LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Bandos

Dos miradas que parten del marco generado por la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Susana Fernández Carral para asegurar que la salud de la comunicación está en marcha y Lila Luchessi planteando su propio punto de vista sobre la relación entre medios y audiencias, a partir de la nota publicada la semana anterior en este mismo espacio por Daniel Cabrera.

 Por Lila Luchessi *

Pensar a la sociedad como la sumatoria de individualidades alineadas a la izquierda o la derecha, al norte o al sur, es simplificarla hasta un punto que no resiste el menor análisis. Además, la influencia cultural de los medios tiende a establecer temas y atribuciones, mientras que construye los marcos cognitivos con los que la ciudadanía produce y establece sentidos.

Desde las lógicas informativas, las ideas vinculadas con el periodismo como espejo capaz de reflejar los acontecimientos sociales fueron desestimadas por distintas escuelas de comunicación que acuerdan en su tendencia a la construcción de sentidos sociales.

En este contexto, ponderar que los productores mediáticos y sus audiencias ven “lo que quieren o lo que pueden” a partir de una subjetividad “razonable y compartible”, según se plantea en el artículo publicado por Daniel Cabrera la semana pasada, es llevar el debate a una situación premediática.

Por supuesto que los medios operan sobre la agenda de la sociedad. Pero esto sólo es posible si tienen en cuenta los temas que son de interés para ella y que surgen de la experiencia cotidiana, la interacción con los otros, el anclaje en las tradiciones y las articulaciones con la subjetividad, que no remite a la individualidad de los sujetos, sino a la construcción de imaginarios y colectivos históricos que los incluyen.

Hace ya unos años, escribíamos con Gabriel Cetkovich que ningún medio puede tensar la relación con sus audiencias hasta perderlas. En el mismo sentido, las adecuaciones a las preferencias temáticas y estilísticas de sus públicos les permite sostener una actividad que tiene una posibilidad de influencia mucho mayor que otras, pero no deja de ser una industria cuya rentabilidad no se sostendría con el ejercicio individual del libre pensamiento.

Es así que situar el debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la mera discusión entre defensores y detractores evidencia un fuerte desconocimiento sobre las discusiones planteadas en los distintos ámbitos que la sostienen y la articulación de consensos que llevó más de dos décadas de trabajo.

Estos consensos no se basan solamente en el plano analítico. Las experiencias de cientos de medios comunitarios, profesionales ligados al campo popular, a la cultura y a las expresiones de las distintas regiones del país permiten una síntesis que da por tierra con todo binarismo.

Los estudios realizados sobre audiencias dan cuenta de motivaciones, aspiraciones y construcciones de sentido y también de los marcos culturales desde los que se plantean. En este punto, los medios masivos son de vital importancia para la comprensión de lo cotidiano, cuya puesta en público se asienta en la selección y la jerarquización de los acontecimientos que ellos pueden hacer.

Transparentar estas acciones deja de lado la concepción de los medios como “monstruos”, al tiempo que estipula la asimetría que constituye su razón de ser. Es a partir del caudal informativo, la complejidad histórica y el contexto tecnológico que los medios resultan centrales para la construcción de sentidos, las mediaciones y la puesta en público de la información que necesita la sociedad.

Cuando esto no ocurre, y se encapsulan en temas que no son de interés para la ciudadanía, es cierto que los pactos se rompen y se pierden partes de la audiencia. Sin embargo, el modo en que operan a largo plazo los marcos con los que los medios presentan la información no cambia de inmediato.

El debate, que se instala masivamente luego de veintiséis años, es el mejor ejemplo de que los procesos culturales y la construcción de consensos democráticos no se hacen de un día para otro. También, la idea de “los dos bandos” sobre la “ley de medios”, que en rigor sólo tiene en cuenta a los audiovisuales, expresa claramente el modo de influencia con el que los medios concentrados construyeron la información.

La puesta en igualdad del Estado con los grupos de interés, y la homologación de quienes confluyeron en un marco regulatorio inclusivo con el oficialismo, da cuenta de la influencia cultural sobre la comprensión simplificada de un proceso cuya complejidad aún no terminamos de ver.

Los intereses de los distintos grupos, las diferencias dentro de ellos y las posiciones éticas respecto de los mecanismos de aplicación de la norma serán de vital importancia para despojar a la ciudadanía de una idea instalada desde los marcos binarios con los que se entiende a la sociedad. Así, será posible pensar en las articulaciones de intereses de los ciudadanos, sin cargarlas de las sospechas delictuales que supone comprenderla como bandos.

* Doctora en Ciencia Política. Coordinadora de la Licenciatura en Comunicación Social UNRN. Profesora investigadora UBA.

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