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“Yo no me considero un director profesional”

- “No puedo ser objetivo ante mis films por una razón muy simple: no me considero un director profesional, cuyos films sean la expresión de un hombre que ejerce un oficio. Soy un narrador de historias. Filmo porque me gusta contar mentiras, inventar historias y contar cosas que vi, personajes que conocí. Sobre todo, me gusta contarme a mí mismo. Filmo contando elementos de mi vida, con tal sinceridad que a veces llego a la indiscreción y mis confesiones amenazan con producir catástrofes, porque resultan excesivas e inoportunas. Esta actitud que se halla en la base de mis obras me impide juzgarlas, porque es como si me preguntaran ‘¿Qué prefiere, su matrimonio o el servicio militar? ¿Su tercer año de liceo o su primera aventura amorosa?’. No sabría decirlo porque prefiero todo, porque, como se trata de episodios de mi vida, todos me parecen merecedores de respeto, estoy poseído por un respeto paralizante para todo lo que me concierne y, por consiguiente, para mis films.”
- “La película comienza el día en que pongo un anuncio en los periódicos pidiendo gente para trabajar, no actores sino gente. Abro una oficina y espero, y llega una procesión de locos, locas, rostros, cuerpos, narices, una corbata, un pie... Quizás exagere un poco. A veces, todo comienza con un olor, una dirección, una receta de cocina. (...) Tomo notas, fotos y prometo a todos: ‘Estará en mi película’. Por eso me acusan de ser un mentiroso, porque no puedo contratar a todo el mundo. Esta fase es el momento en el que ejerzo más sádicamente mi poder. Por ejemplo, pido mujeres gigantes. ‘Tráiganme todas las mujeres gigantes del país.’ Y llegan, una cola gigante de gigantas. Y yo, tan pequeño, detrás de mi pequeña mesa, miro a la primera y la echo: ‘¡No es demasiado giganta!’.”
- “Después me pongo a hacer dibujos y, de pronto, necesito comenzar. La película no está completa, el guión no está terminado, no escogí a todos los actores ni he imaginado todos los decorados, pero tengo que comenzar. De lo contrario, todo se va a precisar, a fijar, que es lo que yo no quiero y lo que quieren los productores. Las dos primeras semanas de rodaje son un viaje contradictorio. Destino desconocido. Después tengo la impresión de que yo no dirijo ya la película, que ésta me dirige y sabe perfectamente a dónde va. Intento permanecer disponible y aceptar los descubrimientos del viaje. Este precario equilibrio entre lo que uno hubiera querido hacer y lo que realmente hace, este intento de fidelidad al impulso inicial, es la única definición que soy capaz de dar de mi trabajo.”

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