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Dos mil rondas

 Por Mario Wainfeld

¿Habrán sido, de veras dos mil rondas de las Madres de Plaza de Mayo? Antes de caer en excesos de credulidad debería consultarse a los negacionistas del macrismo. El ex funcionario porteño Darío Lopérfido posiblemente estimaría que fueron seiscientas, que el resto se inventó para cobrar subsidios. Lopérfido piensa que los mosqueteros de Alejandro Dumas eran dos y mentían para cobrar dos sueldos de ñoquis. Que los apóstoles que escribieron Evangelios eran dos, con igual finalidad espuria. Que la cifra de seis millones de judíos asesinados durante el Holocausto no fue corroborada por escribanos públicos ni contadores. Que el nadador estadounidense Michael Phelps ganó 11 medallas de oro, que ya son bastantes. La bandera de Estados Unidos, calcula Lopérfido, tiene 37 estrellas, que es un guarismo alto.

Fuera de broma: al presidente Mauricio Macri la cantidad de desaparecidos y sus implicancias culturales no le interesan. Las desdeña con mohines de clase alta, sorprendido en una entrevista en la que la periodista cumple su rol. Su discurso sobre derechos humanos refleja las limitaciones de su formación y su oratoria. No maneja la jerga adecuada, farfulla algo sobre “un muro” que vio a regañadientes por primera vez porque se lo impuso el ceremonial de la visita de su colega norteamericano, Barack Obama. Es rústico e impreciso, maneja un vocabulario de cuatrocientas palabras… un testimonio vivo de la calidad de ciertos centros de excelencia de la educación privada.

Pero las elipsis, las omisiones, los furcios se caen siempre para un mismo lado, que es el de sus convicciones. Jamás se equivocará y hablará de las víctimas, de terrorismo de Estado, de violaciones de derechos humanos (o de derechos, tout court).

La dinámica de la comunicación macrista compele a los adláteres a enunciar que el presidente dijo lo que calló. El senador Federico Pinedo descubre que “guerra sucia” es sinónimo de terrorismo de Estado. Esta expresión, sedimentada en años de elaboraciones jurídicas y académicas, alude a un fenómeno integral, preciso, no abierto a sinonimias implantadas por los represores hace tres o cuatro décadas.

El secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, recupera a los 30.000 desaparecidos y nombra “Memoria, Verdad y Justicia” en un esfuerzo notable aunque vano por reescribir las palabras de “Mauricio”.

Las declaraciones del Presidente concuerdan con el intento de copar el Poder Judicial, de ralentar aún más los juicios por delitos de lesa humanidad, de minimizar las facultades de la Procuración General y de los fiscales con sentido de la honra y el deber.

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Dos mil rondas aleccionaron a la sociedad argentina, un ejemplo rotundo de resistencia pacífica contra la dictadura y de temple para soportar las abdicaciones de gobiernos democráticos.

Jamás ejercitaron la violencia o apelaron a la mal llamada “justicia por mano propia”. El ejemplo permeó a muchos otros colectivos surgidos en democracia como protesta ante la violencia institucional, la desidia del estado, las privaciones de derechos.

El gobierno de Cambiemos, a ocho meses de llegar, mantiene a Milagro Sala como presa política y agrava las condiciones de su detención, ante el silencio cómplice de tantos juristas, académicos y científicos sociales, sedicentes “republicanos”.

La deuda de la sociedad con Madres y Abuelas es inconmensurable. El sistema democrático, cuya dirigencia tanto las maltrató, mejoró merced a su prédica y su coherencia. Los despectivos mantras macristas trasuntan la pobreza de su pensamiento tanto como su ideología.

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Apenas como apostilla final: el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi pudo al fin estar cara a cara con Hebe. La requería para tomarle declaración indagatoria. Pudo identificarla (¿era menester con Hebe de Bonafini?), le hizo conocer los cargos en su contra (que ella sabía de memoria, conforme hizo público). La titular de Madres de Plaza de Mayo se negó a declarar, lo que (contra lo que mienten medios dominantes y dirigentes políticos aviesos o ignorantes) no prueba culpa ni genera ninguna presunción en su contra.

Quedaron desnudos los parámetros medievales que indujeron a Su Señoría a disponer un operativo cuasi bélico con el ansia perversa de detener a Hebe en la Plaza, un jueves. No pudo, comprobó la torpeza del Poder Judicial, la brutalidad y el descontrol de los magistrados.

La ronda 2000 circunvaló la Pirámide, contra las nuevas formas de barbarie, menos terribles que las del pasado, pero con un sesgo autoritario creciente al que solo pueden ponerle límites la conciencia colectiva y la movilización popular.

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