LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Comunicación y salud: diversidad e interculturalidad

Ianina Lois plantea aspectos centrales sobre comunicación y salud y pide incorporar la perspectiva intercultural en las políticas públicas del sector.

 Por Ianina Lois *

La comunicación en salud es un campo que se viene desarrollando de manera veloz en los últimos tiempos. Uno de los desafíos pendientes es incorporar la perspectiva intercultural a los modelos y prácticas de comunicación impulsadas desde las instituciones públicas de salud.

Las políticas públicas no son neutrales. La forma en que comunicamos en salud se encuentra atravesada por modelos ideológicos hegemónicos, donde el saber médico ocupa el lugar central. Es así que la manera de concebir la salud y la enfermedad, el rol de los sujetos respecto de su salud y el cambio de las prácticas sociales, será coherente con los marcos de sentido contenidos en las instituciones rectoras de la salud pública.

Si miramos las acciones cotidianas de las y los comunicadores que trabajan en salud veremos que conviven de manera conflictiva distintos modelos comunicacionales, en los cuales no sólo cambia la forma de nombrar las tareas, los objetivos y las actividades. Estos modelos responden a paradigmas diferentes acerca de cómo piensa el sistema de salud a las personas, a sus costumbres y rutinas, a las relaciones que establecen con su propio cuerpo, con la comunidad a la que pertenecen y con las condiciones que estructuran sus contextos y ambientes.

Comunicar desde una institución pública –a través de materiales impresos, sonoros y/o audiovisuales– genera un tipo de relación con aquellos a quienes se busca interpelar y movilizar desde las políticas públicas. A lo largo de la historia de la comunicación en y para la salud hemos visto la presencia de fuertes modelos normativos en relación con las conductas y acciones de la población destinataria.

Muchos mensajes nos dicen qué comer, cómo hacerlo, cómo comportarnos en la intimidad o cómo conformar nuestra familia, y nos proponen prácticas universales donde no son incorporadas las condiciones en las cuales transcurre la vida familiar, laboral y comunitaria del destinatario.

Quienes hacemos comunicación desde el ámbito de la salud nos encontramos permanentemente con el desafío de que nuestros materiales sean inclusivos de la diversidad de género, de lugar de nacimiento o crianza, de elección sexual, de lenguaje y costumbres y de las diferencias generacionales, entre otras posibles.

La dimensión intercultural da cuenta de la salud como necesariamente imbricada en los procesos culturales. Es pensar la salud, la enfermedad y la atención desde una perspectiva relacional que recupera los procesos históricos y considera que todo campo sociocultural es heterogéneo. Permite advertir que la comunicación en salud ocurre en el ámbito de las contradicciones, las disputas de sentido y las asimetrías en el acceso a los recursos –sean materiales o simbólicos–.

Y en este sentido, quienes generamos e impulsamos procesos comunicacionales desde las instituciones de salud no debemos olvidar que la comunicación no puede ser considerada como un espacio neutro que produce relaciones transparentes y racionales en los servicios de salud. Abordar la comunicación desde una perspectiva intercultural implica pensarla a partir de relaciones complejas que se desarrollan por múltiples vías y donde el conflicto es inherente.

Si reconocemos la articulación con lo cultural y lo político, surge la necesidad de avanzar más allá de la mera definición de estrategias. Nos aproximamos a un espacio de intercambio de saberes y sentidos entre los sujetos y las comunidades que participan de la situación de comunicación.

El desafío está planteado. Resta intentar responder si es posible realizar un abordaje de la relación comunicación y salud a partir de la incorporación de dimensiones como comunidad, interculturalidad y culturas populares. Respuesta que pondría a la discusión en el campo de lo ideológico y supondría un avance hacia la democratización de las relaciones sociales en el ámbito de la salud.

Resta también responder si es posible avanzar hacia modelos de comunicación menos sordos y ciegos, que conciban a la comunicación como proceso, reconozcan la diferencia y el conflicto, y construyan escenarios de encuentro, concertación y participación, donde se propicie el diálogo con aquellos a quienes se dirigen las políticas públicas en salud, entendiendo que en un diálogo hay reglas del juego compartidas y aceptadas, y hay múltiples actores que se escuchan recíprocamente y se modifican en esa conversación.

* Docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación UBA.

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