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La resistencia de los editores

Daniel Badenes presenta la experiencia de las editoriales autogestionadas e independientes y anuncia la realización de la 4ª Feria del Libro y la Revista, que se llevará a cabo en la Universidad Nacional de Quilmes los días 18 y 19 de septiembre.

 Por Daniel Badenes *

Desde fines de los ’80 y particularmente desde los ’90, el sector editorial ha atravesado un proceso de concentración económica que transforma la práctica de edición de libros, históricamente concebida como “empresa cultural”. El fenómeno incluye la compra de editoriales por grandes grupos de la industria de la información y el entretenimiento; la producción a gran escala a partir de la explotación extendida de zonas lingüísticas; y la creciente financierización de la gestión, cuya exigencia de rentabilidad deviene en políticas editoriales cortoplacistas.

En la perspectiva de esa edición industrial-financiera, lo comercial prima sobre lo cultural: producir un libro no difiere de producir un auto o una gaseosa. Regidos por lo que dicta “la demanda”, siempre se busca el best-seller. Los éxitos se imitan, producen modas y las modas uniformizan los contenidos.

En Argentina, dos actores claves resisten esa tendencia: la edición universitaria y la llamada edición independiente. En un país con un sistema universitario sólido, unos cuarenta sellos funcionan en ese ámbito público construyendo catálogos que no se rigen por las ventas y cuyos títulos van incluso más allá de la producción académica. Valga como ejemplo la Editorial Universitaria de Villa María, con colecciones como Tinta Roja, dedicada a las novelas policiales latinoamericanas.

Agregan oxígeno al sector las llamadas editoriales “independientes”, que a distintas escalas apuestan a una edición plural, muchas veces apasionada y militante, que crea una oferta de libros más allá de las modas. Desde la autogestión y el artesanado hasta ciertas pymes culturales “atendidas por sus dueños”, estos editores de creación contribuyen a la “bibliodiversidad”, palabra acuñada por profesionales del libro de América latina a fines de los ’90, cuando se hacían evidentes los peligros de la concentración. La bibliodiversidad se opone a la best-sellerización. Estos editores “son alternativamente descubridores, laboratorios de investigación, actores políticos comprometidos”, define Gilles Colleu en su libro La edición independiente.

Ensayan alternativas y, más de una vez, están a la vanguardia incluso del sector académico: cabe mencionar el uso de licencias libres, muy frecuente entre los editores autogestionados y poco explorado en la universidad pública, todavía aferrada a la tradición del copyright.

La potencia creativa de estos editores se comprueba en cada evento que los convoca, desde las Ferias del Libro Independiente (FLIA) autogestionadas, que florecieron en todo el país desde 2006, hasta eventos como la Fiesta del Libro y la Revista organizada en Quilmes y convertida en el evento más convocante para el sector en una universidad pública.

Esta última convoca a otro actor fundamental para la pluralidad de ideas y relatos: las revistas culturales, que hoy pujan por la sanción de una ley de fomento (La Ventana de Página/12, 5/2/2014), ingresada al Congreso en mayo del año pasado.

Poner en relación los mundos de la edición autogestionada de libros y de revistas es relevante, no sólo porque ambos comparten los karmas del oligopolio del papel y la corporativización del sector de la distribución. La propia dinámica de la concentración los vincula: cuando las editoriales son absorbidas por grupos económicos, se teje una relación vertical con ámbitos de la difusión y de la crítica. El caso de Hachette es paradigmático: la megaeditorial francesa es, también, la principal productora de revistas en el mundo, con centenares de títulos lanzados al mercado. Y se sabe: hoy la clave de los medios comerciales no está en lo que dicen, sino en lo que silencian. La extinción casi total de la crítica literaria y la escasez de espacios de promoción para sus títulos es un problema acuciante para los editores independientes de creación, que encuentran en aquellas revistas culturales su principal ámbito de expresión.

La edición independiente de libros y revistas contribuye, en suma, al ejercicio pleno de la ciudadanía y la construcción de una cultura que resiste a la lógica del capitalismo. En 2005, en un encuentro de editores realizado en Guadalajara, la italiana Ginevra Bompiani (de Nottetempo) afirmó que “la pequeña edición independiente es una forma de resistencia”. “Resistir no quiere decir solamente luchar –decía–, sino persistir. Seguir siendo lo que uno es, lo que se empezó por ser, lo que en nosotros quiso ser editor. La edición siempre fue una forma de resistencia.” Más allá del lucro, ratificando una vez más que la comunicación, la educación y la cultura son derechos humanos, el encuentro de la Universidad con los editores –con esos editores– es una gran noticia.

* Director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNQ.

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