PSICOLOGíA › UN PERSONAJE QUE ES TODO LO CONTRARIO DEL ZEN... O NO

Violencia Rivas, filósofa

 Por Sergio Zabalza *

La psicoanalista Colette Soler (La maldición del sexo, Buenos Aires, Manantial, 2005) afirma que los hombres no escuchan a las mujeres... porque les creen. Se trata de una afirmación paradójica: ¿cómo se puede creer lo que ni siquiera se escucha? La respuesta es que, salvo contadas excepciones, lo que llega a nuestros oídos es el mensaje tamizado de nuestros propios temores y fantasías. Es conocido el chiste del hombre que pinchó una goma en la ruta y no tiene cricket para cambiar la rueda; ve una casa a lo lejos y va, pero piensa que no le van a prestar el cricket a un desconocido, seguro que no se lo van a prestar, piensa y piensa mientras se acerca; finalmente llega, toca el timbre y, cuando un señor muy amable le abre la puerta, sin más le grita: “¡Metete el cricket en el culo!”: este chiste dice más que cien tomos de psicoanálisis.

Las situaciones conyugales constituyen una escena privilegiada de este malentendido que distingue a la condición humana. Es que por lo general los varones aun sin saberlo ordenan su vida a partir de la demanda femenina. La fantasía del macho construye una mamá todoterreno que, más o menos rezongona, más o menos exigente, indica las prioridades a respetar en la vida. “Uno cree lo que ella dice: es lo que se llama el amor. Y es por eso que éste es un sentimiento que he calificado de cómico”, dice Lacan (El Seminario; Libro 22, RSI). Por algo ese chiste según el cual el hombre siempre tiene la última palabra: “Sí, querida”.

Pero las mujeres se prestan cada vez menos a servir de soporte a esta necesidad del macho/niño. En lo que a procreación respecta, la ciencia ha posibilitado una pluralización de la función materna: genitora, biológica, gestadora, adoptiva, sustituta, gay, trans, etcétera. Hoy que una dama dispone de múltiples recursos para acceder a la maternidad, la compañía permanente del hombre no le es tan necesaria.

Esta madre le ha quitado el principal punto de apoyo al macho, que hoy aparece, según los casos, acorralado, vulnerable, desorientado, violento, sumido en la incertidumbre. Violencia Rivas es una de las figuras emblemáticas con las que el humor ilumina los fantasmas que hoy aquejan a las personas, en este caso a los tipos. No en vano, se trata del personaje de una mujer pero encarnado por un hombre, Diego Capusotto.

Mujer de edad madura, Violencia que no escucha nada ni a nadie la emprende contra todos los semblantes instituidos: la madre, la esposa, el amor, la buena fe, quedan pulverizados ante las puntuales verdades que Violencia expresa sin mediación ni pudor alguno. El éxito obtenido por el personaje bien hace pensar que algo de peso se tramita en la carcajada que desatan sus videos. Por algo, su libretista, Pedro Saborido, afirma que “la risa es un síntoma más de lo que somos”. Una oportunidad para reírnos de nosotros mismos. ¿Para escucharnos, tal vez?

* Psicoanalista. Hospital Alvarez.

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