EL PAíS › LA DESESPERACIÓN DEL ÚLTIMO TRAMO SEGUN RÖMER

Y también por los progres

Por M.G.

Decir “voto progre” es fácil. Todo el mundo parece entender. Pero cuando uno afina la puntería allí aparece el voto de clase media liso y llano, con una variante antiperonista y otra sin prejuicios, y sobre todo el voto de centroizquierda. Aquí la explicación de la consultora Graciela Romer.
–¿Alguien tiene el monopolio del voto llamado progresista?
–No, y la propia palabra “progresista” representa un problema argentino. Creemos que con la negación de la palabra cambiamos la realidad. Acá se habla de “inequidad de género” y no de “desigualdad”. De “progresismo” y no de “centroizquierda”. Porque progresismo es más anti que una visión propositiva. Hoy claro que hay pelea por el centroizquierda, y los candidatos se corrieron al centro.
–¿Incluso Menem?
–Claro, en algunos temas. Dice que hay que revisar las privatizaciones. Habla más de Mercosur que de Alca. Así, las elecciones se vacían de contenido. En mis investigaciones recogí un dato increíble: alrededor del 30 ó el 40 por ciento de los electores de Menem dicen que el primer objetivo debe ser la lucha férrea contra la corrupción administrativa. Y el 40 por ciento de los votantes de Ricardo López Murphy pide reducir el hambre y la pobreza.
–¿Por qué pasa eso?
–Porque nadie cree en nada. Entonces, ¿para qué oir? Mucha gente quiere racionalizar su voto para argumentar que es una decisión seria, pero la verdad es que recurre a atajos y señales que tienen que ver con atributos de carácter y personalidad. Buscan indicios de honestidad, de capacidad de mando, de gestión...
–¿Y Elisa Carrió?
–Hasta finales del año pasado y principios de éste revelaba un interesante nivel de transversalidad en la intención de voto. Incluso penetró en la zona más profunda del segundo cordón del conurbano.
–El de los pobres que no llegan a ser indigentes. ¿Y los perdió?
–En parte. Cuando no se perfora el perfil de fuerza contestataria hay problemas para instalar una carrera presidencial. Además, en una sociedad tan fragmentada y con tanta incertidumbre como ésta un discurso apocalíptico que profundice la sensación de desintegración no es atractivo. Por eso se observa en algunas encuestas una demanda de orden.
–¿Es un pedido con un solo sentido, por ejemplo un reclamo de mano dura?
–No, porque también aparece el reclamo de ordenamiento social. Hay demandas ético-institucionales, de reparación social para incluir a los excluidos. Y se ve desde pedidos de mano dura hasta ley dura, pasando por el rule of law, el simple respeto al Estado de derecho. Yo quiero recordar que cuando ganaron Fernando de la Rúa y Chacho Alvarez en 1999 discutí la idea de que los argentinos no habían votado con expectativas de cambio. Era falsa. Querían más cambios de lo que suponían los dirigentes de la Alianza, y por eso éstos no interpretaron a los argentinos.
–¿Cómo aparece Néstor Kirchner?
–Tiene una ventaja: lo ven como capaz de sumar. Por eso le hizo bien a su imagen la incorporación de Daniel Scioli. La gente quiere orden pero también diálogo y apertura.
–La gente quiere todo de todos y al mismo tiempo. Kirchner está compitiendo por el voto antimenemista no gorila con su campaña para que el centroizquierda lo vote en primera vuelta, sin correr riesgos en la segunda. ¿Tiene chances?
–Su ventaja hacia afuera del peronismo es que no aparece como un arquetipo justicialista. Es tributario de la renovación como lo fue José Octavio Bordón en su momento. Si Menem conjuga la vieja alianza de los más pobres y los sectores que recibieron más frutos del modelo de los años ‘90, los pauperizados se reparten. Políticamente, allí hay muchos defraudados por la Alianza. A mi criterio la distribución del votoperonista ya está definida y hay que capturar el voto exterior al peronismo.

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