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“Perversiones transitorias” de los represores

 Por Osvaldo L. Delgado *

¿Los represores eran todos asesinos?, ¿todos perversos? No, bajo ningún punto de vista. Que entre ellos había psicóticos y perversos, no hay ninguna duda. Pero en absoluto los psicóticos y los perversos en su gran mayoría se dedican a asesinar.

El horror, lo que cuesta aceptar, es que en su inmensa mayoría eran personas que, si las condiciones hubieran sido otras, hubieran tenido una vida más o menos común, sin nada que llamase especialmente la atención de sus congéneres.

Sus rasgos singulares habrían tenido un destino más doméstico.

Esta lectura que realizo puede presentarse pesimista para algunos. Pero no lo es. Es una lectura advertida, cauta.

Decir que las condiciones sociales permitieron la realización en el mundo de las pasiones oscuras no desresponsabiliza a nadie. Todo lo contrario. No hay justificación posible. Se es responsable por los actos. Ha habido quienes dijeron que no, ha habido “justos de las naciones”.

Sabemos que hay lo que Lacan llama “perversiones transitorias”, y que no se necesita ser perverso para realizar actos perversos.

Un neurótico puede realizar perfectamente actos perversos, si está seguro de no pagar un precio por ello. Su cobardía esencial lo lleva a desplegar todos sus fantasmas sádicos y por identificación con la víctima sus fantasmas masoquistas, cuando se encuentra a resguardo de sanción por sus actos o incluso cuando puede ser un modo de “hacer carrera” (el cálculo obsesivo puede llegar a esos extremos).

En los testimonios de los sobrevivientes de los campos de concentración encontramos el relato de los fantasmas perversos que proferían y realizaban los torturadores, con una fijeza inaudita y una repetición al mejor modo del Marqués de Sade: hallamos lo propio de la apuesta perversa.

Sostengo que en las llamadas “perversiones transitorias”, en los actos perversos de tantos neuróticos represores, se ponía en juego asumir la posición de ser un instrumento del Otro para buscar completarlo.

“El (sádico) también intenta, pero de manera intensa, completar al Otro quitándole la palabra e imponiéndole su voz, pero en general falla. Baste en este sentido referirse a la obra de Sade, donde es verdaderamente imposible eliminar de la palabra, de la discusión, del debate, la dimensión de la voz”, dijo Lacan en el Seminario 17, Reverso del psicoanálisis.

Desde la posición sádica la voz viene al lugar de completar al Otro, produciendo en la víctima el desgarramiento de angustia. Se trata de volverse un mero instrumento para realizar con ese acto perverso la división angustiante del sujeto. A eso lo llamaban “quebrar”.

Muchos torturadores alcanzaban una satisfacción masoquista por identificación con el torturado. Esto es posible porque la estructura era neurótica. En una perversión como estructura esta identificación no es posible.

Se pone en juego una modalidad excepcional de lo que Lacan formula en el Seminario 17, en tanto el sujeto recibe su propio goce en forma invertida desde el lugar del Otro bajo la modalidad del tercer tiempo del fantasma “pegan a un niño” (el padre golpea al niño odiado por mí), tiempo que aparenta ser sádico, pero donde la identificación hace posible el goce masoquista.

“Claramente el sádico no es más que el instrumento del suplemento dado al Otro, pero que en este caso el Otro no quiere. No quiere, pero obedece de todos modos”, dijo Lacan.

Estas “perversiones transitorias” pueden producirse a partir de un rasgo de perversión o no.

Sabemos que en las psicosis el rasgo de perversión constituye un modo de estabilización, y en la neurosis da cuenta de un modo de satisfacción que no se articula como síntoma y requiere del acto.

El acto refiere a lo que denominamos “pasaje al acto”, momento de concluir fallido, ya que se sostiene en la exclusión, en la no operatividad del tiempo para comprender. Esto permite que el deseo advenga como voluntad de goce. “El neurótico es un criminal inconsciente, dice Freud; no obstante, el crimen fantaseado puede volverse real bajo determinadas circunstancias.”

* Profesor de psicoanálisis en la Facultad de Psicología de la UBA.

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