EL PAíS › PERFIL DE SCHIARETTI

Otra vez a gobernar

 Por Marta Platía

Cuando en 2007 llegó a la gobernación en medio de un escándalo por el supuesto “robo de votos” a Luis Juez, pasada la tormenta no fueron pocos los cordobeses que suspiraron de alivio: el nuevo gobernador Juan Schiaretti arrancó su mandato con gestos amables al entonces ganador de la intendencia por el Frente Cívico, Daniel Giacomino. Las turbulentas relaciones y la constante confrontación que caracterizaron el período anterior con José Manuel de la Sota en el gobierno y Luis Juez en la intendencia habían saturado los niveles de tolerancia de la población.

Como perro y gato, el gobernador y el intendente se arrancaban la piel a dentelladas a fuerza de denuncias y acusaciones mutuas, por lo que la relación de diálogo y calma entre Schiaretti y Giacomino ofició de bálsamo, más allá de los logros o no de cada uno en su puesto.

Apodado “el Gringo”, Juan Schiaretti participó en el Cordobazo como miles de estudiantes y tuvo que huir de la provincia cuando comenzó a ser perseguido por la Triple A. Pasó a Neuquén y desde allí a Brasil, donde estuvo exiliado. Con el retorno de la democracia, volvió y siguió militando en el peronismo (ahora en el centroderecha que impulsó la Fundación Mediterránea de Domingo Cavallo), fue el interventor de Santiago del Estero enviado por el menemismo y acompañó desde siempre a José Manuel de la Sota, quien fue ungido gobernador por primera vez en 1999.

Juan Schiaretti nació el 19 de junio de 1949, ya tiene 66 años, dos hijos y dos matrimonios. El último es con la militante Alejandra Vigo (secretaria General del Sindicato de Amas de Casa), con quien comparte su vida desde hace años. Es hijo de un descendiente de italianos: Dante, que era peronista, ferroviario y tenía sus raíces en Parma. Su madre, doña Juana Alamo, era hija de una india bamba, de La Rioja, con un criollo.

En un diálogo que sostuvo con esta cronista hace años, Schiare- tti detalló que durante la Revolución Libertadora de 1955, su padre fue a parar a la cárcel “por peronista”. El Gringo, como se le conoce aquí, es contador público desde los 21 años, pero antes pasó por el Liceo Militar General Paz y hasta llegó a recibir una medalla de oro por su desempeño como alumno. También en aquella ocasión, contó su Ezeiza, cuando fue a recibir, como tantos otros miles, a Juan Domingo Perón y terminó a las corridas para salvar la vida. Un año después, amenazado por la Triple A, tuvo que huir a Neuquén con su mujer y sus hijos. Apenas llegado a Brasil hizo lo que pudo. Vendió “baratijas por la calle”, hasta que lo contrataron en Fiat.

De regreso en Córdoba, volvió al peronismo –esta vez ya en el centroderecha– y fue secretario de Industria y Comercio entre el ’91 y el ’93. Con ésta, ya van dos veces que ha sido elegido gobernador de Córdoba. Y eso a pesar de las críticas por los evidentes yerros de varias de sus obras en su último mandato: la terminal de ómnibus que sufrió inundaciones, y en la cual no podían ingresar algunos coches porque no se contempló la altura de algunos ingresos, y el Camino del Cuadrado, que separa las Sierras Chicas del Valle de Calamuchita, que ha sufrido numerosos derrumbes desde su apresurada inauguración.

En cuanto a los juicios por delitos de lesa humanidad, es hasta ahora el único gobernador que ha asistido a un juicio. De hecho, estuvo presente cuando se condenó por primera vez a Luciano Benjamín Menéndez, el 24 de julio de 2008, oportunidad en la que se lo vio llorar abrazado a un amigo, como la mayoría de los familiares que estaban en la sala y no podían creer que el Cachorro iría a parar a cárcel común.

Con marcada tonada local y hablar cansino, el flamante gobernador electo se ha definido a sí mismo como “trabajólico obsesivo” y también como “calentón”. Sobre su relación con el gobierno nacional, en su anterior mandato (2007-2011) intentó caminar la cornisa de la conciliación con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El no-choque pareció ser su estrategia. En los actos en los que coincidieron, Cristina le llamaba directamente Juan. “Hay quienes no recuerdan sus raíces, pero otros, como Juan y yo, sabemos lo que fue pelear por ideales y sabemos que, aunque no estemos de acuerdo, venimos de un mismo tronco. Somos peronistas”, solía decir la mandataria cuando le tendía la mano que él, casi tímidamente, le tomaba para acercarse al micrófono.

Algo que –salvo cuando inau- guró el Paseo del Buen Pastor el sábado 4 de agosto de 2007, y compartieron escena– nunca ocurrió con José Manuel de la Sota. Schiaretti lucha por estos días contra su diabetes y, según quienes lo rodean, “se cuida mucho. Más después del trajín de campaña”.

En cuanto a lo que se espera de él en su relación con el gobierno nacional, por su perfil ostensiblemente menos ambicioso que el de su jefe político, la expectativa es que “mantenga buen diálogo con el gobierno nacional, sea del signo que fuere”.

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