PSICOLOGíA › PSICOANáLISIS EN TIEMPOS TURBULENTOS

Bajo la crisis

 Por Luis Hornstein *

La clínica nos confronta con sufrimientos diversos: oscilaciones intensas de la autoestima y del sentimiento de identidad, apatía, hipocondría, trastornos del sueño y del apetito, ausencia de proyectos, crisis de ideales y valores, identidades borrosas, impulsiones, adicciones, labilidad en los vínculos. Son personas que están pasando por situaciones traumáticas deshistorizantes al hacer tambalear vínculos, identidades y proyectos que se manifiestan como angustia difusa, vacío psíquico y desesperanza.

¿Cuáles son las condiciones de producción de la subjetividad? Cuando uno se hace la pregunta, está dispuesto a escuchar aportes de la biología, la sociología, la psicología sin caer por ello ni en biologismo, ni en sociologismo ni en psicologismo, porque todos estos ismos son reduccionismos. El sujeto sólo es pensable inmerso en lo sociohistórico, entramando prácticas, discursos, sexualidad, ideales, deseos y prohibiciones. Un conjunto de ideologías y prácticas impregnan al niño desde el nacimiento. Ellas contienen normas, valores, lenguajes, herramientas y procedimientos para enfrentar y transformar la realidad.

La constitución subjetiva es psicogénesis y sociogénesis. Una teoría del sujeto debe dar cuenta del pasaje-proceso desde la indiferenciación narcisista hasta la aceptación de la alteridad y del devenir. Lo hará concibiendo el sujeto no sólo identificado sino identificante; no sólo enunciado sino enunciante; no sólo historizado sino historizante; no sólo pensado sino pensante; no sólo sujetado sino protagonista.

En la Argentina, es necesario investir un futuro. ¿Hay futuro? ¿Puede un psicoanalista aportar algo, junto a economistas, políticos, cientistas sociales y otros actores sociales? Sí, pero esto requiere que se despoje de obstáculos epistemológicos, teóricos, técnicos y corporativos más preocupados por preservar la “identidad” psicoanalítica que en lograr un psicoanálisis que no sólo administre una tradición y un patrimonio, sino que lo haga trabajar desde el presente.

Los pacientes están inmersos en la crisis multidimensional –política, social, económica y ética– que se ha abatido sobre nuestro país. Se vive en un mundo inestable, hecho de trayectorias volátiles, con miedo a ser el próximo excluido. De allí los colapsos narcisistas y las angustias desbordantes. Se han debilitado los lazos sociales y se ha borrado una dimensión: la de la vida pública. ¿Quién puede sentirse protegido entre cuatro paredes, sea en su casa, sea en su (precario) trabajo? No aspiramos a vivir sin incertidumbre, pero, por encima de cierto monto de incertidumbre, es imposible imaginar un futuro. La búsqueda de nuevos objetivos, de nuevos proyectos, sobre las cenizas de los anteriores, es lo que diferencia a una persona que se siente apta para el futuro de la persona lastrada por el pasado. En ésta, la ilusión se doblega ante la nostalgia.

Toxicómanos legales

Es imperioso soslayar los reduccionismos. Para la ideología reduccionista en biología (biologicismo) las problemáticas psíquicas serían consecuencia de la constitución genética. Se les niega cualquier papel a las problemáticas psíquicas, sociales, históricas. La ideología reduccionista en psicología (psicologismo) hace oídos sordos a los aspectos biológicos y a los sociohistóricos.

La práctica actual no puede ser abordada sino desde el paradigma de la complejidad. Puede haber un desequilibrio neuroquímico, pero lo que siempre habrá será la acción conjunta, y difícilmente deslindable, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, las condiciones histórico-sociales y las vivencias.

Es cierto que la bioquímica puede aliviar ciertos padecimientos. Pero la propaganda (no sólo la publicidad) de la industria farmacéutica suele presentar a la farmacoterapia como la llave maestra. Y la teoría de ninguna enfermedad debería estar en manos de una industria. ¿Será que el psiquiatra cree a ciegas en un DSM-IV (Manual de diagnóstico de la Asociación de Psiquiatras de Estados Unidos)? ¿Será que el psicólogo, hostil al DSM-IV, no tiene más remedio que recurrir al psiquiatra cuando las papas queman y entonces es apabullado por el psiquiatra?

Psicoanálisis, cognitivismo, bioquímica, genética y lo histórico-social pueden colaborar en un proyecto común. Hay que escapar de los reduccionismos, es decir, de toda simplificación excesiva en el abordaje de temas complejos. Cada disciplina tiene su reduccionismo específico.

La ideología reduccionista en biología tiene consecuencias graves. Sirve para desmentir los problemas subjetivos y sociales atribuyéndolos a lo biológico: así, la violencia en la sociedad moderna no tendría que ver con la sordidez del racismo, el desempleo, la marginación, la brecha entre riqueza y pobreza extremas. Y, si se trata de individuos violentos por su constitución bioquímica o genética, ¿por qué preocuparse por las injusticias sociales o por las formas enfermantes de convivencia?

Bajo la crisis en los valores e ideales, los duelos masivos y traumas devastadores hacen zozobrar proyectos personales y colectivos. La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores personales, instituidos en la infancia pero siempre resignificándose. Esta falta de una brújula ética no puede sino hacer tambalear la autoestima, la identidad y los estados de ánimo. En este marco, la sociedad entera –no sólo los laboratorios– ofrece al sufriente soluciones mágicas. Los útiles medicamentos antidepresivos se convierten así en artificiales píldoras de la felicidad y, en un medio carcomido por la droga, los pacientes se vuelven toxicómanos legales.

Muchos psiquiatras biologicistas se han enrolado en esta ideología, bajo la mirada complaciente de los laboratorios, que se manifiesta con generosos flujos de fondos.

* Premio Konex de Platino 1996-2006. Su último libro es Las depresiones. El texto publicado forma parte de su trabajo “Psicoanálisis y turbulencias sociales”.

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