PSICOLOGíA › ACERCA DE LA AMISTAD

Una hermandad elegida

Ese que acompaña en la angustia y en los dolores del amor y de la familia; ese con quien la relación no es de poder sino de “confraternidad solidaria”; ese cuya función es “primordial durante toda la vida, pero sobre todo en la adolescencia y la ancianidad”: ése es, para el autor, el amigo, pese a lo cual “la amistad es un tema poco profundizado en la teoría y en la clínica”.

 Por Luis Kancyper *

Si bien el psicoanálisis se ocupa básicamente de la posición del sujeto frente al otro, el tema específico de la amistad ha sido escasamente profundizado en la teoría y en la clínica. El amigo ejerce una función de acompañamiento en los estados angustiosos de soledad y en situaciones conflictivas relacionadas con el amor de la pareja y de la familia. Al configurar una lógica horizontal de confraternidad solidaria, permite procesar el desasimiento del poder vertical ejercido por los padres y por los hijos.

La amistad es una relación de hermandad elegida, no impuesta por lazos consanguíneos, en la que se desactivan los deseos edípicos y fraternos puestos en movimiento por la aspiración fálica de alcanzar a ser el heredero único y el preferido hijo de un padre-madre-Dios. En la amistad se establecen relaciones de objeto exogámicas –aunque con facilidad pueden infiltrarse en ella las conflictivas narcisistas y parentales–. En la amistad, los lazos consanguíneos son reemplazados por lazos sublimatorios.

Es en la amistad donde se desactivan, en gran medida, las relaciones de poder, que impiden su surgimiento y su preservación. Pregunta Nietzsche: “¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo; ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos”. Simone Weil señaló que “cuando alguien desea subordinar a un ser humano o subordinarse a él, no hay traza de amistad”.

No hay amistad sino cuando se respeta el derecho a la recíproca autonomía de lo distinto en uno mismo y en el otro, y cuando esa distancia entre los sujetos se admite y conserva. La ineptitud para establecer la amistad puede expresar una resistencia del narcisismo, como también una defensa contra la moción homosexual.

La amistad aporta además una singular función trófica durante las diversas fases de los procesos de la creatividad, a través del suministro de distintos modelos de identificación y de confrontación, que posibilitan cotejar lo diferente, lo semejante y lo complementario. De entre los aspectos tróficos del complejo fraterno, sostengo que la amistad es uno de sus derivados sublimatorios. Ejerce una función primordial durante todas las etapas de la vida, pero fundamentalmente durante la adolescencia y la senescencia, porque posibilita el desasimiento del abuso del poder vertical detentado por los padres o los hijos, según la etapa de la vida.

Freud señala la contribución de la fuente erótica en distintos vínculos entre los que incluye a la amistad: “Tras alcanzar la elección de objeto heterosexual, las aspiraciones homosexuales no son, como se podría pensar, canceladas ni puestas en suspenso, sino meramente esforzadas a apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas aplicaciones. Se conjugan entonces con sectores de las pulsiones yoicas para constituir con ellas, como componentes apuntalados, las pulsiones sociales, y gestan así la contribución del erotismo a la amistad, la camaradería, el sentido comunitario y el amor universal por la humanidad. En los vínculos sociales normales entre los seres humanos difícilmente se colegirá la verdadera magnitud de estas contribuciones de fuente erótica con inhibición de la meta sexual” (Psicología de las masas y análisis del yo).

La amistad y el amor han sido considerados como pasiones complementarias o, más a menudo, como opuestas. Octavio Paz sostiene que “la elección y la exclusividad son condiciones que la amistad comparte con el amor. En cambio, podemos estar enamorados de una persona que no nos ame, pero la amistad sin reciprocidad es imposible”.

Para los antiguos la amistad era superior al amor. Según Aristóteles, la amistad es “una virtud o va acompañada de virtud; además es la cosa más necesaria de la vida”. Plutarco, Cicerón y otros lo siguieron en su elogio de la amistad. Aristóteles dice que hay tres clases de amistad: por interés o utilidad, por placer y por virtud. Esta es la “amistad perfecta, la de los hombres de bien y semejantes en virtud, porque éstos se desean igualmente el bien”. Los dos primeros tipos de amistad son accidentales y están destinados a durar poco; el tercero es perdurable y es uno de los bienes más altos a que puede aspirar el hombre.

Para el poeta Hugo Mujica, la amistad representa una de las formas del amor, la forma que toma la intimidad cuando incluye la distancia. La equipara a un nudo de-satado y a un pacto de gratuidad que implica un dejarse elegir, una entrega, pero “sin hacerme suyo”; incluye a los otros pero sin fusión, ni física ni espacial.

Escribe Mujica: “La palabra amigo nace de una raíz griega de la que derivan también amor y amigable. No sorprende: la amistad, lo sentimos, es una de las formas del amor, la forma que toma cuando la intimidad incluye la distancia. De esa misma raíz también sale ama, en el sentido de madre, de mamá. Tampoco esto debiera sorprender si pensamos que la amistad, como todo amor, tiene la capacidad de fecundar: engendra singularidad. Es más, podríamos decir que la amistad es precisamente el don de la singularidad: alguien me elige, me sustrae del tumulto de otras relaciones humanas, me hace únicamente, sin hacerme ‘suyo’. En este sentido, la amistad es como un nudo desatado, un pacto de gratuidad, es un acontecimiento no sólo del amor sino también de la libertad, pero la libertad comprometida en la historia del otro, del otro amigo: del singular”.

Continúa Mujica: “Este ‘sin hacerme suyo’ diferencia la amistad del amor de pareja, incluye a los otros pero sin fusión ni física ni espacial. La amistad es, constitutivamente, desinterés: no saca ni guarda nada de esa relación, salvo, claro, la gratificación afectiva: el sentimiento y el crecimiento de comprometerse en lo humano por lo humano. Deliberadamente hablé de ser elegido, no de elegir. La amistad, dijimos, pertenece a la lógica del don: no es un acto de mi voluntad; no decido ser amigo de tal o cual, acontece. Se da, se me da. Después puedo buscar razones, explicar, pero sobre algo ya acontecido, ya sentido; el origen de la amistad, como de toda forma de amor, se impone o, al menos, se propone a mi respuesta, a mi sensibilidad. Por esto la amistad también es un dejarse elegir. Una disponibilidad: la de darme, entregarme, arriesgarme a una relación. Abrirme y dejar entrar. Como don, la amistad es una gracia: la gracia de poder ser gracia para otros, dar amistad a quien me busca como amigo. Llegar a ser más que yo”.

Michel Foucault advirtió que el poder, por un lado, socializa, agrupa y compone, pero individualiza, serializa y descompone por el otro. Jeremy Bentham había ideado un dispositivo capaz de realizar esta compleja operación: el panóptico. Se trataba de disponer a los individuos en celdas separadas de manera que no tuviesen relaciones con los demás, aun cuando cada uno realizara, al mismo tiempo, una parte de un trabajo colectivo. En Vigilar y castigar, Foucault mostró cómo este dispositivo carcelario, pero también fabril, escolar o militar, se extendió febrilmente a la sociedad entera, de manera más abstracta, por supuesto, y mucho menos perceptible.

Dardo Scavino pone en evidencia la función social que puede ejercer la amistad para contrarrestar el poder “panóptico” detentado por los Amos que intentan negar y suprimir la solidaridad y la cooperación entre los miembros de una sociedad. Señala que “Maquiavelo ya lo había dicho hace más de cuatro siglos: ‘Divide e impera’”. ¿Pero cómo dividir sin destruir la solidaridad necesaria para que la cooperación productiva de la amistad y camaradería siga existiendo? Es todo el secreto del poder.

La inclusión de los psicodinamismos referidos a la amistad, como uno de los destinos sublimatorios del complejo fraterno en la estructuración de la vida psíquica, no pretende clausurar ninguno de los temas concernientes a la nodal importancia de Narciso y Edipo. Al contrario, una de sus finalidades centrales es reabrir cuestiones, partiendo desde el complejo fraterno al complejo de Edipo y el narcisismo, y viceversa, lo cual posibilita una mayor captación de la complejidad del alma humana. No se trata, por lo tanto, de declarar la caducidad del complejo de Edipo, sino más bien de descomprimirlo. En este sentido, la amistad puede instrumentarse como otra vía para la evaluación y procesamiento de las dinámicas narcisista y edípica. Entre estas tres estructuras se trama una combinatoria original y singular que determina la irrepetible identidad de cada sujeto.

* Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

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Imagen: Focus
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