PSICOLOGíA › AUTORITARISMO Y GRUPOS

Tato Pavlovsky, en su memoria

Eduardo “Tato” Pavlovsky –nombre esencial en el psicoanálisis y el psicodrama, figura emblemática de la cultura argentina– colaboró en esta sección, que hoy, al rescatar su impresionante texto sobre el trabajo con grupos durante la dictadura, le rinde homenaje.

 Por Eduardo Pavlovsky *

En 1968, durante los seminarios de entrenamiento de dinámica de grupo que Didi Anzieu realizaba anualmente en París, ocurrían simultáneamente los acontecimientos políticos sociales por todos conocidos. Esta simultaneidad de situaciones, la realización de los seminarios de dinámica de grupo en el mismo momento del acontecer social, le permitió a Anzieu realizar algunas reflexiones y observaciones de las cuales rescataré las más importantes. Dice Anzieu: “El desarrollo del seminario, considerado en su totalidad, me ha parecido una reproducción abreviada, en miniatura, del inconsciente social en Francia en abril y julio de 1968”. Y se pregunta más adelante: “Un seminario que reposa exclusivamente en los llamados métodos de grupo, ¿no es acaso un sondeo de las capas más profundas del psiquismo colectivo?”.

En otro párrafo, Anzieu también se refiere al surgimiento en el staff o equipo terapéutico, durante los seminarios, de una posición autoritaria que surgió como necesidad del equipo de estructurar un orden durante un momento de gran caos y anarquía entre los integrantes del grupo de seminarios, que amenazaba la evolución normal del mismo. El propio staff se extrañó de la posición autoritaria que tuvo que tomar frente a la anarquía reinante. El intercambio de opiniones puso en evidencia dos cosas. Por una parte, la fantasmática de una organización jerarquizada del saber y del poder (tipo de organización tan combatida en mayo) fue reconocida como fantasmática común del equipo terapéutico, por identificación con este tipo de fantasmática social. Se debatió en el seminario la relación entre la dinámica del grupo del seminario y la evolución inconsciente social en 1968 en Francia. Según Anzieu, el equipo terapéutico se identificó con esta estructura del poder y del saber tan combatida en mayo, y actuó en el grupo ejerciendo el poder sobre los integrantes del seminario. Después de la “actuación”, el equipo terapéutico reunido pudo “metabolizar, elaborar y modificar” esta identificación regresiva.

En un trabajo que realizamos con Armando Bauleo en 1976 y que titulamos “Psicoterapia en situaciones excepcionales” intentábamos caracterizar algunos fenómenos clínicos y de dinámica grupal que habíamos observado en nuestros grupos durante el lapso 1976-77, período caracterizado por la represión política por todos conocida. En dicho trabajo nos formulábamos los siguientes interrogantes. ¿Cómo eran las sesiones de psicoterapia de grupo durante ese lapso? ¿Qué efecto tenían, en el específico campo de la producción imaginaria de la sesión, los acontecimientos sociopolíticos de ese período? ¿Qué fenómenos singulares observábamos en la transferencia, en la dinámica de grupo, en las fantasías inconscientes grupales, en el cuadro sintomático de los integrantes y en las condiciones de seguridad del grupo? ¿Existía alguna singularidad específica del proceso inconsciente grupal y su relación con el inconsciente social?

En alguno de nosotros existe hoy una cierta necesidad de intentar describir el clima imperante en las sesiones durante ese período, a riesgo de sortear o eludir la fractura o solución de continuidad que sufrió el proceso de la psicoterapia de grupo en ese lapso. Porque hubo perturbaciones serias en el desarrollo de la psicoterapia de grupo en esos años. Desde allanamientos policiales en plena sesión de grupo, con la consecuencia de terapeutas desaparecidos, hasta sesiones en instituciones que se realizaron con policías dentro de la sesión.

Se nos ocurre que no queremos ni debemos perder la memoria de esa época, precisamente porque trabajamos en la clínica con el recuerdo para evitar la repetición.

Algunos de nosotros tenemos la necesidad de recuperar nuestra memoria para evitar fragmentar nuestra propia identidad profesional.

Pensamos que somos el testimonio clínico de una época que no debe volver a repetirse. Nuestro testimonio es también la psicoprofilaxis de toda forma de autoritarismo y fascismo futuro.

Theodor Adorno sugiere que, para que no ocurra otro Auschwitz, no debe tratar de olvidárselo.

La curación es recordar para no repetir.

Si no recuerdo, repito.

Si repito actúo.

“La interiorización de las prohibiciones y prescripciones es tal, que la opresión constituye para los oprimidos la condición de posibilidades del goce” (P. Legendre, El amor del censor, Ed. Anagrama, 1979). El inconsciente social, mediatizado en momentos de excepción social por el grupo, selecciona los temas sobre los que podemos pronunciarnos. Hay palabras y temas censurados. Silencios recortados que hablan de censura.

Autocensura. Palabras mudas. Ausentes. La interiorización de la violencia se ha instalado en el grupo como obvia, como natural.

El discurso del grupo se recorta sobre una zona prohibida. Pero nadie prohíbe nada. No es necesario. Prohibir es de alguna manera nombrar lo innombrable por contraste.

La dialéctica de la persecución social se ha interiorizado.

No hay explicitación del movimiento totalizador.

Cualquier discurso que superase el límite previsible de lo pactado por la norma interiorizada será regulado por el grupo mismo, o el portavoz de la violación será callado por el coro de otras voces. El grupo funciona como un censor de las individualidades más transgresoras de la norma social interiorizada.

Entrenamiento de la regulación grupal en momentos excepcionales del acontecer social. Misión especial. La autorregulación es la expresión de la mediatización represiva del grupo y cumple la función de preservación dentro del grupo.

El grupo atempera. Adapta el lenguaje que subvierte. Corrige. Aminora imperceptiblemente. Todo individuo dentro del grupo que se animara a transgredir la prohibición, podría ser discriminado.

Un síndrome general de adaptación. La frase que amenaza es apoderada por un discurso. Otro, que asegura la sobrevivencia y disminuye el ribete trágico del gran violador del PACTO. El PACTO es clave. No se puede nombrar lo innombrable. Algo se torna innombrable. Algo ha de ser evitado de nombrar.

La verdadera incertidumbre es no saber exactamente la palabra que no se debe nombrar.

La verdadera incertidumbre es no saber exactamente la palabra innombrable.

Reflejo del inconsciente social. Registro asociativo de palabras nombradas y muerte. El inconsciente social desborda los límites del grupo.

Cada integrante “actúa” de acuerdo a su physique du rol el personaje de una obra que habla de asesinatos, allanamientos y desaparecidos. Cada inconsciente individual sigue sus leyes propias y recorta la singularidad de cada actuación.

El grupo es hablado por el argumento del drama del inconsciente social y su trama argumental. Cada integrante actúa un personaje principal de esta trama. Lo habla su inconsciente individual, pero al servicio de una trama argumental que alude o sugiere una fantasmática social. Inconsciente social que se introduce en la intimidad-interioridad del grupo, de acuerdo con la excepcionalidad de las circunstancias sociales.

“Psicoterapia de grupo en situaciones excepcionales”, decía Bauleo.

Descentramiento de la propia fantasmática grupal.

¿Descentramiento de los mitos familiares durante las guerras?

Con esto nos referimos a que los grupos estructuran luego de su agrupamiento una configuración, organizada a partir de un entrecruzamiento de proyecciones de los integrantes, en la que se entrecruzan elementos representativos sociales de una manera tal que en esa configuración se escenifica la obra teatral, a la cual no sólo han aportado los integrantes, sino que la sociedad ha suministrado el clima imperante. (Bauleo)

CLIMA GRUPAL de intemperancias.

Se tiene en el grupo terapéutico la impresión de que el enemigo acecha al grupo. No afuera. Sino dentro del grupo. Espera al acecho la palabra para el asesinato.

Se sabe que no pero aun así, como diría Mannoni, se actúa como si acechara.

Hay que cuidarse. Hay una escena que lo hace posible. El mismo personaje que pregunta puede ser el asesino. El asesino sin gajes. CLIMA DE TRAICION.

Insisto: El violador, el asesino, el torturador, está allí presente en el grupo.

Se sabe que no lo está, pero se actúa como si estuviera. Pluridimensional de las ansiedades confusionales. Pregunta: ¿quién nos aterroriza? ¿Invención?

¿Recreación? Fabrica de miedos del gran EXORCISMO.

El miedo no es imaginería. Vivencia del terror que nos asfixia. Sabemos que el torturador es invención. Allí en el grupo lo inventamos, que no está, certeza de convocatoria. Recreación nuestra. Lo siniestro del inconsciente social que nos posee, lo circulamos. Lo patentizamos.

Circulamos el terror de la convivencia con el monstruo. Lo recreamos entre nosotros para exorcizarlo. Recreación previa a todo EXORCISMO. Pero para exorcizarlo tenemos que creer que esta allí, adentro, en el grupo, al acecho, esperando la palabra innombrable para caer sobre nosotros. El grupo sabe de qué se trata este asesinato. Sabe del improviso. De la trampa. De irrupciones. De la magia del no aparecer mas. Está enterado. Nada es tan mágico como hacer desaparecer. Se corre el riesgo de no volver más.

Recreamos entonces el drama del inconsciente social. Lo reinventamos. Lo exorcizamos. Traemos los peores fantasmas del drama.

Convocamos a los protagonistas centrales y los encarnamos; pero como buenos actores tenemos que creer en lo que hacemos. Como buenos actores del método Stanislavsky.

Tenemos que creer que nuestro enemigo esta allí entre nosotros en el grupo, dispuesto a hacernos desaparecer. Insisto en la creencia. Si EL lo dispusiera somos hombres muertos o desaparecidos. Tenemos la referencia de que, en aquel mismo mundo que se llama realidad, se desaparece todos los días. La fantasía de desaparecer para siempre, no como muerte sino como pasaje a otro estado, a otro nivel, es una ansiedad terrorífica posible cuando la gente es secuestrada y no se sabe cómo, ni dónde, ni cuándo.

Alguna vez nuestras fantasías agresivas vaticinaron la desaparición de nuestros padres, y por rebote la nuestra. Cero al infinito.

Jugamos a que sea así, de lo contrario no vale el EXORCISMO. Para que haya exorcismo hay que creer en la obra teatral del inconsciente social y sus terrores. Lo inventamos en el grupo, dentro del grupo.

Siempre hay un sospechoso dentro del grupo, un elegido por el rol de la sospecha. Algún rasgo bizarro del sospechoso es aprovechado para invitarlo al escenario. Physique du rol. Nuestro mago de turno. Tiene poderes inventados.

Pero lo creemos. El peligro es grande. La sospecha circula. El sospechoso se siente investido por el rol. Sabemos que es un buen compañero. Lo reconocemos. Pero el efecto de la proyección lo transforma de golpe en sospechoso. Sabiduría grupal. Lo necesitamos para aterrorizarnos.

Es nuestro candidato para el EXORCISMO.

Ojo, inventamos al sospechoso, le ponemos carga de torturador, de asesino a sueldo. Pero EL también tiene que inventar. Si no inventa no vale. Le exigimos su monto de creación personal. La magia del physique du rol y las proyecciones se produce. Una suerte de fascinación y encantamiento. El sospechado asume su Rol con la magnificencia que corresponde al asesino.

El secreto goce de producir miedo. El misterioso goce de aterrorizar con el terror del asesino. El íntimo goce de sentirse poderoso en este juego diabólico de imaginería. Y entonces ocurre el milagro: el sospechado, el elegido por la imaginería del grupo para el Exorcismo, dice de pronto las palabras justas que confirman la sospecha. Toma EL LIBRETO DE OTRO. Un libreto encima de otro libreto. Dos caras que se funden. Proyección sobreimpresa en otra proyección; y como el gran Actor, utiliza el titubeo, la duda y la pausa que conforman la sospecha.

Responde con discurso de sospechado. Nadie se asombra de la Metamorfosis.

Con Poder de la Magia suministrada por nosotros, el sospechoso responde con la interiorización de los gestos del OTRO. Insisto: lo miramos sobreimpreso.

Inventamos con nuestra imaginería un SOSPECHOSO, de un compañero de grupo, y el compañero se hace sospechoso. Actúa como sospechoso, y como sospechoso tiene poderes mágicos. Puede hacernos desaparecer. Como decía Sartre de Genet: Una mirada lo clavó como ladrón y él se hizo ladrón.

Reinventó la proyección a su gusto. Patentizó lo siniestro de sentirse mirado con la carga ajena.

Si me miran ahora como LADRON, ENTONCES JODANSE, LES VOY A ROBAR.

Pero voy a inventar mi manera de ROBAR. ESE ES MI DERECHO Y SERA MI SALVACION. Nadie proteste, dice Genet: Yo soy invención vuestra, pero los dejaré con los bolsillos vacíos.

Ahora el sospechoso hace lo mismo. Nosotros reinventamos el Terror.

* Texto publicado en Lo Grupal, Nº 1, abril de 1983, bajo el título “Lo fantasmático social y lo imaginario grupal”.

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