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El cuidado de la libertad *

Reflexionando sobre las prácticas periodísticas actuales, Marta Riskin sostiene que para consolidar la pluralidad de voces se precisa la deconstrucción de los paradigmas mediados de comunicación, el trazado de nuevas estructuras conceptuales y tecnológicas y la generación de fuentes genuinas de sustento económico para los nuevos medios.

 Por Marta Riskin **

Las palabras y las cosas *

Demasiadas democracias modernas aún consideran al voto como única práctica política y canalizan todas sus respuestas sociales a través de instituciones con rígidas estructuras verticales.

Sus pueblos quedan así predispuestos a periódicos arrebatos “primaverales”, ilusoriamente espontáneos e inocentes y disponibles para quienes trabajan sobre el humor social.

El circuito unidireccional “emisor/medio/receptor” reproduce los estereotipos de percepción y monta la plataforma sobre la cual, cada vez que los poderes tradicionales consideran afectados sus intereses, emiten mensajes de desesperanza e incertidumbre, y opiniones adversas a las políticas de Estado.

Los dispositivos de manipulación y tergiversación de contenidos encubren a los verdaderos beneficiarios de esta praxis comunicacional, pero exponen a las franjas de audiencia que les resultan funcionales y movilizan en defensa de sus intereses, generalmente opuestos al interés popular.

Maniobrando cada “quién-qué-cómo-dónde-cuándo-por qué”, incluso logran persuadir a su público de que están obligados a perjudicarlos al acatar la ley.

Baste como ejemplo la gráfica de Cablevisión anunciando los cambios en la grilla y, de paso, el “forzoso” traslado de señales de alto consumo del abono estándar a la más costosa programación por cable digital.

En una lectura rápida sólo se registrará el perjuicio del recorte de canales.

Sutilmente, el aviso inculpa a la Afsca del aumento de precios y la marginación de usuarios que no podrán pagar el abono diferencial, eclipsando la decisión empresaria de incrementar su rentabilidad con los migrantes al cable digital.

La comunicación no sólo es un acto de razón.

La libertad es la condición ontológica de la ética *

Aquellos sectores de la ciudadanía que habitan el “caos” multicolor de rojos tomates o dólares verdes y azules, no suelen registrar estas contradicciones y depositan su confianza en quienes se adjudican la custodia de la ética y la libertad, aunque organicen operaciones de prensa y golpes al Estado.

Atreverse a trascender siglos de formateo de la opinión pública es apenas un indicador de la riqueza de los cambios culturales que posibilita la ley 26.522.

El conflicto entre los renuentes a abandonar voces autoritarias y los predispuestos a cuestionarlas y desarticular estratagemas exhibe la urgencia de desplegar libertades condicionadas durante generaciones, eliminando restricciones al pensamiento y, sobre todo, a la imaginación. Plantea tareas a largo plazo y exige formidables esfuerzos colectivos. Y no sólo por parte del Estado.

Para consolidar la pluralidad de voces se precisa desde la deconstrucción de los paradigmas mediados de comunicación hasta del trazado de nuevas estructuras conceptuales e incluso tecnológicas.

La construcción de fuentes genuinas de sustento económico para los nuevos medios implicará acompañamiento y asesoramiento profesional –además del académico– que les permita competir por audiencias aún sujetas a patrones estéticos fuertemente pautados.

Por supuesto, estas prácticas cuestionan numerosos proyectos, intereses y elecciones personales.

A mayor libertad, mayores responsabilidades.

Pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad *

Por cierto, la coyuntura histórica reclama un Código de Etica Comunicacional que evite la servidumbre impuesta por los expertos en destituciones y viabilice la construcción más libre posible del propio criterio.

Hasta hoy, los esfuerzos por acabar con la impunidad de prácticas periodísticas delictivas (tal el Código de Etica del Sindicato de Prensa de Rosario de 2007) apenas superaron la declaración de principios.

Tampoco parece que los seres humanos hayamos logrado tan elevados niveles de conciencia que garanticen la aplicación de leyes de regulación ética de la información, sin riesgo de tentaciones autoritarias.

La respuesta está en la acción.

Sufrir la comunicación como mercancía, o gozarla como derecho, se aprende en la arena política. Los “diálogos” ficticios y las consignas vacías se desarticulan en el debate.

La convocatoria al compromiso ciudadano con la libertad colectiva involucra desarrollar canales de retorno y devoluciones independientes que refuercen la multiplicidad cultural.

Requiere excluir tracciones superfluas e intenciones de licuar las diferencias, pero facilita la escucha activa de voces bien intencionadas con diversas representaciones de la realidad, desarrollando el pensamiento crítico y la sensibilidad para construir un alfabeto ético común.

No hay grandes novedades: se trata de continuar instalando y poniendo en valor los debates previos a la promulgación de la ley 26.522.

* Michel Foucault (1926-1984).

** Antropóloga UNR.

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