió ayer, además, para que Lula pudiera hacer un acto oficial con una fuerza de centroizquierda sin salirse del protocolo. Ibarra le entregó las llaves de la ciudad en lo que antes fue el salón de conferencias del diario La Prensa, una copia de Versailles a la que sólo le falta el subte a París.
El argentino elogió la construcción política y el papel del Estado. Lula repitió lo que había dicho antes a Eduardo Duhalde y pidió que el Mercosur “no sea retórico” y que América latina deje de depender de los capitales especulativos, pero se hizo tiempo para lo que sonó como una serie de consejos a sus parientes argentinos:
u “Siempre digo que tanto o más importante que haberme elegido presidente es transmitirle a la sociedad que nadie debe desistir de la lucha, cualquiera sea la situación”.
u “No tenemos el derecho a equivocarnos ni podemos faltar a los compromisos que adquirimos durante 22 años de lucha”.
u “No hay momento malo o negativo para un ser humano cuando tiene esperanzas”.
u “Un país como la Argentina no puede creer que la política no vale la pena. Debe construir una sociedad más justa y solidaria”.
u “Nadie tiene el derecho de dejar de luchar, y yo espero que en las elecciones los argentinos voten a un hombre o una mujer con convicciones éticas, comprometidos con sueños de libertad y soberanía”.
La última frase encerraba un cálculo. La referencia a “una mujer” podía ser interpretada como una forma de corrección política: no pelearse con el género. Puede ser, pero en este caso lo más probable es que Lula haya buscado una forma de no excluir a Elisa Carrió dentro de sus referencias políticas aquí.
En la Embajada de Brasil, más tarde, saludó especialmente a un grupo de diputados del ARI que en su mayoría habían viajado a las elecciones brasileñas: Irma Parentella, José Vitar, Fernando Melillo, Alberto Piccinini, Carlos Raimundi y Eduardo Macaluse. Y Aloizio Mercadante, el senador electo por San Pablo que ocupa la secretaría de relaciones internacionales del PT, directamente se llevó a todos a una sala de la embajada para darles consejos electorales.
Primero preguntó por la coyuntura argentina y qué posibilidades veían al ARI. Dijo que al PT lo habían beneficiado dos cosas en las últimas elecciones: profesionalizar la campaña y una amplia política de alianzas. Los diputados le explicaron que en la Argentina todavía aliarse para juntar votos es percibido como algo malo por la sociedad, y que el ARI estaba en una etapa de consolidación como partido, aunque creía en una convergencia política y social posterior.
Mercadante, quien antes fue candidato a vicepresidente, recordó que el PT avanzó cuando empezó a combinar la denuncia con la propuesta. Contó que en las encuestas el PT salía primero en el ranking cuando se preguntaba por el partido más honesto, el de mayor capacidad de gestión y el habilitado para derrotar el hambre, pero también era alta la cantidad de gente que creía que el PT tenía un nivel de enfrentamiento interno agudo que dificultaría su propia gestión.
Un equipo argentino podría viajar a Brasil para reunir más elementos sobre el terreno. Carrió no estuvo en la recepción de la embajada brasileña, pero los diputados se apuraron a aclarar que eso no implicaba ninguna definición por parte de nadie ni quisieron forzar una presencia que comprometiera a Lula más allá de lo necesario.
Entre los políticos invitados a la embajada figuraron, además, los socialistas Hermes Binner y Oscar González, y un viejo amigo de Lula, Víctor De Gennaro, de la Central de Trabajadores Argentinos, que compartió con él el final de la campaña. En camisa y sin saco, De Gennaro marcó un estilo distinto al de las presencias habituales en las recepciones diplomáticas. Pero el estilo no se agotaba en la ropa, obviamente, sino en invitados como Estela Carlotto, de Abuelas, y Nora Cortiñas, de Madres Línea Fundadora. Ellas y otras más ocuparon las primeras filas en el Salón Dorado de La Prensa. Incluso cuando Lula, que las había mencionado, terminó de hablar, desde los asientos alguien izó hacia el estrado un pañuelo de madre de Plaza de Mayo como regalo para el presidente electo de Brasil.
Lula, Mercadante y Marco Aurelio Garcia también tuvieron un aparte con Raúl Alfonsín, pero allí no jugó tanto la sintonía con el radicalismo sino un reconocimiento histórico a que la integración entre los dos países empezó en 1984 y 1985 con un carácter que excedía las discusiones comerciales. Uno de los negociadores de aquel entonces, Alberto Ferrari Etcheberry, hoy director del Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de Tres de Febrero, terminaría siendo quien trajo a Lula por primera vez a la Argentina, en 1999, cuando acababa de perder su tercera elección.

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