EL PAíS › CIENTOS DE GENDARMES PASARON EL DíA DELANTE DEL EDIFICIO CENTINELA, EN RETIRO

Una protesta con las armas a la vista

Efectivos de Gendarmería se sumaron a los prefectos, pese a los anuncios del Gobierno y el recambio de la cúpula de la fuerza. A los reclamos originarios sumaron nuevas demandas. “Las fuerzas unidas jamás serán vencidas”, cantaron.

 Por Emilio Ruchansky

Los agentes de la Gendarmería Nacional se sumaron a la protesta de sus camaradas de la Prefectura Naval ayer por la madrugada, luego de ser invocados por éstos desde las escalinatas del edificio Guardacostas. Todavía no habían cobrado, tampoco sabían si tendrían descuentos, pero uno de ellos, quien dijo llamarse Fernando, contó a los medios presentes que la situación “ya no da para más”. “Hay cabos que están cobrando 3100 pesos”, aseguró. Con las horas fueron llegando más gendarmes al edificio Centinela, en la avenida Antártida Argentina 1480, a dos cuadras de la terminal de micros de Retiro. No los disuadió el anuncio del gobierno nacional de dejarles intacto el sueldo ni el recambio de la cúpula. Algunos fueron con sus familias, otros con su arma reglamentaria a la vista y todos definieron la protesta como “pacífica” y “democrática”.

A diferencia de lo ocurrido el martes en el edificio Guardacostas, sede de la Prefectura, las puertas giratorias de la Gendarmería estuvieron cerradas. En esa entrada, los familiares dejaron sus bolsas con agua, gaseosas y comida; lo mismo hicieron en la vereda de enfrente, contra los paredones de un supermercado, donde almorzaron, matearon y promediaron el día muchos gendarmes, sin quitarles atención a sus autos particulares, estacionados en triple fila. El espíritu de picnic se completó con músicos que tocaban chamamé y algunas parejas que bailaban.

Claro que no todos fueron a ver qué pasaba. Pasado el mediodía hubo una protoasamblea desde donde se fueron informando las adhesiones de algunas reparticiones de la Gendarmería en el país, de autodenominados sindicatos de la Policía Federal y la Bonaerense, de agentes retirados y en actividad de la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea. Y también de Aldo Rico. El anuncio del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, pasó inadvertido. “Nos dicen que mañana (por hoy) vamos a cobrar de sueldo lo mismo que el mes anterior”, dijo alguien por el megáfono y fue saludado con chiflidos.

“Conseguir los 7000 mil pesos de base es la parte menos complicada. Seamos pacientes. Muchos esperaban una resolución judicial antes de venir acá”, dijo un gendarme en la escalinata, refiriéndose al pedido de una suba salarial que el día anterior los prefectos impusieron como requisito para desarmar la protesta. Abajo alguien respondió: “Que nadie se vaya tranquilo si no nos pagan 7000 pesos, no vamos a agarrar lo que ellos nos quieran dar”. El uniformado con megáfono arremetió: “Vamos a agarrar lo que se pueda agarrar”. Y le sacaron el aparato amplificador.

Mientras la discusión derivaba en torno de una respuesta inmediata a los reclamos, un uniformado enardeció a los presentes: “Mi señora que mira la tele dice que (el jefe de Gobierno porteño, Mauricio) Macri, Abal Medina y el Congreso Nacional están pidiendo nuestros datos para sancionarnos”. La respuesta fue contundente: “Hijos de puta”. Nada de eso era cierto. Pero la arenga siguió con otro gendarme: “Nosotros somos militares, ellos son los responsables. Queremos trabajar y llevar el pan a casa”.

A las 18 se lanzó un ultimátum desde las escalinatas: “Vamos a darles dos horas para que manden algún funcionario del gobierno nacional”. Abajo, los gendarmes más enfurecidos propusieron ir a la Casa Rosada después de ese lapso. Al rato, fueron vitoreados unos veinte integrantes de las policías Federal y Bonaerense que llegaron encolumnados tras una bandera argentina. El mismo cuadro se repitió con un grupo de jóvenes del Ejército Argentino. Todos se mezclaron entre los uniformes y se tomaron fotos.

Y en eso llegaron cuatro parlantes de un metro y medio. “Queremos agradecer la presencia de Canal 13, que fueron los primeros en venir y nos apoyaron”, dijo alguien con el megáfono. Otro aseguró que el sueldo actual los obliga a alquilar en zonas marginales y “convivir con delincuentes”, cuando deberían estar “cuidando la frontera” y cerca de sus familiares. Algunos oradores defendían la democracia, aclarando que esto “no es un golpe ni nada raro”, otros daban su nombre completo y responsabilizaban a la Presidenta si los despedían.

El tono de la arenga se iba enrareciendo mientras dos muchachos colocaban los parlantes. “Si no puede tomar una decisión que nos contemple, que se vaya a su casa”, aconsejó un gendarme a la Presidenta. “Yo soy suboficial y si me despiden por esto sé que voy a seguir trabajando”, apuró otro. Y enseguida un camarada salió al cruce. “Reclamemos tranquilos, muy tranquilos, que los jerarcas que vienen recibiendo 40 o 50 lucas no nos picoteen la cabeza”, dijo. El canto para los oficiales con más salario fue unánime: “¡Hijos de puta!”.

Nada de esto se repitió cuando se leyeron dos puntos del petitorio que benefician a esos altos mandos: la anulación del decreto presidencial y el respeto a las decisiones judiciales por las que cobran esas exorbitantes sumas. Los otros puntos fueron: escala salarial acorde con la jerarquía, las tareas y cargos con un piso de 7000 mil pesos; suplemento de riesgo a quienes trabajen en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano; mesa laboral conciliatoria con personal activo, retirado y pensionado y participación de los suboficiales y la incorporación a una Aseguradora de Riesgo del Trabajo.

El último ítem y el más aplaudido fue la libre elección de una obra social. “El petitorio será entregado en conjunto con la Prefectura”, dijo el joven gendarme que lo leyó. Y arengó: “Muchos hemos sentido miedo, pero esto lo hacemos por nuestras familias”. La tribuna uniformada respondió con saltos y un cántico improvisado: “No se toca, la familia no se toca”. Con el sistema de sonido listo, a partir de las 19 se alternaron otras voces en el micrófono. Primero fue la viuda de un gendarme: “Cobro 1200 pesos de pensión y a mi marido lo tuve que sepultar en el cementerio de Villegas (en La Matanza). No me alcanzó para otra cosa”.

Luego pasó la esposa de un gendarme “que no pudo venir porque está recién operado”. “A mi marido le gusta ser gendarme, le gusta el uniforme, la disciplina, el orden, pero no soporta la barbarie, el abuso y la deshonestidad”, agregó. Luego vino un oficial retirado de la fuerza, quien aseguró que “nadie se acuerda del personal con discapacidad” en el norte del país. Y para cerrar, una madre: “Las fuerzas a lo único que tienen es a sus familiares, porque el resto de la sociedad no se acuerda que existen. Por eso, les pido a ustedes que busquen apoyo en sus familias”.

La parte emotiva la terminó un camarada de la Armada, que pidió a sus pares que se sumaran a la naciente protesta en la puerta del edificio Libertador y que comentó que ya cursaron un petitorio similar “con varios artículos específicos porque por cada día que se sale a navegar se pagan dos pesos con cincuenta”. Lo despidieron con el canto de cabecera: “Las fuerzas unidas, jamás serán vencidas”. La noche se fue entre himnos, chacareras y sonidos de pitos y el mensaje que pretendía ser pacificador de un camarada de la Fuerza Aérea: “Tengan presente que en una dictadura esto no lo podríamos hacer, así que quiénes más que agradecidos con la democracia que nosotros”.

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Durante la jornada se sucedieron los cánticos, sobre todo con las cámaras de tevé encendidas.
Imagen: Pablo Piovano
 
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