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Antisemitismo y máscara

Por manuela fingueret*

Los judíos tenemos la piel llagada por siglos de persecuciones, pogroms, inquisiciones y exterminios, de allí que nos ericemos frente a una caricatura provocativa o ciertas alusiones seudohumorísticas. La memoria supura y es inmediata la sospecha o el reflejo defensivo que a veces se tiñe de paranoia. Es que después del Holocausto no son pocas las situaciones que abonan esta ultrasensibilidad: la masacre de Munich, los skinheads, el neonazismo europeo, las profanaciones de tumbas, el trato “especial” que recibían los judíos durante la tortura en la última dictadura militar, los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. Sabemos que abunda este tufillo en sectores de derecha y cierta clase alta, pero también se lo huele entre izquierdistas de buena conciencia, líderes gremiales, sectores de bajos recursos y en segmentos de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Sin hipocresía, debemos reconocer el uso de un tema tan delicado por parte de dirigentes comunitarios judíos que, con su comportamiento en lo económico y político, afectan a toda la sociedad y que en el antisemitismo encuentran una posibilidad de disimular sus propias iniquidades. No es lícito entonces que algunos de estos sectores enarbolen cada tanto el tema de la discriminación porque tampoco actúan con el mismo énfasis cuando de bolivianos, peruanos, coreanos o chinos se trata a la hora de arremeter en forma sistemática contra la xenofobia. “El antisemita necesita que alguien haga de malo para poder hacer de bueno. El judío es el reaseguro de la identidad del antisemita”, escribe Ruiz de los Llanos. Pero el antisemitismo, una realidad que el fundamentalismo de varios pelajes ha reacomodado bajo el apelativo de antisionismo, no justifica utilizarlo como máscara del cinismo. Al igual que en el libro El judío Süs, ese cortesano del siglo XVIII que llevó la ambición y la obsecuencia con el poder de turno hasta límites autodestructivos, el escritor Lion Feuchtwanger espeja una penosa actualidad que nos obliga a estar alertas y ser cuidadosos para no participar con ingenuidad de la fábula del lobo y el pastorcillo.

* Escritora y periodista.

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