PSICOLOGíA › HISTERIA, DESEO Y OTRAS CUESTIONES

“A ella le gustó uno de los vendedores...”

El autor retoma los primeros casos de histeria que analizó Freud, advierte que el trauma podría ser algo muy distinto de lo que suele creerse y examina las razones para fundamentar una hipótesis que siempre será muy difícil de admitir: existe la sexualidad infantil.

 Por Osvaldo Delgado *

Le preguntaron a Lacan: ¿Por qué dice “histéricas” siempre en femenino? ¿No hay histéricos? Voy a dar la misma respuesta que dio Lacan en su momento: la histeria siempre es femenina, se trate del sexo biológico del que se trate. Una histeria es femenina, aun en un varón, lo cual no tiene que ver necesariamente con una elección de objeto homosexual. Se puede ser histérico heterosexual o histérico homosexual, una cosa no va con la otra. Del mismo modo, también hay mujeres obsesivas. Tomemos el caso “Emma”, uno de los primeros historiales clínicos de Freud. Se trata de una mujer que tiene un impedimento, un disfuncionamiento: no puede entrar a una tienda sola. Su síntoma es no poder entrar sola a una tienda. Respecto de esto aparece un primer recuerdo de la pubertad, de sus doce años: ella entra a una tienda donde hay dos vendedores riéndose entre sí y ella piensa que las risas son porque se burlan de su vestido. Un detalle fundamental es que uno de los vendedores le había gustado sexualmente. Emma sale disparando de la tienda. Hasta aquí no hallamos nada que pueda hacer pensar que esta escena ocurrida en la pubertad pudiera ser causa suficiente para producir el impedimento con el que ella había quedado. En el trabajo con Freud aparece otro recuerdo de los ocho años. La paciente no entrega primero el recuerdo de los ocho años, sino el de los doce, lo cual pone de manifiesto lo que Freud va a denominar resistencia al trabajo analítico.

En la escena de los ocho años, va dos veces a una pastelería; la primera vez, el pastelero, riendo, le pellizca los genitales a través del vestido. Pese a lo ocurrido, vuelve a ir a la pastelería en una segunda ocasión. La pregunta que se abre es: ¿por qué volvió a ir luego de lo que había ocurrido la primera vez? A los ocho años, tenemos al pastelero que le pellizca los genitales y se ríe, y en la escena de los doce a Emma le gusta sexualmente uno de los empleados. Vemos que el elemento común, el conector asociativo fundamental es la risa. Ella interpreta que se ríen a causa de su vestido, y el vestido era el lugar a través del cual el pastelero le había pellizcado los genitales.

Freud llamará a la primera escena “vivencia sexual prematura traumática”. Dirá que siempre nos encontramos con algo prematuro respecto de la escena sexual como tal. ¿Prematuro respecto de qué? Por un lado, porque es anterior a la pubertad. Freud todavía no tiene conceptualizada claramente la sexualidad infantil y es por eso que puede llamarla prematura; y por otro lado, prematuro es un nombre de lo traumático, algo que la sujeto padece pasivamente, algo que le hacen. En este caso, un señor mayor se aprovecha de su indefensión.

La vivencia de la primera escena –el pastelero, la risa y el pellizco– se va a constituir como escena traumática, pero en el momento en que acontece no tiene para la sujeto ninguna significación, simplemente deja una marca, una huella. Es sólo a partir de la segunda escena en la pubertad, cuando la risa se constituye como un representante psíquico y es posible conectar la escena de los doce con la marca que dejó la escena de los ocho años. Sólo en ese segundo momento la escena de los ocho años adquiere significación sexual. Entonces, a los doce años, cuando se produce la segunda escena, la risa conecta con la huella que dejó la vivencia sexual prematura traumática. Après coup, a posteriori, se resignifica y por eso produce displacer. Recién en ese momento la escena de los ocho años pasa a ser traumática, antes no tenía significación. En el segundo momento se produce un displacer nuevo y actual, displacer que no tuvo la escena anterior. El displacer se produce en la segunda escena, y es respecto de ese displacer que se produce la defensa: se va a reprimir la representación que produce el displacer, la representación que es intolerable para el yo, que es displacentera y sexual, las dos cosas.

Si en la escena de los doce años Emma hubiera entrado, los vendedores se hubieran reído, pero a ella no le hubiera gustado sexualmente ninguno, la escena no habría tenido la fuerza de despertar el recuerdo de la primera escena. Hay conexión entre el hecho de que le hubiera gustado sexualmente un vendedor y el que hubiera ido en una segunda ocasión a lo del pastelero. Pero Freud no había producido aún el concepto de sexualidad infantil.

“Ya no creo más...”

Al principio, para Freud, la causa estaba en la vivencia sexual prematura traumática. Los síntomas eran efecto de la defensa respecto del recuerdo de vivencias sexuales prematuras traumáticas acontecidas en la realidad. Y esto a partir del relato que le hacían los pacientes. Pero esta idea cayó en 1897, cuando en la “Carta 69” a su amigo Wilhelm Fliess, Freud escribió: “Ya no creo más en mi neurótica”. No tenía que ver con la realidad el que todas fueran seducidas y abusadas por algún señor mayor, sustituto paterno. Si esto fuera así, todos serían perversos y no neuróticos. Freud comienza a dudar de la veracidad de estos relatos. En esa carta donde dice que, si esos relatos fueran ciertos, habría que atribuirles a todos los padres, incluso al propio, una inclinación perversa hacia los hijos. Lo dice así: “Después, la sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso, sin excluir a mi propio padre”. ¿Siempre había un padre perverso que había abusado o seducido a la niña? Freud empieza a descubrir lo que sería su implicación, su responsabilidad en lo que le atribuía al padre. Porque la versión “tengo un padre perverso” es la versión de la víctima. Se es víctima y no se tiene ninguna responsabilidad por lo que se produce. Se está gobernado por estas determinaciones de la historia y se está sugestionado por esas palabras perversas de ese otro perverso, y de ese modo no se tiene ninguna responsabilidad. Esto puede llevar a veces hasta la canallada, producir lo que sea sin miramiento con el argumento de ser el resultado de la polideterminación de los síntomas, de la multiplicidad, de un padre perverso, etcétera.

Entonces, si esto no aconteció, ya no se trata de buscar el suceso traumático, porque no lo hubo. Aquí es donde introduce Freud un concepto fundamental: la fantasía. Entre la fuerza constante de la pulsión que busca satisfacerse, y el síntoma, se halla la fantasía, como dice Freud en el texto “Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis”. La referencia de Freud a su propio padre no es un detalle menor, porque, si creía que todas las histéricas habían sido seducidas o violadas por el padre, el lugar del padre sería el de un personaje incestuoso que acosaba, violaba, seducía, y eso incluía a su propio padre. Es una posición respecto del propio padre. Entonces, no sólo deja de creerles a las histéricas en que esto fuera algo acontecido, sino que se trata de un cambio de posición respecto a su propio padre. Podemos decir que Freud da cuenta de haber atravesado algo del propio complejo paterno. Para poder producir su obra, Freud debió atravesar sus propios complejos, ya que no se trata de disquisiciones sobre física, química o geología.

Esos hechos no habían acontecido, las histéricas le mentían, pero ¿por qué todas lo cuentan? Es mentira que todas fueron seducidas por el padre en la realidad, pero ¿qué verdad hay en el hecho de que todas cuenten eso? ¿Por qué todas mienten de la misma manera y con el mismo argumento? ¿Qué verdad hay ahí? Ya no como verdad material acontecida, sino como verdad en términos de realidad psíquica. ¿Qué verdad hay en el hecho de que todas se presenten habiendo sido precozmente abusadas, violadas, seducidas? ¿A qué lugar viene esta fantasía? En principio, Freud dirá que esa fantasía vela, encubre la práctica sexual autoerótica. O sea que el relato de haber sido seducida por el padre –teoría de la vivencia sexual prematura traumática– encubría la práctica sexual masturbatoria, autoerótica; y a la vez, la fantasía no hablaba de algo acontecido pero sí de algo deseado. La fantasía tiene un doble valor: encubre una práctica sexual masturbatoria y a su vez revela un deseo. ¿Por qué Emma regresó a lo del pastelero por segunda vez? Esta pregunta encuentra ahora su respuesta.

Freud dice que, efectivamente, esto en algunos casos es cierto, porque violaciones existen. Existen como acontecimiento, pero él se interroga por el universal. ¿Cuál es el núcleo de verdad que hay ahí? El núcleo de verdad es que esta fantasía es un deseo: desean haber sido seducidas o violadas, y es una fantasía que vela, encubre y está anudada a una práctica masturbatoria. A nivel de la fantasía, se despliega el deseo inconsciente, y a nivel de la práctica masturbatoria se realiza una satisfacción pulsional. Entonces, se articulan una satisfacción pulsional –autoerótica, masturbatoria– y una realización de deseo inconsciente.

Cae la vivencia sexual prematura traumática, pero hay algo que viene al mismo lugar: la pulsión, como sexualidad infantil, y la fantasía vienen a ocupar el mismo lugar que, en esta lógica, ocupaba la vivencia sexual prematura traumática. Esto quiere decir que la represión no operará con relación a la vivencia sexual prematura traumática, sino que estará en relación con la sexualidad infantil y con la fantasía.

Freud concluye esa carta diciendo que este descubrimiento no es una derrota, sino un triunfo, porque avanza hacia la comprensión del aparato psíquico. De este modo se funda el concepto de realidad psíquica. La fórmula “he sido seducida o violada por mi padre” no es algo acontecido, sino que está hablando de realidad psíquica. Y esto tiene un valor crucial. Por esa razón va a producir Tres ensayos de teoría sexual: para dar cuenta de la sexualidad infantil, y romper al mismo tiempo con la idea de que sexualidad y genitalidad sean sinónimos. Cuando Freud habla del chupeteo infantil como práctica sexual, se despega de la genitalidad. Así, el chupeteo como satisfacción oral se pondrá en juego en la vida del sujeto y en el lazo con el otro, aunque no sin complicaciones y perturbaciones.

* Profesor de Psicoanálisis: Freud I en la Facultad de Psicología de la UBA. Fragmentos de lecturas freudianas 1, que recopila clases dictadas en 2006 y aparece en estos días.

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