PSICOLOGíA › EL DUELO POR LA MUERTE DE RAúL ALFONSíN

“Fragmentario, melancólico, argentino”

 Por Eduardo Müller

Conmueve ver tanta gente conmovida. ¿Qué es lo que se mueve en este gran movimiento colectivo por la muerte de Raúl Alfonsín? Un movimiento que sobrepasa enormemente a los que se consideran sus seguidores. Si todo el movimiento peronista acompañó en procesión masiva la muerte de su líder, en este caso es diferente. No fue un movimiento, no fue una movilización, no hubo móviles, sino una gran conmoción por la muerte de alguien que no debe ser el mismo para todos. No fue la muerte (sólo) de un líder, ni de un caudillo, ni de un ídolo popular ni de un sabio.

¿Qué murió con la muerte de Alfonsín? Freud advertía que en un duelo patológico era necesario indagar qué se perdió con el que se murió: el melancólico “sabe a quién ha perdido, pero no lo que con él ha perdido”. Algo de lo intrínsecamente argentino se perdió con Alfonsín.

Su figura incluye dos aspectos, dos momentos radicalmente opuestos. El de la promesa y el del incumplimiento. Alfonsín, como joven militante radical, fue considerado una promesa. Y, ya como candidato, se transformó en un gran prometedor. Muchos dolientes recuerdan la promesa encerrada en el rezo laico del preámbulo, la promesa de luchar contra el pacto militar-sindical y la espléndida promesa de que la democracia iba a curar, dar de comer y educar.

Hay otros dolientes que contribuyeron a impedir que muchas de esas promesas se cumplieran. Se los vio saludando circunspectos el cajón, como si fueran parientes cercanos. Muchos dolientes le agradecen la “casa en orden”, las felices pascuas y las fatídicas leyes de impunidad.

Algunos creen que sólo fue el que prometió, otros que sólo fue el que no cumplió. Otros, que recuerdan ambos aspectos, creen que sólo fue sincero en uno de ellos: algunos creen que fue sincero al prometer, otros que sólo fue sincero al no cumplir.

Una multitud de nuevos huérfanos creen ver en él al padre que nunca tuvieron, pero que recién hoy advierten que les hubiera gustado tener. Padre retroactivo adoptado después de muerto por gente que jamás se hermanará entre sí.

La muerte sólo mejora al que murió. Los que lo sobreviven, más allá de la catarsis colectiva, siguen (seguimos) siendo lamentablemente los mismos.

Si en la melancolía se llora lo que se pierde al perder, cada uno llora una pérdida distinta. Los dolientes lloran, juntos, llantos distintos. Por eso no se trata de un duelo colectivo. Es un duelo fragmentario, recortado, melancólico, argentino.

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Imagen: AFP
 
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