EL PAíS

Compromiso y cambio

 Por Horacio Verbitsky

Al comenzar la veda, la conducción de UNA se reunió en Córdoba. Sergio Massa, Roberto Lavagna, José De la Sota, Gustavo Sáenz y Felipe Solá repasaron los últimos datos disponibles: habría balotaje, porque Scioli no pasaba de los 40 puntos, y el otro contendiente sería Macrì, que superaba los 30. Ante ese escenario acordaron adoptar una posición de conjunto y que nadie hiciera pronunciamientos individuales. El más vocal fue De la Sota. Dijo que militaba desde hace 40 años en el mismo partido, de modo que “no puedo ser el verdugo del peronismo”. Nadie disintió. Pero el lunes terminaron de entender que la distancia entre las dos fórmulas no pasaba de dos puntos y medios y que Cambiemos había vencido en el principal distrito del país. Con la misma decisión adoptada en Córdoba, el miércoles 28 ingresaron a un plenario con un centenar de dirigentes. Pero a medida que avanzaba, el discurso de Masa comenzó a destilar rencor personal hacia Scioli, por su actitud cuando un prefecto asaltó la casa del ex intendente de Tigre y por no haberse aliado con él para enfrentar a CFK en 2013. Por la noche en una señal del Grupo Clarín dijo en forma explícita que no quería que ganara Scioli y su esposa Malena Galmarini, que no se despega más de un par de metros de él, explicó en un canal del mismo grupo que no perdonaba al gobernador. “Con vos, para el orto. ¿Cómo voy a estar, pedazo de forro?”, le había contestado hace dos años, cuando Scioli se la cruzó en un pasillo y le preguntó como estaba. El mismo día Lavagna dijo que no aceptaría un ofrecimiento de Scioli para volver al ministerio de Economía y que “en principio” consideraba la posibilidad de votar a Macrì y De la Sota agregó que “no voy a votar a Scioli porque el kirchnerismo le hizo mucho mal al país”. Cuando sus compañeros le inquirieron la razón del cambio, el gobernador de Córdoba dijo que Macrì había obtenido más del 50 por ciento de los votos en su provincia. “No puedo ignorar eso.” Pero tampoco disimula su inquina contra Carlos Zannini, con quien mantiene rencillas que abarcan cuarenta años de militancia en bandos enfrentados. El último en pronunciarse fue Solá, quien dijo que a los peronistas les costaba votar a Macrì. El único punto de acuerdo entre ellos es que no harán un pronunciamiento explícito y repetirán algo obvio: que los dueños del voto son los electores y no los dirigentes. Pero en privado hacen circular diversas encuestas, en las cuales hasta el 70 por ciento de quienes optaron por ellos el domingo, se inclinarían por Macrì dentro de tres semanas. Y con las encuestas pasa como con los bancos, que nadie les confía pero tampoco prescinde de ellos.

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