EL PAíS

A los piedrazos

 Por Horacio Verbitsky

El arzobispo de Bahía Blanca Guillermo Garlatti negó haber encubierto al ex sacerdote militar Aldo Vara durante los años en que estuvo prófugo de la Justicia. Garlatti dijo al prestar declaración indagatoria ante el juez federal Alvaro Coleffi que los pagos mensuales del retiro, que Vara cobraba a través de un empresario apoderado para ello, no los hacía él sino un fondo fiduciario con sede en Buenos Aires. También sostuvo que faltó a la verdad el Obispado de Ciudad del Este al afirmar que había recibido a Vara en esa diócesis paraguaya a solicitud de su obispo. Vara murió hace diez días en Ciudad del Este. No es la única complicación que enfrenta su obispo, Rogelio Livieres, quien es primo hermano de la ministra argentina de Cultura, Teresa Parodi. Desde la semana pasada, Livieres protagoniza una estridente polémica con su colega Pastor Cuquejo, el arzobispo metropolitano de Asunción. Cuquejo inició la trifulca al reclamar que se reabriera el expediente contra el vicario de Ciudad del Este, el sacerdote mendocino Carlos Urrutigoity, quien fue denunciado por abusos sexuales en la Argentina y en dos diócesis de Estados Unidos. Durante una marcha contra el matrimonio igualitario y el aborto, Livieres le respondió: “Uno no puede tirar piedras cuando tiene techo de vidrio. Debería ser más caritativo, como la Iglesia lo fue con él”. Agregó que hace cinco años Cuquejo “casi fue tirado del arzobispado por las acusaciones de homosexualidad”. Desoyendo los ruegos del nuncio Eliseo Antonio Ariotti, de la Conferencia Episcopal y de su tío Jorge Livieres (otro arzobispo que debió pedir su retiro ante cargos de pedofilia), el obispo de Ciudad del Este volvió a la carga. “Una persona puede cometer errores, tener fallas. Pero él cometió un delito, porque la homosexualidad demostrada en un clérigo es un delito”, dijo en una entrevista por televisión.

–¿No teme una querella por calumnias?

–Va a salir perdiendo él porque tengo muchos más detalles.

–¿Por qué no cuenta?

–No me parece razonable. Basta que cuando él me tira una piedra yo le tiro otra piedra.

–¿Si él no hacía esta declaración usted no contaba esto?

–No contaba. Si él se calla yo no cuento el resto.

–¿Pero tiene resto?

–Como para regalar.

–Para toda la feligresía va a quedar la imagen de que monseñor Cuquejo es homosexual.

–Yo no tengo la culpa de que lo sea.

–¿La Iglesia no debería expulsarlo por eso?

–No, porque de aquí a que se ponga en funcionamiento la maquinaria de la expulsión él cumplirá la edad y se irá. Sí creo que debe ser llamado a vivir en el silencio de la oración preparando su buena muerte, como se ha hecho con otros viejos que se portaron mal. Que se calle y que desaparezca.

El arzobispo de Asunción entendió el mensaje. Cuando los movileros le pidieron su reacción, Pastor Cuquejo detuvo su silla de ruedas ante las cámaras y sólo dijo:

–Es un hermano mío, yo le agradezco sus expresiones, rezo por él y delante de Dios estamos en paz.

–¿Realmente cree que el sacerdote argentino es un peligro para los jóvenes de Ciudad del Este?

–Ya no digo nada.

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