EL PAíS

Cegeteando

 Por Mario Wainfeld

A Hugo Moyano le gusta bromear: “Hay una CGT de primera A, la de Azopardo. Y otra de Primera B, la de Balcarce”. Sus devaneos sociales-políticos (cumpleaños del Momo Venegas, ágape con las huestes ruralistas) no le suman mucho. El acto en el Luna Park, más homogéneo cuan menos pretensioso, ratificó identidad y pertenencias en el campo gremial. Su hijo Facundo agrega detalles en la escenografía, la música y hasta una versión de la historia del peronismo que incluye a Felipe Vallese y a la izquierda sindical.

Nobleza obliga a agregar un detalle a lo mencionado en la nota central. Entre los intelectuales no K, Beatriz Sarlo es una de las pocas que intentan conocer aquello que describe o critica. Mirar, ver, hacer trabajo de campo. Con libreta o anotador en mano fatiga actos kirchneristas o sindicales. Fue al Luna y le llamó la atención la dupla familiar de los Moyano. Una frase de Facundo la atrajo: “A mi izquierda, la pared”. La interpretó como un desafío dentro del peronismo. Omitió agregar un dato notorio: la frase es del ex presidente Néstor Kirchner, quien la repitió a menudo con la consiguiente divulgación, para destacar la falta de realismo o de seriedad de sus críticos progresistas.

El líder camionero y los aliados que aún lo acompañan suman cinco asientos sobre 36 en el Consejo del Salario. No los ocuparán, prefieren deslegitimar al cónclave en el que participaron desde el 2003 hasta ahora. Los otros ocho dirigentes que estuvieron el año pasado (la lista que el Gobierno repite) pertenecen a “la otra CGT”. Estarán presentes, en pos de un quórum que, por primera vez desde que se restauró el organismo, será difícil de concretar.

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Antonio Caló es un candidato espasmódico, lo que le resta chances y encanto sin sacarlo de la pista. Faltó a un encuentro con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada, suscitando malhumores imaginables. Se lo perdió de vista por algunos días, adujo problemas de salud. Reapareció, al fin, y proclamó seguir en carrera. La intención del Gobierno, aseguran en Olivos y en Trabajo, es no ingerir en la fumata de la CGT antimoyanista.

Los vaivenes de Caló favorecieron operaciones variadas, intra y extragremiales. El titular de Smata, Ricardo Pignanelli, sonó como sustituto. Y el “albañil” Gerardo Martínez echó a rodar el nombre de otro dirigente metalúrgico, Carlos “Ruso” Gdansky. Unos días antes, en medio de una ausencia de Caló, cobró bríos la posibilidad de que Francisco Gutiérrez, intendente de Quilmes y metalúrgico también, congregara el apoyo del conjunto de dirigentes. El “Barba” Gutiérrez tiene un perfil y una trayectoria de lucha que lo diferencian del promedio de sus actuales compañeros de ruta. Hubo entusiasmo en sectores políticos del kirchnerismo. Poco duraron porque, ya se dijo, Caló volvió al ruedo.

En un conjunto más bien opaco, y a pesar de sus cavilaciones, el hombre sigue siendo el aspirante con más chances. Entre otros motivos, porque las limitaciones de su liderazgo garantizan, no una conducción colegiada (bastante irrealizable) pero sí una “mesa chica” con mucha gravitación, en la que confluyan los distintos sectores.

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Para el Gobierno puede parecer un alivio el faltazo de Moyano al Consejo del Salario. Pero la legitimidad y representatividad del organismo quedará menguada. El incremento del salario mínimo en un porcentaje similar al promedio de las paritarias (un 25 por ciento sobre 2300 pesos) es el principal objetivo oficial. A los cegetistas afines y a la CTA de Hugo Yasky les interesa que el encuentro tenga otros contenidos. Son en buena medida, sin que medie paradoja alguna, los mismos que reivindica Moyano “desde afuera”. La supresión del tope salarial para percibir asignaciones familiares. Y un incremento del mínimo no imponible para Ganancias o una modificación impositiva que alivie del pago del tributo a trabajadores de ingresos medios.

Hasta ahora, el Gobierno ha rehusado esas medidas, que formaron parte de sus rutinas anuales (salvo en 2009). Habrá que ver si decide dotar de sustancia a un encuentro que será muy desangelado (acaso un paso atrás) si se constriñe a un incremento del salario mínimo, validado por solo dos fracciones del movimiento obrero.

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