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Hechos y noticias

 Por Mario Wainfeld

La pintura realizada en la nota central es sumaria y enfocada parcialmente. Su autor asume ese límite y se propone repararlo en parte en futuras columnas, si el verano concede una pausa en la actualidad candente. El cuadro general será, todo modo, insuficiente pero en menor medida... si hay suerte, laburo y destreza. Por caso, (se) promete hablar del contexto internacional y el sudamericano, elecciones inclusive. También de la irrupción del papa Francisco y de la pérdida de Hugo Chávez, líder regional difícil de sustituir. Ninguna reseña puede soslayarlos ni minimizar su influencia.

En las líneas que quedan se insinuará otra faceta de la realidad política, que también da para abordajes más extendidos.

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En horas de balance es común preguntarse cuáles fueron “las noticias del año”. Lo hacen los periodistas, de cajón, pero también se formula así en mesas de café, quinchos familiares o tertulias de trabajo. Es curioso aunque no parezca a primera vista porque se llaman “noticias” a los hechos. No son lo mismo ni es justa la preeminencia concedida a la difusión sobre lo real. Quizá sea una prueba de la influencia que tienen los medios en las percepciones de la gente del común y en su lenguaje.

Hace mucho tiempo que académicos e intelectuales discurren sobre la incidencia de los medios o respecto del poder de los conglomerados que dominan buena parte de la industria de la información, el esparcimiento y la comunicación en general. En Argentina, al menos, esas polémicas pasaron a ser menú frecuente de mucha gente de a pie en los últimos cuatro o cinco años. Es un avance significativo porque es imposible interpretar el funcionamiento de un sistema democrático sin reparar en el peso político de los poderes concentrados. Ni leer el panorama sin tener capacidad de analizar los mensajes que se emiten y descifrar la información, conociendo los intereses de las fuentes que la emiten.

Ese progreso adviene en un envoltorio tumultuoso, como suele ser la política doméstica. Produjo novedades notables, como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA). Un progreso institucional de buena factura, que coronó con la sentencia de la Corte Suprema de Justicia reconociendo su constitucionalidad resistida sin derecho ni razón por el Grupo Clarín.

El fallo, moroso en su gestación como es regla en los tribunales pero en este caso de excepción justo, tiene proyecciones que van mucho más allá del expediente. Preserva el derecho del Estado a regular la competencia, fija límites a la propiedad privada, considera a la información un bien social. Muchos gobiernos futuros podrán desempeñarse con más soltura bajo el paraguas de la LdSCA y su convalidación, mucho más allá de la esfera mediática.

Ah... y volviendo al principio de esta breve nota: también sería imperioso poder analizar con más detalle todo lo sucedido en el Poder Judicial este año en el que se abrió el debate en un universo hermético, sectario y afecto a la oscuridad. Y aristocrático como ningún otro poder del Estado.

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