EL PAíS

A internarse en el PJ

 Por Mario Wainfeld

La derrota del Frente para la Victoria (FpV) en Buenos Aires fue más sorpresiva y más amplia que la nacional. Suena exagerado decir que fue más importante aunque para cerrar un balance habría que calibrar su gran incidencia en el ballottage de las presidenciales.

El impacto del resultado sobre el peronismo es palpable aunque se medirá en años y no en meses. Un error garrafal y simplista acecha a dirigentes y militantes kirchneristas: creer que ese proceso se resume a una o dos causas y a lo que pasó en 2015. Tal lectura subestima el veredicto electoral bonaerense en 2013, sin “Lanattas” de por medio. Y se saltea una lectura integral de las votaciones del año pasado, que comprende una caída inédita en Jujuy, definición por penales en Entre Ríos y casi 20 puntos porcentuales diluidos entre 2011 y la primera vuelta del año pasado. Sin elaborar esos traspiés, evocando un ilusorio gobierno perfecto y mítico, tal vez se conserve la autoestima pero difícilmente se consiga convocar nuevas adhesiones o proponer un proyecto superador.

El FpV es fuerte territorialmente aunque está fragmentado. Los líderes locales, se sabe, son torazos fronteras adentro y se minimizan en rodeo ajeno. Tucumán y La Matanza son la provincia y la intendencia más grandes, nada es como supo ser.

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La Legislatura bonaerense aprobó el presupuesto provincial. Con tomas y dacas, pressing opositor, intentos oficialistas de dividir al FpV por líneas internas, roscas, sobreactuaciones, plata en juego. Política democrática en suma. No será el summum de la perfección o la pureza pero sí una gimnasia más interesante y constructiva que la que existe a nivel nacional.

La gobernadora María Eugenia Vidal necesitaba el presupuesto aprobado. La buena praxis parlamentaria es que lo consiga. No gratis, desde luego: la oposición tiene tanto el deber como el derecho de formular objeciones, trabar la aprobación, sacar tajada.

Lo sistémico se logró: los intendentes forzaron la reducción del endeudamiento autorizado y una mejor coparticipación. El FpV padeció tensiones internas pero mantuvo una transitoria unidad que se pondrá en juego en la próxima baza.

Vidal cuenta con presupuesto. La siguiente movida fue convocar a las paritarias docentes: le serán más arduas que el trámite parlamentario. Comenzará por las reuniones “técnicas”. La gobernación eludió toda precisión sobre los números: la diferencia entre la primera oferta y los razonables pedidos de los gremios estará seguramente por arriba de los 10 puntos porcentuales. La perspectiva de reabrir las tratativas a mediados de año es un mínimo común denominador de las partes. Para que se llegue a eso debe cerrarse un porcentaje en un mes y poquito.

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Los espacios institucionales anclan y trazas redes de relaciones. “La calle” expresa protestas cuya convocatoria y organización distan de ser orgánicas. Casi todas las acciones del kirchnerismo son híper tácticas: está lejos de ser lo ideal pero el momento no da para más.

¿Viene bien o mal afrontar una interna formal y masiva ahora, tan pronto? Sería fácil argumentar ventajas y desventajas... las disquisiciones ceden ante la única verdad. La realidad es que hay una interna inminente, forzada por el calendario y las relativas presiones de las autoridades judiciales que siempre son políticamente procíclicas. El peronismo fue vencido: Sus Señorías se tornan exigentes.

El 8 de mayo cesa el mandato de las autoridades del Partido Justicialista nacional (PJ). Hay que renovarlas, sí o sí. Discurrir si es negocio o no sería jactancia de intelectuales o partidocráticos. Esmerarse en evitar sus potenciales consecuencias traumáticas puede ser una actividad interesante.

Las autoridades pejotistas tienen mandato por cuatro años. Pero en el recambio de 2014 se prefirió reducirlo a dos, para dejarle el campo partidario orégano al futuro presidente. Un error de cálculo condicionó la excepción; se descontaba que el primer mandatario sería un compañero peronista.

El entonces gobernador Eduardo Fellner lideraba al PJ... ma non troppo: era el hombre adecuado porque no descollaba. Una figura de consenso sin proyección presidencial. Todos los precandidatos (un malón) se quedaron con una vicepresidencia: la virtud del reparto ecuménico consistía en no dejar a nadie afuera.

“Puede fallar” predicaba el filósofo empirista Tu Sam. Falló, las urnas contrariaron las previsiones. Los presagios la pifiaron, los plazos legales subsisten. En enero mucho no se puede hacer: mandan las vacaciones. Los tribunales electorales federales o provinciales trabajaron mucho el año pasado: en éste la feria es más sagrada que de costumbre. Pero en febrero habrá que meterle pata.

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La Carta Orgánica del PJ, como Dios manda, establece que las autoridades partidarias deben ser elegidas por el voto secreto y obligatorio de los afiliados. Pero, como Dios manda, primero están las roscas, después el movimiento y por último las reglas. Hasta el cierre de esta nota, en los últimos 32 años jamás se realizaron tales elecciones. Siempre hubo fumatas, listas de unidad, Congresos soberanos. La celebérrima interna entre Carlos Menem y Antonio Cafiero era abierta y se elegía fórmula presidencial. El riojano la ganó y decidió que la legitimidad no tenía por qué discutirse más.

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El momento histórico actual es único, con el PJ batido en elecciones libres. La base y la militancia se muestran activas, las movilizaciones cunden. El kirchnerismo rema a contracorriente en ese aspecto: la derrota no desactivó el fervor peronista, hasta podría arriesgarse que fue al revés. Hay ansia de participar y por ende de afiliarse. Dirigentes y agrupaciones llevan unas fichas a mano “caminan”, juntan firmas. La inorganicidad activa del momento (nacida en el interregno previo al ballottage) tal vez dificulta una reorganización del kirchnerismo, pero lo dota de vivacidad. Y, paradójica pero no inexplicablemente, contribuye a vivificar una dinámica partidaria esclerosada durante largos años

Las afiliaciones tumultuosas suelen arrastrar un limo de impurezas: varios de los que se anotan ya tienen su carnet o se inscriben quienes tienen domicilio en otro distrito. La proliferación de fichas es, de ordinario, caldo de cultivo para la judicialización, un riesgo que acecha a cualquier competencia interna. Como en tantos otros trámites judiciales el que quiere empiojar o demorar tiene grandes posibilidades de éxito.

Al comenzar la lid abundan los precandidatos. Luego las trenzas y cierta lógica instrumental van decantando. El ex gobernador y ministro Jorge Capitanich es un aspirante seguro. El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey es otro. El ex gobernador Daniel Scioli siempre pinta aunque los compañeros lo ven un poco desteñido. El ex secretario Guillermo Moreno dice querer competir.

Una interna nacional funciona como una sumatoria de internas provinciales: el peso territorial es básico. Scioli no arraiga en ninguno aunque es conocido en todos. Al revés que los gobernadores o ex (Capitanich, José Luis Gioja, Sergio Urribarri)

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Si no se hizo nunca en la pragmática cultura justicialista algún motivo sensato habrá. Es complicado construir una coalición competitiva, es mucho riesgo exponerse a perder o a no ganar por goleada en el terruño. Las diferencias internas son sensibles aunque es peliagudo cifrarlas en listas que aglutinen distintos sectores.

La tradición construyó el discreto encanto de las listas de unidad, criterio que hasta ahora va invicto. Si todo fluyera según el sentido común y la sabiduría añejos, se consensuaría una lista mosaico, con todos los sectores. Ni vencedores ni vencidos, aunque la frase original sea de un contrera.

Pero nadie puede dar por seguro un desenlace cuando el mundo cambió. Un sismo sacudió al territorio, los viejos mapas pueden fallar.

Según la Cámara Nacional Electoral el PJ tiene 3.531.445 afiliados, contados al segundo semestre de 2014. La praxis comprueba que no todos los inscriptos participarían, ni ahí. Algunos se habrán alejado, otros ni recordarán que firmaron una ficha. Un padrón tan numeroso siempre precisa una depuración. Si hubiera internas dendeveras los nuevos inscriptos llegarán con un ansia mayor de implicarse y votar. Ojo al piojo, una masa de afiliados que podría trepar a cuatro millones es cosa seria, aunque esté abultada

La falta de primacías entre los dirigentes que podrían competir suscita un ersatz de horizontalidad que puede desembocar en un acuerdo. O, por primera vez, en la votación masiva del padrón peronista. No es el escenario más previsible... tampoco lo era el resultado de noviembre.

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