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De la guerra virtual al jihadismo geek

A partir de los sucesos acaecidos en París, Marcelo García repasa el uso político de los desarrollos tecnológicos de la comunicación y su utilización actual por el ISIS.

 Por Marcelo J. García *

Pasó apenas un cuarto de siglo entre la primera guerra del Golfo y el 11-S parisino del 13 de noviembre de 2015. En el medio, la política internacional fue mutando al ritmo de la tecnología de la comunicación y, sobre todo, de sus usos. Del imperialismo audiovisual de la CNN al califato cibernético del ISIS hay siglos (y océanos) de distancia.

Primero, irreal. La “tormenta del Desierto” lanzada por los Estados Unidos sobre Bagdad en 1991 fue transmitida en directo, 24 horas al día. Las imágenes hiperreales de CNN quitaban el dramatismo y la sangre a una guerra “sin muertos”, con luces de colores y aviones como videojuegos. Esas imágenes cuidadas y quirúrgicas llevaron a Jean Baudrillard a ensayar que la Guerra del Golfo “no había tenido lugar”.

La academia adoptó la idea de que había un “efecto CNN” en la política mundial de fines del milenio. Las cámaras podían guiar la atención del público y luego la de los gobiernos hacia ciertos conflictos (Somalia 1992, Ruanda 1994, Bosnia 1995). CNN se convirtió en casi sinónimo de Departamento de Estado.

Segundo, Hollywood. Los atentados del 11 de septiembre fueron planificados para poner a ese primer sistema mediático global al servicio de un terror casi cinematográfico. El primer avión chocó contra la torre norte del World Trade Center a las 8.46 am. Los terroristas dieron 20 minutos a las cámaras para ubicarse hasta que el segundo avión chocó contra la torre sur a las 9.05. El efecto CNN se convirtió en un boomerang, y el horror visual alimentó tanto a la “Guerra contra el Terror” que lanzó el gobierno de George W. Bush como al espionaje interno que conoceríamos años después gracias a Edward Snowden.

La primera década del siglo XXI puso en cuestión el dominio audiovisual de Occidente. Del efecto CNN se pasó al “efecto Al Jazeera”. Osama Bin Laden no necesitó que una cámara vuele desde Atlanta para difundir al mundo sus amenazas de lluvias de aviones. Ahora tenía a la cadena fundada y financiada por la familia real qatarí, más cercana y leal. Con Al Jazeera, el relato de la segunda guerra del Golfo (la invasión y ocupación de Irak a partir 2003) fue mucho más disputada. Mientras las cadenas estadounidenses “embebían” periodistas en las líneas de combate para narrar la historia oficial, Al Jazeera mostraba sangre y dolor. La guerra sí estaba teniendo lugar.

Pero en aquella invasión de Irak se vieron las primeras consecuencias de las nuevas tecnologías digitales en la política exterior. Facebook era todavía un juego universitario cuando un grupo de marines se sacó fotos abusando de presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib cerca de Bagdad. Entre abril y mayo de 2004, las fotos se filtraron a los medios. Era la obra del horror en la era de su reproductibilidad técnica (digital). La posguerra se hizo mucho más real todavía.

Tercero, viral. La década de las Redes Sociales (Facebook 2004, YouTube 2005, Twitter 2006, Instagram 2010, etc.) junto a la popularización de los smartphones (1/4 de millón en 2009; 2000 millones en 2016) condensan todas las experiencias anteriores y pone a la política (nacional e internacional) en jaque. La “primavera árabe” que estalló en Túnez en diciembre de 2010 fue la antesala del poder de las redes para ayudar a organizar pueblos. La mayoría de esos movimientos, sin embargo, fracasaron (Egipto, Yemen, Libia, Siria). La red no es el territorio.

La gran novedad del ISIS en este proceso es usar esas redes para integrar individuos a un proyecto territorial: el Estado Islámico. La estrategia es a la vez virtual y real: 70.000 cuentas de Twitter asociadas a miembros de la organización según un estudio del Instituto Brookings (http://cor.to/89y1), una app en Twitter (“The Dawn of the Glad Tidings”), pero también decenas de “centros digitales” (http://cor.to/89yL) diseminados en el terreno que controla para compartir propaganda vía bluetooth. Unos 25.000 extranjeros se sumaron para luchar en Siria e Irak, 4500 de Europa y Norteamérica. El Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia (ICSR, http://cor.to/AL5W ), que estudió el perfil público de algunos de esos “occidentales”, los muestra como representantes de una suerte de jihadismo “cool” y hasta “geek”. Las decapitaciones se transmiten en HD. Usar herramientas del siglo XXI para intentar llevar al mundo de vuelta al siglo XVII puede parecer una locura. Pero es una locura que genera tragedias bien reales.

* Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA-FSOC). Integrante de SIDbaires.

@mjotagarcia.

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