PSICOLOGíA › HALLAZGOS PóSTUMOS DE SILVIA BLEICHMAR

Amor, erotismo, vergüenza y pudor

Silvia Bleichmar –en un seminario cuyas clases fueron recientemente publicadas– habla de lo amoroso y de lo erótico; de cómo la ida y vuelta entre homosexualidad y heterosexualidad es más frecuente en las mujeres que en los hombres; habla de cómo los transexuales rechazan la homosexualidad; habla de las “elecciones sufrientes”, de la vergüenza, el pudor y el goce.

 Por Silvia Bleichmar *

En un ser humano puede instalarse lo sexual sin lo amoroso, pero es imposible que se instale lo amoroso si no se ha instalado lo sexual. Es decir, si no se ha instalado alguna forma de anclaje en el objeto que después pueda tomar un camino desexualizado o sublimado en relación con el amor. El otro problema de lo amoroso en psicoanálisis es la superposición permanente entre el amor, en el sentido amplio, como relación simbólica oblativa hacia el objeto –en el sentido de toma en consideración del objeto– y la relación erótica. Más aún, no sólo están superpuestos sino, en algunos casos, confundidos. En muchos momentos Freud habla de amor a un objeto cuando se trata de erotización del objeto. Incluso en el caso Hans (“Juanito”), habla del amor al padre cuando lo que hay es una corriente erótica hacia el padre. La corriente erótica hacia el padre no es precisamente la que produce los mejores sentimientos hacia el objeto. Amor y erotismo son dos corrientes distintas de la vida psíquica, que pueden o no entrar en confluencia pero que, en última instancia, no pueden ser superpuestas, aun cuando puedan reunirse en la relación de objeto.

Ir y volver

En las mujeres a veces aparece, como un efecto de la frustración libidinal con el hombre, el volcarse a otra mujer. He visto una paciente seducida por otra mujer en una crisis de angustia máxima: ella, que había sido siempre heterosexual, en su soledad estaba muy capturada por la posibilidad de una relación amorosa muy intensa y de mucha garantía como la que esa mujer le ofrecía. En el caso de los hombres, nunca vi esto. Los hombres que he visto asumirse como homosexuales lograron hacer un coming out o decidieron que ya no podían seguir sosteniendo una doble vida. No he visto ningún hombre que pase de la heterosexualidad a la homosexualidad. Ese tránsito nunca lo he visto en un hombre; lo he visto en mujeres, y es más, he visto ir y volver. He visto mujeres tener hijos y después hacerse homosexuales, o al revés. Una paciente que atendí en México, homosexual, que estuvo en pareja lésbica muchos años, cuando llegó a la menopausia me dijo: “Creo que ahora podría tener una relación con un hombre. Me dio horror toda la vida pensar que podía llevar algo en mi vientre que fuera extraño”. En una cultura como aquélla, donde pareja y maternidad estaban totalmente soldadas, la homosexualidad era para ella una garantía frente a la angustia de embarazo.

Pero en los hombres, cuando aparece que “se hizo homosexual”, en realidad es una asunción de algo previo, que ya venía organizándose. Son en general casos en los que el hombre se ha rehusado a sí mismo durante años el derecho a un deseo que de repente asume. Entonces, no hay tránsito. Sí en la mujer. En la mujer lo he visto mucho. Incluso en pacientes no homosexuales, episodios de homosexualidad, sobre todo en mujeres que han pasado por situaciones de colegios o por angustias extremas de soledad. De niñas se han sentido muy abandonadas o muy solas y establecieron con otra niña una relación materna. Y en esa relación materna la erogeneidad ocupa un lugar muy importante, porque, en última instancia, la relación con el cuerpo materno es erógena, mientras que la relación con el padre es simbólica.

Elección sufriente

Una paciente, de 23 años, se cuestiona lo que cree su posesividad con el objeto. Es una chica que requiere muchos reaseguros del objeto, ya que siente que le fallaron en la primera infancia. Hemos ido viendo de qué manera se produjo esto. Ella requiere muchas garantías pero establece una relación con un fóbico que constantemente elude la posibilidad del compromiso y la garantía. Yo le digo: “El problema es que ustedes tienen aspectos neuróticos incompatibles, porque él es un fóbico y vos querés alguien que te dé garantías. Pero como venís fijada a la idea de que quien te dé garantías debe ser alguien que alguna vez no te las dio, para lograr modificarlo, entonces estás adherida a una relación con alguien que parece que no te las puede dar”. Hay una forma de enlace con un objeto que no da garantías: que tiene un elemento de repetición, relacionado con buscar en un objeto algo que no se logró con el objeto originario. Y éste es, diría, el nudo de las elecciones neuróticas. Una elección sufriente en la cual el sujeto no renuncia a modificar algo del pasado en el objeto presente o futuro.

Virilizar

Freud plantea que los homosexuales hombres han experimentado una fijación particularmente fuerte a la madre, idea que Lacan se dedicó a ubicar como central en la homosexualidad, ligando esto al concepto de madre fálica. Desde mi punto de vista, no es así en modo alguno. He hablado muchas veces sobre casos de homosexuales que detestan a sus madres: parte de su conflicto con las mujeres tiene que ver con la imposibilidad de establecer una relación menos brutal y menos terrible con la madre. La teoría lacaniana se ha sostenido en la idea de que la homosexualidad masculina es el efecto de una captura por una relación amorosa idealizada con la madre. No es así. Hay casos donde esto se da, pero no en todos. Hemos visto cantidad de casos de jóvenes homosexuales que van a la búsqueda de un padre protector o de una relación con un hombre que los termine de virilizar. La idea de que es la idealización y el amor por la madre lo que conduce a la homosexualidad masculina me parece estrecha e insostenible. Además, cierra las posibilidades de pensar, realmente, sobre la constitución de la sexualidad masculina.

No homosexual

El sujeto o la persona que se plantea la transexualidad establece las mismas premisas que cualquier heterosexual. Lo interesante del transexualismo es en general la renuncia a aquello que se vincula con el sexo biológico de partida, y la represión de todo lo que podría ser homosexual. Por ejemplo, un chico que se ha convertido en mujer o que quiere ser mujer siente que su deseo por una mujer es del orden de lo prohibido; lo que quiere es enamorarse de un hombre. La pregunta es si esto corresponde al orden de la heterosexualidad o de la homosexualidad. Desde el punto de vista biológico, es homosexual. Desde el punto de vista psíquico, es heterosexual. Va a reprimir entonces todo lo que lo lleve a desear aspectos de una mujer; y no quiere armar pareja con otra mujer transexual, quiere armar pareja con un varón.

Entonces, si uno lo mira del lado de la biología, hay homosexualidad; pero del lado de la constitución psicosexual, hay heterosexualidad, en la medida en que el sujeto es una mujer, una vez que se ha constituido, y renuncia a todo lo que se relaciona con la homosexualidad. Por eso nunca podría enamorarse de otra mujer.

Nene travesti

¿Qué ocurre cuando tenemos consultas por travestismo o transexualismo en niños pequeños? La pregunta es: qué estructura de base hay y en qué momento de la constitución psíquica está el niño. Porque esto va a determinar la operatoria a realizar, la dirección del proceso. Recuerdo un niño sobre el que me consultaron porque tenía una profunda fascinación por su madre y hermanas y tendía a vestirse de mujer, se ponía la ropa de las hermanas y demás. Cuando me consultan, yo propongo un tratamiento para el niño porque pienso que hay una falla en cómo se ha producido la organización narcisística. Los padres me ofrecen venir ellos al tratamiento en lugar de traer al niño. En realidad, bajo este modo de ofrecerse ellos me sustraen al niño, con el argumento de modificar algo a través de ellos. En realidad se trata de un engaño, porque resulta una repetición de la imposibilidad de la madre de ceder a este niño. Les propuse hacer una entrevista para modificar esta idea: les dije entonces que creía que no habría posibilidad de transformación si no se hacía el tratamiento en el niño. Poco después, los padres vienen muy contentos porque el niño ahora hace todo lo que hace el padre. Juega tenis con el padre, se afeita igual que el padre. Lo que hace es una impronta mimética del padre, que vuelve a representar, en superficie, lo mismo que la identificación primaria fallida con la madre. La necesidad de ponerse la ropa femenina es sustituida por una mímesis de las acciones del padre y no por una verdadera identificación: la estructura no se modifica.

Dios con papá

En un debate entre una señora y su pequeño hijo sobre la existencia o no de Dios, cuando ya la madre tuvo que apelar al argumento positivista para explicar al niño que Dios no existe, le dijo: “¿Alguien alguna vez lo vio?”. El niño le contestó: “No, porque vive en Chile con el papá”. Esta respuesta indica que el recurso a la percepción no funciona y que en el orden de la creencia la percepción nunca ha sido garantía de nada. ¿Conocen el chiste del señor que echa spray para ahuyentar elefantes y le dicen “estás loco, si acá no hay ningún elefante” y él contesta “claro, porque yo echo spray todos los días”? Alguien nos decía de un paciente que estaba medicado con antipsicóticos pero agregó: “Yo no sé por qué está tan medicado con antipsicóticos si no está psicótico”. Claro, no está psicótico porque toma antipsicóticos: el problema es si uno les está dando spray a los elefantes imaginarios o si realmente hay elefantes. Esto constituye un debate, que en el caso del paciente psicótico es muy simple: el día que le saquen los antipsicóticos y se brote, va a quedar claro que no era que no estaba psicótico. Pero no hay por qué pagar costos tan altos. Para eso está el pensamiento científico: para detectar, como decía Bachelard, aquello que no es del orden de la percepción o de la evidencia inmediata. El proceso de conocimiento ha sido construido contra la evidencia inmediata y no por la evidencia inmediata. El ejemplo que hemos estudiado de chiquitos sobre la rotación solar y la deconstrucción de la idea de que es el Sol el que gira, se vincula con la deconstrucción de la percepción como fuente misma del conocimiento.

Formas de goce

Atiendo a un joven con una serie de dificultades con su sexualidad y déficit en la constitución del superyó, por una falla en la identificación paterna, una ausencia de padre, no desde el punto de vista factual sino desde el punto de vista de inscripción; una captura por las mujeres de la familia que lo llevó a plantearse cuestiones muy angustiosas respecto de su identidad sexual. Es un muchacho muy limitado en sus intercambios con el mundo, goza de muy poca libertad para sus intercambios sociales. Vive acuciado por la angustia de que se detecten sus fantasmas homosexuales o sus dificultades con el otro. Esto lo limita enormemente en sus relaciones sociales y con amigos y compañeros. El siente atracción por las mujeres, pero con mucha dificultad en el encuentro genital. En el último tiempo tuvo relaciones con una chica que le gusta mucho pero no ha podido tener orgasmo y eyacular en el interior de ella. Pudo hacerlo pero externamente, sobre los pechos de la mujer. Aparece una fijeza, una forma de goce que tiende a coagularse. Y él se plantea por qué esta forma sería peor que otras: “Bueno, hay mujeres a las que les gusta”, me dice. Le digo: “Sí, supongamos que es así, pero es un porcentaje pequeño. Lo que vos me estás diciendo es que tenés que restringir tu vida sexual a una forma que te limita totalmente en tus posibilidades de elección, porque tenés que elegir una compañera, no por lo que ella representa para vos como persona, sino por lo que ella pueda aceptar de una forma de goce que a vos se te impone por tus propias dificultades”. Le explico a mi paciente que él no puede ir por la vida buscando una mujer a la que le guste que le eyaculen en los pechos; tiene que buscar una mujer que le guste a él, y después verá cómo encuentra una forma armoniosa de sentir placer con ella y ella con él. Pero la fijeza compulsiva cercena la posibilidad de elección, porque captura toda la vida psíquica alrededor de una forma de goce.

Patovicas

Si hay algo totalmente patético son los cuerpos perfectos de los “patovicas”, cuerpos para ser mirados. Ese cuerpo no puede ser empleado para ninguna otra función que no sea la de ser visto. Allí hay una renuncia a la relación erótica con el cuerpo por el placer de la imagen. Se ha hablado mucho de las histerias, pero no se habla de estas formas del narcisismo masculino que están hoy tan extendidas, incluyendo el uso de anabólicos para producir hinchazón, una forma espuria de completamiento del cuerpo, en este caso no con siliconas sino con drogas de ingesta.

Etapas

Hacia los cinco años ya sabemos si sorteamos el autismo o la psicosis simbiótica. A los 25 estamos más o menos salvados de la esquizofrenia, pero no de la paranoia. Después vienen los aneurismas y finalmente los delirios sistematizados. Entonces, cada vez que uno cumple una década se va salvando de algo. Finalmente vienen las demencias involutivas, pero ya uno no se da cuenta, lo que en definitiva es una bendición. Cada etapa de la vida tiene su karma.

Vergüenza y pudor

La vergüenza y el pudor son dos cosas distintas y se dan en tiempos distintos. En los primeros tiempos, los primeros sentimientos tienen que ver con el pudor, no con la vergüenza. Quiere decir que se relacionan muy directamente con la cuestión del cuerpo, donde el pudor está planteado en términos de lo no mostrable. En el pudor, generalmente algo está oculto de la mirada del otro. Si el cuerpo debe ser púdicamente velado a la mirada del otro, es porque en nuestra cultura su exhibición es convocatoria sexual, y en tanto tal impone la vergüenza por el fantasma del que da cuenta. La vergüenza ya es una forma intersubjetivada del pudor.Yo guardaría el concepto de pudor para lo que tiene que ver con la mostración del cuerpo y para lo que tiene que ver con la pulsión, “hacerse encima”, en fin.

En la película Alguien tiene que ceder, Diane Keaton ridiculiza a Jack Nicholson cuando él, internado por un presunto infarto, se muestra con la bata de internación con la cola al aire. Esto hace a la desubjetivación del cuerpo en la medicina: la forma en que el cuerpo queda expuesto, el sentimiento de pudor que esto produce.

Reservaría la idea de vergüenza para algo en que, por un lado, la mirada del otro está intrasubjetivada o forma parte de lo intrasubjetivo; y por otra parte concierne también a aspectos morales, relaciones, formas de legalidad, no sólo prohibiciones básicas. La vergüenza puede tener una cara en la problemática moral. Se puede sentir vergüenza de haber transgredido una ley, de haber hecho un acto incorrecto. Lo cual es distinto a sentir culpa por haber realizado ese acto. Hay culturas de la culpa y culturas de la vergüenza. Bajo la impronta judeocristiana, en Occidente hubo un predominio de la culpa sobre la vergüenza, pero en el neoliberalismo actual predomina la vergüenza sobre la culpa. El eje de la vergüenza aparece hoy como un eje central del sujeto.

Uno pregunta siempre por el manejo del pudor en los niños, sobre todo cuando tiene dudas de que esté bien constituido. Porque tiene que ver con la propiedad sobre el cuerpo. La apropiación del cuerpo se manifiesta en un velarlo a la mirada del otro. El pudor es la primera forma de apropiación del cuerpo. Esto marca no sólo la relación entre el cuerpo y el yo, sino además la función del pudor como momento de diferenciación con el otro: como momento, en la infancia, en el que el propio cuerpo ha dejado de ser propiedad de la madre.

En el caso de la vergüenza, puede ocurrir que un niño haga una acción indebida y no quiera ser visto por el otro. Ahí aparece la vergüenza. La misma acción puede llevar a la vergüenza o a la culpa, y es muy importante tener esto en cuenta, ya que la vergüenza es por amor del yo y la culpa es por amor del objeto. Supongamos que un chico no quiere mostrar una mala calificación. Puede ser para no ser regañado, puede ser para no sufrir un desmedro narcisístico. Y puede ser, también, para no producir un dolor al otro. No es lo mismo, aun cuando fenoménicamente sea la misma acción.

* Psicoanalista argentina fallecida en 2007. Texto extractado de Las teorías sexuales en psicoanálisis, póstumo, de reciente aparición, basado en seminarios dictados por la autora (ed. Paidós).

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