ESPECTáCULOS

La Feria y yo

Por Ricardo Feierstein *

Mi primera vez fue con el advenimiento de la democracia. Con Santiago Grimani nos sentamos en una mesita prestada por el stand que accedió a presentar nuestros libros, bajo el cartel “autores firman ejemplares”. Al terminar, él había firmado ocho ejemplares y yo quince. Nos estrechamos las manos y juramos que la Feria del Libro era el invento más maravilloso que, desde Gutenberg, les había ocurrido a los escritores. Los años y ferias siguieron matizaron esta explosión de optimismo. Persistía el sentimiento de encontrar lectores habitualmente anónimos entre los miles que circulaban por los pasillos. Pero el proceso de infantilización cultural que desembocaría en el menemismo hizo que la farándula desplazara la genuina pasión por la escritura (tanto de lectores como de autores).
Desde hace algunos años, mi trabajo de editor permite ubicarme también en el otro lado del mostrador. Las luces, las multitudes y el ruido me siguen provocando pérdida de orientación y dolor de cabeza. Muchos escritores seguimos siendo esencialmente solitarios. Estar con miles de lectores está muy bien. Luego, uno queda arriba del ring literario, frente a la página en blanco. Allí no hay feria que ayude.
* Escritor y director de la editorial Milá.

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