EL PAíS

“Fue una celebración al Juan vivo”

 Por Eduardo Vázquez Martín *

Ayer sábado acompañé, junto a más de veinte amigos, a Mara y Paola, a Macarena y Andrea, a Nepantla, la tierra de Sor Juana Inés de la Cruz, en las faldas de los volcanes, donde Juan Gelman quiso fueran esparcidas sus cenizas. Hacía un buen día, el sol entibió esta tierra de frontera entre los bosques fríos del estado de México y los cañaverales de Morelos. Mara decidió echar las cenizas desde un puente, de manera que éstas cayeron sobre un pequeño riachuelo que circunda el centro cultural dedicado a la poeta y en los jardines del mismo. Mientras los familiares y el cineasta Jorge Denti arrojaban las cenizas (cenizas enamoradas), los amigos de Paola no dejaron de tocar sus jaranas. En un muro del museo dedicado a Sor Juana podía leerse un verso suyo: “con que con docta muerte y necia vida”. Fue una celebración al Juan vivo, leímos algunos de sus poemas, tomamos vino y comimos pollos asados, aguacates y jitomates con aceite de oliva, en la casa de Jorge Denti, ya en Tepoztlán, siempre acompañados por el canto de las jaranas mexicanas y el acento porteño que no se separa de nuestros trasterrados del sur. Escuchamos a Mara hablar de Juan desde su humanidad de mujer que ha perdido a su amante, un poco celosa, pienso yo, de los amores que Juan estará teniendo ahora con la muerte, con la Llorona que convocaron más de una vez los soneros de Son Felices.

En este viaje a Nepantla yo recordé otro, uno que hice hace más o menos diez años, de San Luis Potosí a Zacatecas; Juan y yo solos en un pequeño Volkswagen en medio de esos paisajes inmensos, dramáticos, de nuestros desiertos del Altiplano. Juan entonces acababa de encontrar a Macarena, y me contaba cómo él, cada vez que escribía un artículo o daba una declaración sobre su nieta desaparecida, sentía que sus palabras rompían un cerco, derrumbaban un muro, se abrían paso hasta la hija de su hijo y nuera asesinados. “¿Te das cuenta Eduardo el poder de las palabras? Fueron las palabras las que encontraron a mi nieta.” Me emocionó abrazar a Macarena, esa muchacha hija del amor, nacida en medio de la noche más negra de América latina, serena, mirando a los mexicanos despidiendo a Juan, devuelta al mundo suyo por las palabras de su abuelo poeta.

* Poeta.

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En Tepoztlán se brindó, se comió y se recitaron sus poesías.
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