ESCRITO & LEíDO

Kirchnerismo: una controversia cultural

 Por Diego Tatián *

Kirchnerismo: una controversia cultural es un libro que exige una cautela extrema. Sin proponérselo, hace sentir que todo lo que se diga corre el riesgo de un desacierto, que se incurre de manera precipitada y tosca en lo que la reflexión de Horacio González ha omitido con cuidado; que seremos capturados por la palabra que se trataba, precisamente, de no decir. No obstante, estas líneas sólo buscan testimoniar perplejidad ante una singular potencia de pensar que, sin descuidar la atención por las fuerzas en conflicto, permite encontrar significados impensados en las cosas familiares –arte de dar vuelta las piedras justas bajo las que algo se escondía a la mirada–.

El procedimiento toma prestado su método de la fenomenología clásica: se parte siempre del mundo de la vida, las preguntas más comunes, las palabras de la tribu tal y como atestan las calles argentinas (“muchos preguntaron, ¿para cuántos años hay peronismo?”) o de una vieja fotografía de Cristina recostada en una verja, para desentrañar luego lo impensado que hay allí y alcanzar iluminaciones profanas de intensidad súbita. Así, la atención hacia una ignota voz solitaria que en un acto de Kirchner grita: “¡Acordate de Perón!”, es tomada como si de una escoba voladora se tratara para interrogar el pensamiento de Jauretche, el cine mitopoiético de Favio, el arte de Santoro.

Zahorí de altísima sensibilidad cultural, la escritura de González detecta en el barullo vocinglero de la discusión política argentina los precipitados inadvertidos de discusiones más antiguas, o nombres olvidados que entran, de la manera más natural, en la conversación de los vivos y los muertos cuyo objeto de disputa es la Argentina. Así, tras la polémica entre Galasso y Altamira sobre el asesinato de Mariano Ferreyra, despunta el nombre de Germán Avé Lallemant –fundador de la UCR en San Luis, cartógrafo, naturalista, posible corresponsal de Engels y un largo etcétera–, personaje que cumple todos los requisitos para fascinar la arqueología gonzaliana. ¿Cuál es el hilo invisible que permite el salto de Galasso/Altamira a Lallemant? La pregunta se desvanece en una heurística de la conjunción inesperada; González es no sólo un buscador de perlas sino un maestro en el arte de encontrar esos hilos secretos, ejercido con la gentileza de quien hace creer que hacerlo no ha costado ningún trabajo.

El kirchnerismo “no tiene textos”. Como rareza de esta constatación se revela el prólogo de Cristina Fernández a los cuentos de Monteiro Lobato “devorados” en la infancia; relato autobiográfico en el que la Presidenta recuerda la estrategia, durante los años oscuros, de forrar libros de Fanon, Sartre y Cooke con páginas de Monteiro Lobato, para disimularlos. “Cotejemos esta acción realizada sobre los libros de Lobato con el discurso de inauguración de la represa de Yaciretá... Del texto sobre Lobato... llegamos ahora a la manifestación de una discursividad dura sobre política energética.” La línea invisible que va de un autor de relatos infantiles a la política energética es iluminada en su relevancia cultural y política.

No obstante esa predilección por las tramas secretas, se trata de un libro de crítica, donde por crítica no entendemos denostación o denuncia –tampoco una “crítica de la razón kirchnerista”–, sino una fina exploración de los límites y posibilidades de un acontecimiento. Crítica como paso atrás, consideración de eso llamado “kirchnerismo” como si se estuviera fuera de él (el pasado o algo por venir), no obstante ser González una de las plumas fundamentales del fenómeno a desentrañar. Libro de crítica que muestra sin embargo la inherencia de este concepto en el de mito –comprendido a su vez este último en su dimensión crítica–.

González enseña algo fundamental para la tradición que lleva el nombre de “nacional-popular”. Enseña que la ostentación sin mediaciones –como si nada hubiese ocurrido en la historia– de “barbarismo” explícito; la apelación a un léxico reificado (“gorila”, “antipatria”); el empleo sustantivo del mito (como si la crítica fuera pura jactancia de intelectuales); la reducción de la cultura popular a la elementalidad sin relieve de lo que puede ser comprendido por todos, son inmediatismos reaccionarios muy en la retaguardia de una renovada sabiduría popular que exige pensar de otro modo la cultura, el lenguaje, el mito, la vida colectiva y los signos del presente.

Clave de estilo en Kirchnerismo... –y otros libros del autor– es una deliberada sustracción de la evidencia y el juicio final. Se dice siempre menos de lo que puede ser dicho, siendo que se dice mucho. Barroco autolimitado que se mantiene un paso atrás de lo que permite ver, y exige del lector una praxis frente a lo no dicho. Esa exigencia invita además a una probidad intelectual y militante que abjura de cualquier facilismo, afronta las mejores razones de sus adversarios y les hace justicia. El kirchnerismo se presenta así como trabajo –que no es ajeno a la articulación de desarrollismo y emancipación, junto a una urgente reflexión sobre la naturaleza y los recursos naturales–. Para ello, Horacio González busca renovar la idea de un “frente” libertario de reforma social, y apoya su posibilidad filosófico-política en la idea, enigmática y bella, de “compañerismo trascendental”.

* Profesor de Filosofía Política (UNC).

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