EL PAíS › LA LARGA CRONICA DE LA PROTESTA EN JUJUY

Un pueblo que lucha

Por L.V.

El 21 de mayo de 1997, en Libertador San Martín, ocurrió la primera gran pueblada que recuerda la ciudad. La Gendarmería Nacional reprimió una protesta en la Ruta 34. Los gendarmes lanzaron gases lacrimógenos sin respetar mujeres ni chicos. Una beba sufrió un principio de asfixia y ése fue el detonante para que el corte se convirtiera en un levantamiento con la participación de todos los vecinos. Durante dos días la gente se enfrentó con las tropas en un combate desigual, con piedras y hondas, en un conflicto que se propagó rápidamente por el resto de la provincia.
Tras esas jornadas donde las batallas ya no ocurrían en la ruta sino casa por casa, el gobernador debió replegar a la Gendarmería. Los pobladores habían conseguido meter en la agenda pública el problema de la pobreza y la falta de trabajo. Hacían saber así, con un estallido sumamente violento, que el hartazgo expresado por el grupo que había ido a la ruta era compartido también por los que hasta entonces se habían quedado dentro de sus casas.
Carlos Menem, en esos días presidente y de gira por Alemania, minimizó lo ocurrido desde Bonn: aseguró que la paz reinaba en toda la Argentina y que el conflicto era “un tema menor”. Pero los cortes y la represión continuaron.
Como en la época de la dictadura, cuando las empresas de la familia Blaquier daban apoyo logístico a los grupos de tareas que secuestraban a militantes sindicales y políticos de la ciudad, los pobladores denunciaron que se estaban usando en la represión “camionetas y un camión Mercedes– Benz 350” del Ingenio Ledesma. Finalmente, en medio de difíciles negociaciones que involucraron a enviados nacionales y funcionarios locales, se firmó un acuerdo para la creación de 12 mil empleos y un aumento en los subsidios.
La pueblada marcó el debilitamiento del gobernador Carlos Ferraro y mostró, en un fenómeno que entonces era novedoso, que también la oposición despertaba fuertes resistencias entre los que habían salido a protestar. Al mismo tiempo, los líderes del conflicto hicieron audible un discurso hasta entonces silenciado, ya que a través del Frente de Gremios Estatales plantearon un cuestionamiento estructural a las políticas neoliberales del menemismo.
En los años siguientes habría nuevos estallidos seguidos de represión. En agosto de 1998 una marcha de estatales que iba de La Quiaca a la Capital terminó con 30 heridos; en junio del 2001 una movilización de desocupados por el centro de San Salvador chocó con la policía. En el repliegue, los manifestantes quemaron dos autos y rompieron vidrios. En enero del 2002, una protesta de estatales culminó con cuatro bancos con destrozos. Al mismo tiempo, en La Quiaca, después de un cacerolazo unas 200 personas rompieron por completo la Municipalidad local y atentaron contra las viviendas de concejales y funcionarios comunales.
El último episodio grande de conflicto social ocurrió en septiembre pasado. Con una reacción de solidaridad similar a la de las puebladas, los habitantes menos politizados acompañaron las protestas que se hicieron para reclamar la libertad de los manifestantes detenidos luego de una marcha. Las movilizaciones reunieron miles de personas en San Salvador de Jujuy que durante 13 días se turnaron para hacer guardia en la puerta de la cárcel a la que habían llevado a los detenidos.

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