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Dos familias, dos tragedias

La madre de Alfredo Forti, Azucena Sosa, fue secuestrada en 1977 por un grupo de tareas de la Fuerza Aérea. La mujer fue detenida dentro de un avión a punto de decolar en la pista del aeropuerto internacional de Ezeiza. Forti era entonces un adolescente, el mayor de cinco hermanos que fueron separados en forma violenta de su madre y pasaron cinco días en un campo de concentración, hasta que pudieron salir del país. Pero Azucena continúa siendo una detenida-desaparecida y Forti, quien vivió parte del exilio en Estados Unidos, un convencido opositor al uso policial de los militares. La historia familiar de Lourdes Puente Olivera no es menos trágica, pero su forma de procesarla es diferente. Nieta de un general-médico del Ejército y sobrina de los sociólogos Rafael Palito Olivera y Nora Rodríguez Jurado, detenidos-desaparecidos en Mendoza en julio de 1976, ella se convirtió en agente civil de Inteligencia de la Armada. Durante el juicio realizado en Mendoza, en el que fueron condenados los responsables de la desaparición del matrimonio, una vecina que presenció el secuestro identificó por fotos entre los autores a un primo de la víctima y de la madre de Lourdes, el teniente coronel Alberto Meneco Olivera, ya fallecido. Y la hermana de Rafael, María Monserrat Olivera, declaró que su padre militar obtuvo la devolución de sus cuatro nietas, Soledad, Rosario, Ximena y Guadalupe, pero ni siquiera intentó averiguar qué había ocurrido con su hijo y su nuera. El padre de Lourdes, Ricardo Puente, las adoptó pero les cambió el apellido, de modo que se llamaran Puente y no Olivera.

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